La victimización de una privilegiada

  • 17-09-2019

Existen dos Chile. Uno, el de los diputados, donde pareciera que nada es urgente, a menos que les signifique apariciones en la prensa. En ese mundo donde los tiempos corren de forma menos apremiante que para el común de los mortales, donde el distanciamiento con quienes votamos por ellos es bien evidente, tuvieron a bien hacer su trabajo y presentar una acusación constitucional en contra de la ministra Marcela Cubillos. Meses después que muchos nos diéramos cuenta de su ineptitud en el cargo, ellos decidieron actuar. Pese a lo tardía de la acción, se agradece. Ahora esperemos que sigan haciendo su trabajo y logren sacarla del ministerio de una vez, para poner a alguien más apto en su cartera.

Dicho lo anterior, quiero volver a revisar el Chile donde viven estas personas que supuestamente nos representan. En ese Chile, lleno de privilegios, tan gruesos y legitimados, que ni siquiera alcanzan a verlos. O tal vez eligen no darse cuenta que viven en un país muy distinto al de nosotros. En ese lugar lleno de tratos especiales, se refugia la acusada ministra, para iniciar su ofensiva comunicacional. Porque para la ministra, todo se resuelve frente a los focos de las cámaras. Porque busca consolidar su nombre y hacer crecer su aparición en las encuestas. Si ella fuera una buena funcionaria pública, no estaría desde hace diez días viviendo un reality, donde da entrevistas, se queja, apunta con el dedo, se victimiza, arma pautas de prensas con “sus apoderados”. Padres que ella utiliza para parecer cercana, los mismos que ya estrujó en su paseo por Chile en el verano: apoderados elegidos con pinzas, todos de su línea política de pensamiento. Y si no había el que necesitaba, se contrata al niño actor y se emite una campaña que debió botar a la basura, porque el apoderado en cuestión levantó la voz y acusó que su hijo era utilizado para fines “no pactados”. La ministra tiene abandonado su trabajo en Mineduc, porque lo suyo, en estos días es la defensa de “su honra”. Porque victimizarse y convertir una acusación constitucional en un daño a su persona y a su familia, es lo que ella considera, debe hacer.

Le voy a contar un par de cosas a la ministra, que ese tupido velo llamado privilegio no la deja ver. Le voy a contar que somos muchos los que pensamos que ella hace mal su trabajo. Y no es un tema de gustos. En el mundo que yo me muevo, como madre de una niña con discapacidad cognitiva, hay cifras que dan vergüenza y que sí deberían ser una preocupación para ella. Uno de cada dos niños con discapacidad termina octavo básico. Uno de cada diez, egresa de Cuarto Medio. Mientras, nuestros hijos enfrentan la realidad de no poder ingresar a los colegios y una vez dentro, se enfrentan a miles de pequeñas barreras que les impiden seguir, los apoderados de esos niños debemos ver con impotencia cómo ella ni siquiera plantea la deuda que tiene con nuestros hijos y elige buscar la lástima, se victimiza y plantea que esto es un tema político y que no la dejan ejercer su derecho a expresar una opinión y a disentir.

Ministra, voy a ejercer una vez más ese derecho. Usted no sabe lo que es vivir en Chile real. Sus tours por el país, hablando de su fallido proyecto admisión justa, fueron simples paseos. Era verano: usted no vio siquiera las salas ocupadas. Usted no ha mandado mil pesos en una cuota de papás, para comprar un balón de gas que entibie la sala, aunque esté prohibido, porque el frío en el aula es intenso. Yo sí lo tuve que hacer este invierno. Yo vivo en Chile. Si usted fuera una persona que realmente trabaja por todos los niños, en sus paseos se habría preguntado por qué no hay salas de accesibilidad universal. Dónde están los niños con movilidad reducida. Los niños con discapacidad visual. Los niños sordos. ¿Dónde están los libros traducidos al Braille en cada biblioteca? ¿Dónde pasan el recreo los niños del Espectro Autista, que sufren con la estimulación sonora intensa que a veces es un patio de colegio? Usted, que vive envuelta y cobijada en ese privilegio grueso, que la abriga, la ciega y le nubla la comprensión de la realidad, vería lo que nuestros hijos viven.

Le pediría, Ministra, ejerciendo mi libertad de expresión, que tenga a bien no hablar justamente de estar siendo perseguida por tener una opinión política. Usted, que dio su apoyo público como figura juvenil a la campaña del Sí, debería ser más respetuosa con ese tema. El gobierno que usted quería que continuara, ese gobierno donde su padre fue Canciller, es el responsable de 3.065 personas muertas y 40 mil víctimas entre torturados, presos políticos y muchas vulneraciones más que fueron enumeradas en el informe Retting. Así que desde mi puesto en este Chile sin privilegios, creo que quejarse de falta de libertad de expresión es una falta de respeto.

La invito, Ministra, a que su equipo de asesores la lleve a un lugar donde pueda conocer de cerca la realidad de las aulas. La invito a pensar en todos los niños. Y la urjo a ponerse al día con los niños con necesidades educativas especiales: su vulneración de derechos es tan grave, que en su mundo de privilegios no alcanzaría a dimensionarla. Acá la esperamos, Ministra. En el Chile real. Cuando quiera, venga a conocernos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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