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Año XVI, 16 de julio de 2024


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María de los Ángeles Fernández y la marca de “gobierno feminista”: “Te pones una auto obligación que conduce a que la ciudadanía te esté evaluando por ello”

La cientista política comparó la reestructuración del equipo ministerial con la que debió aplicar Michelle Bachelet en su primer gobierno, al retroceder con el criterio de paridad frente a las emergencias acuciantes de la administración.

Maria Luisa Cisternas

  Jueves 20 de abril 2023 20:16 hrs. 
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La ministra del Interior, Carolina Tohá, reafirmó el compromiso del Gobierno con la paridad, luego de que la titular de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana, haya constatado que el equilibrio en la representación entre hombres y mujeres del gabinete haya terminado con el arribo de Álvaro Elizalde como titular de la Secretaría General de la Presidencia.

Cabe recordar que con el desembarco del exsenador socialista, el equipo ministerial pasó de estar conformado por 12 mujeres y 12 hombres a uno con 13 hombres y 11 mujeres. sin embargo, el tema fue desdramatizado por la jefa de gabinete asegurando que la paridad es un compromiso autoimpuesto por el gobierno del Presidente Boric que la gente podrá ver cumplido con creces al término de su mandato.

En conversación con Radio y Diario Universidad de Chile, la doctora en Ciencia Política y presidenta de la Fundación Hay Mujeres, María de los Ángeles Fernández, analizó este llamado “sacrificio de la paridad” y las complejidades que encierra la definición de una administración bajo el sello del feminismo.

La ministra de la Mujer ha constatado el fin de la paridad en el Gabinete con el arribo de Álvaro Elizalde a SEGPRES. En términos cuantitativos ¿Se puede considerar esto como un revés para un Gobierno que se autodeclara feminista?

Sí, efectivamente así lo deben ver ciertos sectores. Sobre todo cuando un Gobierno se declara a sí mismo feminista, como es el caso del gobierno del Presidente Boric que, además, es el primero con ese sello declarado en América Latina por lo que ya ha sentado un precedente. Cuando hay este tipo de cambios de gabinete y no se logra mantener la paridad inicial, que de alguna manera fue lo que le pasó a la Presidenta Bachelet durante su primer mandato, inmediatamente se generó el debate en torno a esto, que se está perdiendo un poco el sello feminista porque ahí cambia la correlación de fuerzas de género dentro del Gabinete.

Un movimiento de esa naturaleza nos lleva a reconocer que un gobierno feminista, en el fondo, es tan inédito que es un modelo por armar porque todavía poquísimos países en el mundo se han declarado como tal e independientemente de los motivos que llevan a los gobiernos a esa auto asignación. En segundo lugar, pareciera haber un cierto supuesto latente en relación de que difícilmente un gobierno puede declararse como feminista sino tiene paridad de género en la representación interna de su propio gabinete de ministros.

Lo que plantea la Ministra Orellana abre ciertamente un debate, no sé si tan generalizado porque la ciudadanía en el Chile actual tiene otras preocupaciones, pero sí en un amplio sector de un movimiento que, como el feminismo, ha ido avanzando rápido en Chile. Se presenta una tensión porque, por un lado, en un régimen presidencial, quien lo conduce tiene total potestad para nombrar a sus colaboradores pero, por otro, también se puede suponer que hoy hay suficiente número de mujeres competentes para ocupar todos los cargos posibles al interior de un Gobierno.

Un tercer elemento se relaciona con los momentos en que se declaran intenciones, como la de ser un gobierno paritario, y los cambios de contexto. Chile vive una situación acuciante, con la necesidad de sacar adelante medidas posiblemente extraordinarias para garantizar una demanda por seguridad y orden público inéditas en su historia reciente. Ello puede haber llevado al presidente Boric a evaluar la necesidad de anteponer algunas variables y criterios a la hora de nombrar al ocupante de SEGPRES porque, la verdad, Chile vive un nivel de violencia inédito al que hay que darle pronta respuesta antes de que se desaten esas fuerzas que anhelan soluciones autoritarias. Pienso que la paridad como principio y mecanismo en la conformación de su equipo está bien, pero que hay que mirarla más como un principio que apunta a un estándar más bien de equilibrio (no más de sesenta ni menos de cuarenta de cada sexo) que a un número rígido. Por lo demás, Boric ha impulsado, junto con la paridad, otras medidas inéditas como colocar a la Ministra de la Mujer y Equidad de Género en el corazón del núcleo estratégico del Gobierno que es el “comité político”. Tal decisión ha situado a Chile en un lugar de vanguardia en lo que a Mecanismos para el Adelanto de la Mujer se refiere, y no solo en América Latina. Quienes estudian el avance de la representación política femenina desde la perspectiva del feminismo institucional están mirando el caso chileno con mucha atención pero, ojo, tal posición también desafía la forma cómo se ha conducido hasta ahora quien ocupa el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género.

