Con la irrupción de los combatientes talibanes en la capital afgana de Kabul y su inmediato despliegue en todas las provincias del territorio, luego de la culminación del proceso de retirada de las tropas militares de Estados Unidos, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la salida del presidente Ashraf Ghani del país, el pánico se apoderó de Afganistán.
En no más de 24 horas el mundo se estremeció ante el registro que exhibía a cientos de ciudadanos afganos precipitándose en la pistas de aterrizaje del aeropuerto de Kabul, colándose por las escaleras de emergencia y aferrándose a las ruedas de la aeronave, con el apremio desesperado por huir del territorio al que se abrían paso los grupos talibanes.
Un escenario crítico que tiene en el foco de la comunidad internacional, particularmente la seguridad e integridad de las mujeres, jóvenes y niñas afganas, en tanto la toma de poder por parte de los talibanes supone el retroceso de los avances civilizatorios en términos de empoderamiento y autodeterminación que se venían conquistando a pulso por las mujeres en el territorio.
Y es que en la retina se mantienen las acciones del régimen Talibán en el periodo del 1996 al 2001, circunstancias en que a las mujeres no les era permitido trabajar, salir sin compañía y autorización de un hombre, comerciar, ser tratadas por un médico varón, estudiar, reír en voz alta, practicar deportes, viajar en el mismo autobús que los hombres, reunirse con motivo de festividades y usar productos cosméticos, entre varias restricciones.
Asimismo, debían usar de manera irrenunciable la burka y además serían atizadas en la eventualidad de que mostraran sus tobillos o si eran acusadas por mantener relaciones extramatrimoniales.
A pocas horas de la ocupación ya se ha podido constatar cómo los grupos talibanes han borrado, por ejemplo, las imágenes publicitarias de mujeres en la vía pública, como símbolo del retorno a un sistema de negación.
Frente a esto, la académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, doctora en Relaciones Internacionales y coordinadora del Magíster en Ciencias Políticas de la INAP, Lorena Oyarzún, señaló que pese a que Afganistán es un escenario que está en plena configuración, ya se han comenzado a dilucidar las consecuencias del tratado de Doha, en cuanto Estados Unidos no estipuló ninguna garantía en materia de derechos humanos previo a la retirada de sus tropas.
“Este acuerdo fue una especie de rendición, no se tomaron medidas para especificar temáticas de los derechos humanos, las garantías básicas para respetar los derechos que se habían recuperado de las mujeres. Eso no está en este acuerdo (…) Se podría haber incluido alguna disposición especifica en la que se planteara un plazo de transición o una vía más democrática para instalar un gobierno y en cambio vemos que eso se centró en el interés estadounidense de que no hubiese una nueva ejecución de un plan terrorista en su territorio”, explicó.
Una situación que vino a repercutir gravemente en las mujeres que habían asumido roles de participación en la sociedad afgana, señaló Oyarzún, en tanto ya se había establecido en el sentido común la existencia de mujeres ministras y académicas. “Todo eso ahora está en incertidumbre”, añadió.
Lorena Oyarzún.
Para la socióloga del Observatorio de Género y Equidad, Tatiana Hernández, el retorno del régimen Talibán efectivamente viene a hacer peligrar los derechos y la seguridad de las mujeres en Afganistán. No obstante, subrayó en que ellas ya atravesaban por experiencia de vidas bastante difíciles durante la ocupación estadounidense, pese la conquista progresiva de algunos espacios de autonomía.
“Cuando una ve que una activista afgana decía que no usaba el transporte público o que el acoso sigue siendo continúo y que incluso aumentó en el 2019, además de los datos que 2/3 de las jóvenes afganas no están escolarizadas, que el 80 por ciento sigue siendo analfabeta, que más de la mitad ha sufrido violencia patriarcal en las relaciones de pareja, que el 75 por ciento sigue teniendo matrimonios forzosos antes de cumplir los 16 años, una dice sí, la llegada de los talibanes va a agudizar la brutal existencia de las mujeres, porque esas mujeres están en una brutal existencia”, afirmó.
