Si hay un asunto que ha marcado la agenda política de este año es el nivel de conflictividad presente en el Congreso Nacional. Solo esta semana, la convivencia en el Parlamento estuvo marcada por los insultos que el diputado del PDG, Gaspar Rivas, dirigió a sus correligionarios que lo removieron de la Comisión de Personas Mayores y Discapacidad de la Cámara, además de la nueva arremetida que la diputada Pamela Jiles realizó contra Karol Cariola, en el marco de la Comisión de Constitución, a raíz del sexto retiro.
Las y los parlamentarios han acusado esta sostenida tensión al interior de la Cámara, hecho por el cual se ha enarbolado más de una iniciativa para endurecer las sanciones por agresiones de todo orden. Pero el ponerse de acuerdo es otro desafío que ha superado la capacidad de los legisladores, en un contexto de fragmentación política que ha devenido en la proliferación de nuevas colectividades y en la incapacidad de los partidos de alinear a sus propios parlamentarios. Algo que en el caso del Gobierno, le costó la caída en el Senado de su carta a la Fiscalía Nacional.
Radio y Diario Universidad de Chile conversó con la politóloga y académica de la Universidad de Santiago de Chile, Pamela Figueroa, quien afirmó que el país tiene un problema de diseño de su régimen político, que tiene bloqueada la relación del Ejecutivo con el Legislativo y que promueve la fragmentación.
¿Cómo evalúa el panorama del Congreso?
Ahí hay dos cosas, uno es la fragmentación, que en el fondo se entiende como la distintas facciones o grupos que uno puede ir considerando dentro del sistema de partidos que en este caso se reflejan en una representación en el Congreso y eso significa que hay cada vez más grupos diferentes, partidos diferentes y eso hace muy difícil la articulación política, la conversación, el diálogo y sobre todo construir grandes acuerdos, que es una de las funciones que tienen los partidos políticos con representación en el Congreso para ir solucionando problema sociales.
Por otro lado, el detrimento de la discusión pública por cuestiones de diseño institucional, de contexto y de coyuntura. Pareciera ver que hay pocos incentivos, pocos motivos para que las y los parlamentarios colaboren en generar un diálogo más constructivo y que lo que busca más bien es una diferenciación, cuando les reditúa políticamente, electoralmente, y eso va totalmente en contra de tener un diálogo colaborativo, partiendo de las diferencias que estos grupos sociales tienen. Entonces, uno podría asociar eso con el detrimento y además, vemos a la vez mucho más exposición pública, no sólo a través de los medios de comunicación tradicionales, sino que también de las redes sociales que es un medio que utilizan mucho hoy día las y los políticos para dar a conocer sus posiciones, eso también hace que la ciudadanía esté mucho más consciente y vea mucho más estas discusiones y estas descalificaciones incluso que existen, ya no solamente a ideas, sino también a las personas y desde esa perspectiva uno podría observar que hay un mayor detrimento de la convivencia política, en el Congreso y en otros espacios donde se desenvuelve la deliberación política.
El caso de Perú sería una señal de que el tema de la fragmentación no es exclusivo de Chile ¿Es un fenómeno transversal?
Sí. La fragmentación política se puede dar por distintas razones, como decía, primero por una cuestión de diseño institucional. Por ejemplo el sistema electoral puede fortalecer, construir articulación política a traves de mayorías o también puede incentivar que las fuerzas políticas se fragmenten y no haya colaboración. Me parece que en el caso de Chile hay ciertos factores del sistema electoral que están afectando la fragmentación del sistema de partidos y de la representación política, fundamentalmente las formas en cómo se presentan las candidaturas y las listas que hacen que se constituya una política muy individualista y que por tanto, para quienes se dedican a la política, sea una opción tener estos proyectos muy individuales. Eso les permite elegirse y buscan tener una posición dentro del espacio político, y eso genera mucha disrupción y fragmentación.
Por otro lado, también hay algo que se ha dado a nivel latinoamericano y global en el último tiempo, que es lo que se ha llamado la política de las identidades y ahí hay como dos lecturas que hacer porque cuando no se diferencian identidades, muchas veces como una política más universal, más global, invisibiliza ciertos grupos de la sociedad que tienen derechos, necesidades específicas y que han sido históricamente vulnerados, como por ejemplo las minorías étnicas, las minorías sexuales, incluso las mujeres que no son una minoría, son un grupo importante de la población. Eso, cuando llega a un punto de extremo, también contribuye a la fragmentación, es decir cuando estos diferentes intereses de grupos específicos no se articulan en proyectos más globales de sociedad y yo creo que también eso ha sucedido en el caso de Chile. Por eso vemos que no solamente en el Congreso hoy día, sino también lo que fue la Convención Constitucional, por ejemplo, se hacía muy difícil articular grandes acuerdos, por esta alta fragmentación y esta disputa entre los distintos grupos que buscan tener un espacio en la discusión pública, que buscan tener apoyo electoral de la ciudadanía, que buscan poner sus demandas y eso creo que hace muy complejo conseguir estos grandes acuerdos que son los que dan estabilidad a las grandes sociedades y que buscan construir proyectos más comunes.
A propósito de la Convención, se ha sostenido que la propuesta no se hacía cargo de la fragmentación ¿Está de acuerdo con esa premisa?
