Libia: Una nueva excusa para invadir (Parte II)

La estrategia que se pretende es que el Gobierno de Unidad Nacional sea el responsable de solicitar la asistencia militar extranjera y que permita combatir a las bandas terroristas que están sirviendo de excusa para invadir Libia.

La estrategia que se pretende es que el Gobierno de Unidad Nacional sea el responsable de solicitar la asistencia militar extranjera y que permita combatir a las bandas terroristas que están sirviendo de excusa para invadir Libia.

La dificultad de conformar un Gobierno de Unidad Nacional – GUN –  que permita superar las profundas divisiones políticas, religiosas e ideológicas de las facciones que gobiernan Libia, muestran la falsedad de todos y cada uno de los argumentos esgrimidos por las fuerzas que intervienen el país magrebí a partir del año 2011, cuando decidieron sacar a Gadafi de escena.

Las bandas y grupos takfirí a las que hago referencia, están conformados principalmente –tal como lo sostuve en el mencionado artículo “Libia vive un caos programado” por milicianos asentados en las localidades de Trípoli, Misrata, Zawiya, Khums, Bengasi, Soreman y Janzur. Sus principales grupos son Amanecer Libio, Brigada Escudo de Libia, El grupo Ansar al Sharia -ligado a Al Qaeda- , la Brigada de los Mártires del 17 de febrero y la Brigada Rafallah al Sahati.

Desde el punto de vista político sus líderes son: Nuri Abu Sahmain, como presidente y como Primer Ministro, Omar al Hasi. Dentro del sostén de partidos políticos de estos grupos se encuentran los Hermanos Musulmanes, que actúan en Libia bajo el nombre de Partido Justicia y Construcción. También suman el importante capital político y religioso otorgado por el Gran Muftí de Libia, Sadq al Ghariani.

Según informaciones recabadas de análisis de inteligencia occidentales, declaraciones de cancillerías europeas y distintos medios internacionales con presencia en Libia, entre ellos el inglés The Guardian “Los grupos salafistas controlan la ciudad oriental de Derna, vecina con Egipto y la costera de Sirte, a unos 450 kilómetros de la capital y han logrado penetrar también en la disputada Bengasi y en el extrarradio de Sabratah, localidad a medio camino entre Trípoli y la frontera con Túnez. En las últimas semanas se han incrementado los ataques de estos grupos disputando los puertos petroleros de Sidrá y Ras Lanuf los más importantes del país”

En el caso de las Fuerzas políticas y militares opositoras a los grupos mencionados en el párrafo precedente, estas tienen como líder el General Jalifa Hafter, Jefe del Estado Mayor del Ejército –vinculado en su momento al asesinado Coronel Gadafi- y que en el marco de la denominada Operación Dignidad, destinada a combatir a los movimientos Takfirí en Bengasi y el este del país, comenzó a consolidar su poder actual.

Estas fuerzas cuentan con el apoyo de la Cámara de representantes de Libia -elegida en junio de 2014- que tiene como presidente al jurista Aguila Salah Issa. Dicha Cámara se compone, fundamentalmente, de políticos vinculados a occidente. Su sede está en la ciudad de Tobruk y cuenta con el reconocimiento de la Unión Europea, de Estados Unidos, aglutinando en ello a países con fuerte presencia en el ámbito político internacional, y en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Se busca un gobierno que permita la invasión

Con estos personajes, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) apoyado por Washington y las potencias occidentales conformaron un Gobierno de Unidad Nacional. Los líderes de ambos gobiernos son Jalifa Hafter quien considera al gobierno de Trípoli como aliado del terrorismo takfirí y Nuri Abu Sahmin que acusa al General Jalifa Hafter de criminal de guerra que sirvió al gobierno de Gadafi. Ambos han dejado claro que no darán su brazo a torcer, ni cederán sus cuotas de poder por más que el Consejo de Seguridad de la ONU, Washington, Europa y los países que apoyan a los distintos grupos exijan avanzar hacia la conformación de ese gobierno de Unidad Nacional. Se une a esta ambición por el poder, las acusaciones de corrupción a ambos gobiernos, ya sea por la venta de petróleo en Trípoli, el contrabando de armas en Tobruk como también el tráfico de personas en un proceso migratorio que preocupa a Europa.

La imposibilidad actual de dar curso a ese artificialmente nombrado Gobierno Unitario –por más que existan declaraciones de buenas intenciones- es lo único que impide concretar los planes de invasión que se están anunciando permanentemente. Esto, pues la estrategia que se pretende, a la luz de las declaraciones surgidas en los gobiernos de Estados Unidos y Europa, es que ese Gobierno de Unidad Nacional sea el responsable de solicitar la asistencia militar extranjera, que permita combatir a las bandas terroristas que están sirviendo de excusa para invadir Libia. Sin gobierno títere lo que queda es irrumpir a contrapelo de la espuria legislación internacional, que jamás ha sido motivo de freno para las ambiciones de las potencias.

