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El fútbol que nos separa

Columna de opinión por Daniel Parodi
Lunes 1 de julio 2019 8:49 hrs.


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Venganza o “pacto de Lima” son expresiones que no solemos asociar con la práctica del fútbol. Sin embargo, en la mañana de hoy, los principales medios escritos de Chile las vinculan con el deporte rey. “El Pacto de Lima: la venganza de Chile puede terminar ante Perú”, es el titular de La Tercera, con lo cual se presenta al match del próximo miércoles como la oportunidad de un ajuste de cuentas contra los peruanos que habrían conspirado con los futbolistas colombianos para dejar a los del río Mapocho fuera del mundial de Rusia 2018.

Este conflictivo escenario me trae a la memoria otro análogo, de muy ingrato recuerdo. En 1997, en el estadio nacional de Santiago, debían jugar Perú y Chile para definir la clasificación al mundial de Francia 1998. Y entonces arrancó la psicosocial: los peruanos supuestamente habían ofendido los símbolos patrios de Chile en el partido de ida (1996), pifiaron el himno y le quitaron a la bandera del vecino su estrella solitaria, con lo que, en la vuelta, lo que debió ser una fiesta deportiva, se convirtió en una penosa agresión nacionalista a la selección peruana. Demás está decir que el referido partido de ida se jugó sin contratiempos y que, al día siguiente, ningún medio de Chile denunció agravios. Lo que se intentó, un año después, en la hora de la definición, fue calentar el ambiente para el partido decisivo y vaya que se calentó: Ganó Chile y se agredió a los futbolistas peruanos.

Pocos años después, azuzada por la prensa deportiva de Lima, la afición peruana devolvió el “cariño” a la delegación chilena con vigilia ruidosa en el hotel para no dejar dormir a los deportistas y pedradas al bus de la delegación visitante. La ley del Talión, nada menos, pero miles de años después de superar, civilizadamente, aquel rudimentario código de justicia.

Por todo lo dicho, la prensa escrita y televisiva de ambos países debería manifestar una mayor responsabilidad hacia la buena vecindad peruano-chilena. Los sucesos de 1997 no fueron aislados; al contrario, avivaron una rivalidad que con esfuerzo se había desactivado en la década de 1980. Poco tiempo después fueron los políticos: Alejandro Toledo y Ricardo Lagos, entonces presidentes de nuestros países, se lanzaban puyazos a través de los medios, y así creció la desconfianza mutua y se fortaleció una innecesaria e impertinente rivalidad, en tiempos en los cuales la integración económica entre el Perú y Chile resulta fundamental para concurrir exitosamente al mundo global. Ojo, una cosa sí tiene que ver con la otra, y más si nos pasamos del plano deportivo al extradeportivo.

Vamos al punto, el Tratado de Lima se firmó en 1929, allí resolvimos una gran diferencia, la cuestión de Tacna y Arica, allí comenzó una etapa feliz en nuestra relación, la que se prolongó hasta la década de 1970, donde de nuevo el nacionalismo nos distanció y tensionó excesivamente. Por eso, llamarle “pacto de Lima”, con una absurda connotación geopolítica, a una circunstancia deportiva generada por una carambola de resultados, para después hacer un llamado a la venganza, no parece la mejor manera de enfocar el encuentro deportivo que sostendremos el próximo miércoles.

Quizá para el fútbol chileno aquella eliminación fue un punto de inflexión en el proceso más exitoso de su historia, y tal vez quedarse sin mundial les permitió a sus futbolistas pisar tierra de nuevo y tener hoy a La Roja en semifinales, demostrando un excelente nivel de juego. No olvidemos la difícil interna chilena la eliminatoria pasada, y algunos actos de indisciplina que se pasaron por alto por la mala costumbre de elevar a los deportistas a la categoría de héroes sobrenaturales lo que, por cierto, también sucede en el Perú y en todas partes.

No hagamos, pues, del fútbol una guerra, ni la continuación de otra que concluyó hace más de un siglo (se me vienen a la cabeza el meme de la delantera peruana de los “4 fantásticos” ocupando el sitial de los 4 héroes de la Marina de Guerra del Perú). No convirtamos una fiesta deportiva en la ocasión de alejarnos de nuevo, después de habernos alejado tantas veces. Es momento de escuchar la voz conciliadora de nuestros líderes, de esperar un mensaje de amistad de los medios de prensa y de darnos un abrazo como buenos ganadores y perdedores el miércoles, apenas concluya el partido. El futuro que estamos construyendo nos necesita juntos.

El título está inspirado en “La distancia que nos separa” de Renato Cisneros.

 

El autor es Máster en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid, Historiador e Internacionalista y Docente en Universidad de Lima y PUCP.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.