Lo que pasa es que la propuesta constitucional que emanó de la Convención no tenía específicamente un estatuto de partidos políticos ni tampoco se refería al sistema electoral en algo específico, sino muy general, con algunos principios que debía incorporar, la democracia, que hubiese representación proporcional, que hubiese paridad, entonces eran principios más generales que sistemas específicos. Eso, si uno lo mira en perspectiva comparada, hay constituciones que lo incluyen, otras constituciones que no, pero en el caso de la Convención Constitucional, el diseño fue que se establecían los principios generales y después iba la legislación regular, la definición más específica del sistema de partidos y del sistema electoral, entonces es un tema que más allá de la Convención Constitucional, la sociedad chilena tiene que hacerse cargo.
Nosotros tuvimos en Chile entre el año 2014 a 2016 importantes reformas al sistema electoral, al sistema de partidos, al financiamiento de la política y yo creo que ya llegó el momento en que esa legislación, que ha sido muy importante también para dar mayor inclusión a distintos grupos, pueda actualizarse a los desafíos que tiene hoy día el sistema político que es reducir esta fragmentación y generar sobre todo incentivos para las coaliciones y la representación articulada de intereses de la sociedad, porque obviamente que eso va a generar tener proyectos de país que tienen estas distinta visiones, pero que tengan una estrategia más clara de cómo resolver los principales problemas que tenemos como sociedad, que tienen que ver con la crisis de seguridad, la crisis de la economía, la inclusión de sectores que han sido excluidos, con el desarrollo general del país.
¿Cómo se gobierna en el escenario de fragmentación? Considerando lo que pasa con Pedro Castillo en Perú, pero también el desafío que ha tenido el Gobierno de Boric para concitar acuerdos.
La comparación de Perú y Chile tiene aspectos de similaridad, pero también tiene aspectos de diferencia. Yo creo que la gran diferencia entre Chile y Perú es que en el caso de Perú, el sistema de partidos está mucho más desintegrado que en el caso de Chile, creo que es importante tomar nota de eso, porque eso nos muestra la importancia del sistema de partidos para el funcionamiento y la gobernanza o gobernabilidad democrática. Volviendo al caso de Chile yo creo que nosotros tenemos un problema de diseño institucional del régimen político, tenemos un sistema hiper presidencial donde el presidente de la República tiene funciones muy importantes y eso le genera una tensión permanente con el Congreso y además tenemos un Congreso en que el sistema de partidos está muy fragmentado, hoy día tendiente además a la polarización y eso hace muy difícil que el Congreso construya los acuerdos para avanzar el programa de Gobierno presidencial y para ir legislando en función de ir resolviendo los problemas de la ciudadanía, que es la función principal del Gobierno. Entonces, creo que la gobernabilidad está siendo difícil para el Presidente Boric, como lo fue para el Presidente Piñera y como lo fue también para la Presidenta Bachelet, yo creo que esto es un patrón que se está dando con mucha claridad durante los últimos tres Gobiernos de la dificultad de articular acuerdos entre el Ejecutivo y Legislativo y eso genera un sistema que está totalmente bloqueado, que está trabado y por tanto, me parece que es ineludible como país discutir sobre el régimen político, sobre cómo se va a equilibrar este poder Ejecutivo y Legislativo, cómo se incorpora a la ciudadanía en los procesos de políticas públicas, porque lo que nos muestra la experiencia comparada es que mientras no se resuelva este aspecto de gobernabilidad, es muy difícil desarrollarse también como sociedad.
En el caso que el rumbo no se rectifique, hay analistas que prevén que podríamos terminar con un Presidente del perfil de Nayib Bukele ¿Cuál es su opinión?
Es difícil hacer precisiones con esa exactitud pero lo que si uno ve, es que si no se aborda el tema del régimen político con esta situación de que está bloqueada la relación Ejecutivo -Legislativo, que hay una floreciente fragmentación del sistema de partido y de la representación, en ese vacío en el fondo, es probable que surjan figuras populistas que ofreciendo soluciones muy coyunturales, pero que tampoco tienen una capacidad de llevar adelante, la ciudadanía en esta confusión se pueda volcar a estos liderazgos más carismáticos, pero me parece que Chile todavía está en una situación de rectificar. Esperemos que de aquí a las próximas semanas, con todo lo que está siendo la discusión sobre el proceso constituyente, o sobre las propias reformas al interior del Congreso, estas temáticas se puedan abordar con la altura de miras que se requiere.
¿Considera que hay un rol que pueden cumplir los partidos tradicionales para aislar a los grupos extremistas que deterioran la calidad del debate? ¿Crees que han estado a la altura de ese rol?
Sí, yo creo que el rol de los partidos políticos tradicionales, y nuevos -gran parte de los partidos políticos que están en el Congreso se han creado después del 2016- los partidos formales, por decirlo de alguna manera, tienen un rol clave en esto, creo que son la pieza principal, la piedra angular del mejoramiento de este sistema. Se han hecho intentos importantes, sobre todo hay ciertos grupos dentro de los partidos que han hecho un esfuerzo por abordar con seriedad el debate y eso a veces es muy difícil porque se tiende a dar más cobertura a las figuras disruptivas, pero me parece que en eso hay que perseverar y hay que poner los límites, porque lo que hemos visto, que una de las formas de deterioro no solamente del sistema de partidos, sino que de las democracias, viene al interior de las propias democracias, que es este debilitamiento de las instituciones de representación y articulación, entonces no hay que dejar que se corran esos límites, no hay que naturalizar por ejemplo, que existan políticos que tengan discursos antidemocráticos o que no respeten los derechos fundamentales, o que no respeten el Estado de derecho. Me parece que ese es un rol importante que tienen que cumplir y seguir cumpliendo los partidos políticos.