Este análisis se refrenda al consignar las declaraciones del Secretario de Estado Estadounidense, John Kerry. Este afirma, que Daesh ha aprovechado el vacío de poder en Libia para ganar presencia y atacar algunas infraestructuras claves como el Petróleo “debemos impedir que el falso califato acceda a miles de millones de dólares y para eso debemos trabajar para alcanzar un Gobierno de Unidad Nacional, que permita pasar página a la actual división”.

Por su parte, el Ministro de Relaciones Exteriores holandés, Bert Koenders –que ejerce la presidencia semestral de la UE– señaló que la Unión Europea pretende reforzar su misión civil en Libia para apoyar a un eventual GUN “la seguridad en Trípoli la deben garantizar esencialmente los libios, quienes deberán aportar el grueso del nuevo aparato de seguridad y la comunidad internacional puede dar más entrenamiento y asistencia si el nuevo gobierno lo solicita…la transición democrática en Libia es un proceso difícil y complicado y con el riesgo creciente por la presencia de Daesh en Libia. La alternativa es simplemente el caos y a pesar de las vallas que quedan, es todavía posible evitar este escenario”

Para la Unión Europea la estabilidad de Libia es clave. Para la seguridad fronteriza sur de este continente, dada su cercanía y el creciente proceso migratorio tras el derrocamiento del gobierno de Gadafi el año 2011, es claro que el factor democracia, protección a los derechos humanos o viabilidad de un país que era el primero de África en materia de indicadores de desarrollo humano interesa mínimamente. Lo que interesa es impedir que sigan fluyendo a Europa, desde las costas libias decenas de miles de inmigrantes indeseables: pobres, negros y sin calificación.

Se une a este punto la “preocupación” expresada por europarlamentarios respecto a garantizar la producción petrolera libia y detener la expansión de Daesh. Para Koenders “se entiende el razonamiento de aquellos que están propugnando el concretar un Plan B, que implica una eventual intervención militar en Libia contra Daesh. Sin embargo, en la fase en que estamos ahora, la puesta en marcha del GUN es ahora la única vía para establecer la paz y la seguridad en el país e impedir el colapso”. Un país sumido en un proceso de fragmentación difícil de revertir por más proyectos de invasión que se gesten en las oficinas de Washington y Bruselas.

Para el analista internacional estadounidense Erick Draitser “a pesar de la retorica altruista de intervencionistas occidentales hablando de libertad y democracia en Libia, la realidad es todo lo contrario: especialmente para libios de piel oscura, que han sufrido la disminución de su estatus socioeconómico y político con el fin del gobierno de Gadafi. Mientras esos pueblos gozaron de una gran medida de igualdad política y protección legal en la Libia de Gadafi, la era surgida tras su muerte ha llevado a que han sido prácticamente despojados de sus derechos. En lugar de ser integrador a un nuevo estado democrático, los grupos negros libios han sido sistemáticamente excluidos…mientras los Toubou y otros grupos étnicos chocan con las milicias árabes, su lucha debe ser vista en el contexto de una lucha continua por la paz y la igualdad. Además, el hecho que deban emprender esta forma de lucha armada vuelve a ilustrar lo que numerosos observadores internacionales señalaron desde el comienzo mismo de la guerra: la agresión de la OTAN nunca tuvo que ver con la protección de civiles o de derechos humanos, sino con el cambio de régimen por intereses económicos y geopolíticos”

Medios norteamericanos y europeos ligados a los gobiernos aliados de Washington han reiterado, peligrosamente, que Estados Unidos contempla una operación militar en Libia, lo que no resulta extraño visto la cercanía de las próximas elecciones presidenciales en este país, que suele embarcarse en aventuras bélicas previo a la elección de su primer mandatario, generando con ello el apoyo imprescindible del aparato del complejo militar industrial, que suele mirar con buenos ojos el incremento de sus arcas en virtud de las decisiones de intervenir militarmente en regiones situadas a miles de kilómetros de distancia.

Es sintomático que todos los candidatos, sean estos demócratas o republicanos han coincidido en la necesidad de intervenir en Libia, bajo el supuesto de amenaza de las bandas takfirí, sin sonrojarse en modo alguno frente a la responsabilidad que le cabe a las administraciones estadounidenses en el surgimiento, apoyo, desarrollo y acción de estos grupos terroristas, sea en Afganistán, Siria, Irak o Libia.

Creado el monstruo, los gobiernos estadounidenses y sus aliados suelen negar la paternidad frente a estos hijos putativos. La amnesia interesada va acompañada de la hipocresía y si eso significa conformar un gobierno de unidad por más débil que este sea, así será. Todo vale con tal de apoderarse de Libia.

Artículo y fotografía cedidos por Hispantv





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