Para la directora de Corporación Humanas, Lorena Fríes, la amenaza del retorno de los talibanes combatientes recae en la interpretación que realizan sobre el Islam, que es la más restrictiva y en lo referido a la mujer, se ha conformado en el icono de la negación y esclavitud.
“Son mujeres que no pueden mostrar su cuerpo, que tienen que usar unas burkas que a veces llegan a pesar 8 kilos, que ven el mundo a través de unas rendijas de tela (…) Desde el punto de vista de los derechos humanos se ha tendido, no solo de los talibanes sino también de otras culturas, a poner el derecho a la preservación de una determinada cultura y por cierto que eso es un anhelo en un marco, pero no que incurra en aquellas prácticas que son atentatorias de los derechos humanos. Por lo tanto, no hay justificación alguna en la cultura que permita violar esos derechos“, aseveró.
Lorena Fries.
A eso agregó que los conflictos bélicos de todo orden siempre repercutirán más en las mujeres, en la medida que “nuestra socialización de género hace que seamos reproductoras y sostenedoras de las comunidades y las guerras barren con todo eso, entonces las dificultades en última instancia las vivimos las mujeres en términos de construir esas comunidades”.
“Por algo en el año 2000 se adoptó la resolución 325, justamente en Naciones Unidas, para incluir a las mujeres también como motores de construcción de paz después de los conflictos y de las guerras, porque configuran tejido social”, añadió Fries.
En esa línea, Hernández afirmó que los conflictos bélicos atentan contra un territorio, pero en particular contra el cuerpo de las mujeres y en las dinámicas que establecen en las sociedades y de ese modo afianzar los procesos de conquista. “Rompiendo con ellas, rompen a la sociedad y es más fácil instaurar el régimen que se quiere instaurar”, indicó.
El auxilio internacional
En lo relativo a las claves de la asistencia internacional para efectos de salvaguardar las vidas que corren peligro en Afganistán, Hernández señaló que se deben generar las condiciones de migración y acogida de otros países para que, de manera apriorística, mujeres, niños y niñas abandonen el territorio en lo inmediato.
“Creo que tiene que ir en la línea de lo que las feministas del mundo han pedido que es abrir las fronteras, facilitar la llegada de esas mujeres, lo que no hizo Europa cuando esas mujeres constantemente pedían refugio, y que se presten todo lo que ellas requieran para estar en ese lugar, porque Afganistán no es un lugar seguro para nadie, pero en especial para las mujeres, niñas y niños. No es justo que ellas vivan en una amenaza permanente”, observó.
Tatiana Hernández.
En esa línea, Oyarzún consideró que deben evaluarse los días de instalación del gobierno Talibán, que por medio de distintos portavoces han manifestado una disposición más moderada y conciliadora en lo que se ha podido evidenciar en la capital Afgana . No obstante a eso, señaló que es imprescindible que la comunidad internacional y los organismos de derechos humanos ejerzan presión y envíen un mensaje claro a que cualquier vulneración de este orden será castigado.
“Yo creo que es clave que la comunidad internacional muestre una voz más dura, más segura y firme respecto a que no se va a tolerar ningún tipo de violencia hacia las mujeres y niñas en Afganistán. Eso tiene que ser súper claro y ojalá los lideres mundiales de estos países, sobre todo Estados Unidos fueran más claros, porque podrían de alguna manera moderar no solamente el discurso sino las exclusiones que implementen los talibanes, porque han dicho que van a respetar los derechos en el marco de la ley islámica pero la interpretación que anteriormente han tenido ha sido nefasta”, lamentó.
Para Fries, el rol que asuman las mujeres afganas de aquí en adelante es clave, así como es la articulación internacional para efectos de levantar una campaña de alerta y denuncia constante que supervigile las decisiones del gobierno Talibán.
“Obviamente que esto no se resuelve con otra intervención militar, pero sin con el empoderamiento y los procesos de empoderamiento que han vivido las mujeres afganas y también que hemos vivido las mujeres en el resto del mundo. Por lo tanto la movilización global, el desprestigio como herramienta para mejorar las condiciones de las mujeres, la denuncia, la utilización de los mecanismos internacionales para llevar situaciones allí, son una forma de contribuir a que un gobierno talibán por lo menos tenga más cuidado con respecto a lo que va a hacer“, concluyó.