¿Fue una decisión acertada la de autodenominarse feminista? Algunos consideran que con estas etiquetas, el Gobierno se ha abierto un flanco permanente al exponerse al examen constante de su propio electorado. 

La verdad es que el afán por colocarse etiquetas desde que debuta un gobierno, desde su inicio, no lo recuerdo. Más bien, se lo catalogaba ex post, una vez terminado, por parte de historiadores y cientistas políticos. Se buscaba desentrañar el sello en función de ciertas características. Por tanto, se puede hablar de un gobierno de reconciliación, un gobierno realizador, un gobierno gestor y así sucesivamente.

Me pregunto, por ello ¿Por qué esa necesidad y esa rapidez con la que un gobierno -en este caso el de Chile y sobre el cual estamos conversando- se adosa a sí mismo, se autocalifica de esta manera? Porque además no solo se ha calificado como feminista, también es un gobierno ecologista o con una política exterior azul. El actual gobierno de España está en la misma sintonía. Se ha apurado en autodefinirse como feminista, europeísta, ecologista y multilateralista, entre todos los adjetivos que puedo recordar.

Pienso que, por un lado, ello obedece a la tiranía del marketing político, la necesidad de incorporar palabras de valor en la comunicación gubernamental que le impriman un sello y hoy, declararse feminista podría otorgar cierto prestigio dado el auge de la igualdad de género y del liderazgo femenino en el mundo pero, por otro, como bien adviertes, lleva a que dichas palabras generen expectativas a la ciudadanía así como indicadores para evaluación que luego se le van a estar demandando y reclamando.

Mi reflexión anterior sirve para el caso chileno, pero también español y, ¿Por qué no? Hasta canadiense. Pero, en el caso chileno, hay factores de corto plazo que pueden haber llevado a esa decisión. El presidente Boric forma parte de una generación que no solo impulso la revolución estudiantil del 2011 sino que también se conectó con la indignación feminista del año 2018, recién asumido Piñera en durante su segundo mandato. Y luego, le debe mucho a las mujeres que votaron en altísimos porcentajes en segunda vuelta presidencial por él, sobre todo las más jóvenes. Todo ello puede haber generado en él y en su entorno una fuerte necesidad de autoidentificación con el feminismo como marca de fábrica de su gobierno desde su inicio.

La contracara de todo ello es que, efectivamente, te pones una auto obligación que conduce a que la ciudadanía y una parte de la opinión pública te esté evaluando por ello. Ya hubo señales cuando debió renunciar la ex Ministra de Justicia, Marcela Ríos, luego de la crisis de los indultos presidenciales. Se alzaron voces de mujeres políticas chilenas denunciando la diferente evaluación que el Presidente hacía sus colaboradores, manteniendo a algunos que habían dado claras señales de incompetencia versus la rápida decisión de desvincular a mujeres entre las que estaban, no solo Ríos sino también Siches.  Declararse gobierno feminista trae, como consecuencia, debates que, justos o no, terminan siendo de ese tipo.

¿Ve que la gestión que ha llevado el Ejecutivo se podría aproximar a algo así como un gobierno feminista? 

Creo que no hay que medir al Gobierno solamente por su rendimiento legislativo, aunque sea una dimensión importante, porque hay procesos interesantes en curso que todavía no se materializan en leyes como la instalación del Sistema Nacional de Cuidados que, desde mi perspectiva, si se hace bien, apunta al nudo gordiano de la subordinación de las mujeres que viene dado por la división sexual del trabajo, y, en definitiva, la mayor responsabilidad que se le sigue asignando a las mujeres por la reproducción, el cuidado y la crianza. Todo esto, además, se acentuó durante la pandemia del Covid19. Si se logra instalar, si se logra instalar bien y si logra que sea algo abrazado transversalmente de forma que futuras administraciones lo continúen, Chile irá en la dirección correcta.

