De acuerdo al último reporte del estudio de Lancet Countdown Sudamérica, Chile y Perú son las naciones con mayor tasa de mortalidad prematura atribuible a la exposición sistemática a la contaminación del aire, siendo nuestro país quien lidera este lamentable ranking con 240 muertes por millón de habitantes.
La académica del Programa de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, Karla Yohannessen, aborda este problema que, no sólo provoca la pérdida de vidas humanas, sino que, además, se traduce en costos económicos para el Estado y en el deterioro considerable de la calidad de vida de las personas y de la flora, fauna y el suelo.
“El reporte 2022 South America report of The Lancet Countdown on Health and Climate Change, estimó que los costos monetarios fueron equivalentes al ingreso promedio de 2,9 millones de personas”, advirtió Yohannessen.
Además, la especialista señaló que “los estándares de calidad del aire en Chile no son muy exigentes, si los comparamos con lo que propone la Organización Mundial de la Salud en sus guías de calidad del aire. A esto podemos sumarle que en la mayoría de las estaciones de monitoreo no se cumplen nuestros estándares actuales de MP2,5”.
Los efectos en la salud pública que genera la mala calidad del aire son nefastos y van desde el fallecimiento a edad temprana, hasta contribuir con el cambio climático. Esto, sumado a enfermedades respiratorias, circulatorias, cáncer y alteraciones en la función cardiovascular, provoca un impacto sustantivo en los gastos de salud, además de influir en el desempeño laboral y escolar por los síntomas asociados.
En esa línea, Yohannessen explicó los daños colaterales de este fenómeno. “Más allá de la mortalidad prematura, la contaminación del aire conduce indirectamente a pérdidas económicas adicionales, incluso, a través del aumento de la morbilidad, la reducción de la capacidad laboral o la interrupción económica de las medidas de control de la exposición. De hecho, el reporte 2022 South America report of The Lancet Countdown on Health and Climate Change, estimó que los costos monetarios fueron equivalentes al ingreso promedio de 2,9 millones de personas”, advirtió.
De dónde viene la contaminación
La experta en medioambiente detalla cuál es el origen del material particulado y se refiere a las posibles salidas a este problema. “En Chile, las principales fuentes de contaminación del aire son los medios de transporte, las actividades industriales y la calefacción de las viviendas mediante combustión de leña. Aquí es importante mencionar que estas fuentes funcionan a través de la quema de combustibles fósiles que emiten dióxido de carbono (CO2), que es el principal gas de efecto invernadero, y -por lo tanto- controlar la emisión desde estas fuentes permitiría mejorar la calidad del aire y reducir la emisión de gases de efecto invernadero, responsables por el cambio climático”.
Actualmente, el país cuenta con normativas primarias de calidad del aire, a través de las que se busca proteger la salud de la población de los efectos de la contaminación. Sin embargo, los estándares que contienen responden a acuerdos que se relacionan con los objetivos de salud, desarrollo y productivos de cada Estado, por lo que, muchas veces, son insuficientes para cumplir su fin.
“En este sentido, los estándares de calidad del aire en Chile no son muy exigentes, si los comparamos con lo que propone la Organización Mundial de la Salud en sus guías de calidad del aire. A esto podemos sumarle que en la mayoría de las estaciones de monitoreo no se cumplen nuestros estándares actuales de MP2,5, tanto diarios como anuales”, comenta la salubrista.
Los desafíos en esta materia van más allá de lo evidente, que sería reducir las emisiones al máximo con el cierre de industrias o el cambio a tecnologías de muy baja emisión; el uso de combustibles más sustentables y reducir o evitar el uso de transporte privado. Aquí, la docente enfatiza en la necesidad de un enfoque preventivo y plantea que “otro gran desafío es el abordaje de las inequidades en la distribución de los contaminantes, donde habitualmente son las zonas de menor nivel socioeconómico las más expuestas a la contaminación y, al mismo tiempo, son las que tienen menor acceso a atención de salud oportuna y a una alimentación saludable, lo que conlleva a que estos subgrupos poblacionales soporten la mayor carga de efectos en la salud y la calidad de vida”.
No obstante, en el complejo escenario que vive la región, en especial nuestro país, hay una buena noticia y es que dichos daños se pueden evitar, con voluntad y esfuerzo de las instituciones de gubernamentales y políticas que apoyen la actualización de normativas y su cumplimiento.
Consultada sobre este punto, Karla Yohannessen destaca que “la mitigación efectiva de los contaminantes del aire, incluyendo los gases de efecto invernadero, requiere la acción coordinada de múltiples actores, incluidos los gobiernos nacionales y locales, el sector privado, las organizaciones internacionales, la academia y los miembros de la comunidad, lo cual tendría efectos importantes e inmediatos para la salud de la población, al mismo tiempo de evitar peores impactos futuros del cambio climático en la salud y la sociedad“, finaliza la académica de la Universidad de Chile.