Otro asunto es el referido a la ley que busca erradicar la violencia contra las mujeres y que, según entiendo, viene desde la época de Bachelet y que el actual gobierno ha tratado de acelerar. Viniendo la Ministra Orellana del mundo del activismo contra la violencia de género, es un déficit el que no haya logrado aprobarla todavía pero, al mismo tiempo, me pregunto si muchos presupuestos y elementos de esa ley no deberían ser revisados prontamente a la luz de la nueva situación de crisis estructural de orden público y de seguridad que vive el país. Creo que hay nuevas circunstancias que, a lo mejor, obligarían a revisar mucho de lo allí estipulado ya que la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado que se ha instalado en Chile imprime, si pensamos en la violencia, una situación cualitativamente distinta que habría que mirarla también con un cierto diferencial de género.

Enero del 2023 fue el inicio de año con más femicidios registrados desde el 2008 en Chile ¿En qué pie estamos de la agenda feminista cuando existen estos déficit en una de las urgencias más acuciantes en materia de género?

Quizás eso que me señalas corrobora la impresión que te avanzo. Creo que la ley, la legislación que se está discutiendo, que entiendo que el gobierno del Presidente Boric nada más asumir le trató de imprimir una mayor urgencia, hay que darle una nueva revisión a la luz de las nuevas circunstancias que hay en Chile. No es que estemos a los niveles de México o de Brasil, pero sí es verdad que el salto que ha dado Chile en poco tiempo y tan intenso es digno de ser mirado y eso cambia el contexto en el cual se lleva adelante una ley de esta naturaleza. Tú no puedes pensar en combatir, en eliminar todas las formas de violencia hacia las mujeres de Chile tratando de enfrentar esa situación como si fuera de laboratorio, en una burbuja, porque el contexto estructural de violencia existente, al final, termina generando situaciones en materia de género que quizás no se consideraron cuando se formuló la ley.

¿Cómo se logra sintonizar una agenda de vanguardia, como es la agenda feminista, con el sentido común de la mujeres en Chile? Teniendo a la vista esta presunta reafirmación conservadora que se lee del resultado del 4 de septiembre. 

Es interesante lo que planteas porque eso nos lleva a una pregunta acerca de cómo se estaría interpretando el resultado del plebiscito del 4S. Obviamente, cada actor político intenta llevar agua para su molino y, por otra parte, hay una cierta visión dominante acerca de que la sobrerreacción de la convención constituyente ha llevado a que ahora se vuelvan a valorar los partidos y el Congreso. En eso, creo que hay que escuchar a académicos como Juan Pablo Luna quien señala, a partir de analizar datos cualitativos sobre las razones del “rechazo”, que hay que cuidarse de pensar que el resultado supone un espaldarazo  a la política tradicional. Coincido con él y creo que el 62% corresponde a una lectura que mal haríamos traduciéndola, como muchos buscan, en clave de simplismos.

Lo que si está claro es que fue muy contundente, que no quedo ninguna región del país librada del Rechazo y que la promesa de una democracia paritaria que contenía el texto constitucional no fue del todo suficiente para convencer o, incluso, inclinar favorablemente a favor del texto propuesto a muchos chilenos y chilenas.

Hay una pregunta mayor y es la siguiente: ¿hasta qué punto los avances que supone el feminismo, que el Gobierno ha hecho suyos incluso como marca o sello, no logran ser vistos tan importantes como otros temas que hoy están colocados en situación de urgencia y de mayor necesidad como la seguridad pública e, incluso, la economía?

Declararse feminista obliga al Gobierno a maniobrar muy fino, a sincronizar muchas declaraciones y medidas, para evitar lo que ya se dijo alguna vez de la paridad de género en la era Bachelet y que era una forma de darse gustitos. Debemos tener la suficiente fuerza argumentativa, también reflejada por hechos, de que las medidas que suponen avances en materia de igualdad de género son fundamentales para avanzar en más democracia.

Para ello, es fundamental el papel de la comunicación política y, sobre todo, la comunicación gubernamental haciendo mucha pedagogía. En ese ámbito, el rol de quien ocupa el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género debiera quizás caminar más en dirección hacia la explicación y la construcción, y menos hacia la censura al interior del Gobierno.

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