A propósito de las grandes problemáticas que enfrentan las sociedades modernas, el filósofo español e investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco, Daniel Innerarity, conversó con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, Manuel Antonio Garretón, en el programa Tras Las Líneas, del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.
El catedrático –quien asistirá al Congreso Futuro, reconocido espacio de difusión del conocimiento a nivel nacional- profundizó sobre la crisis democrática mundial y en el surgimiento de tendencias de ultraderecha.
-Tú hablas menos de crisis de la democracia y más de los problemas que ha resuelto y su capacidad de resiliencia, pero, los problemas mismos que dieron origen a esas amenazas ¿Es capaz hoy la democracia de resolverlos?
Comenzaría diciendo que el pesimismo en el pensamiento está sobrevalorado. Hay muchos pensadores que no son muy profundos, pero que con un toque de pesimismo dan una impresión de ser más de lo que lo son y a veces parece que la escasez de ideas se compensa con un tono crítico negativo.
Creo ser consciente de la cantidad de problemas que tiene la sociedad contemporánea y de los que tiene la democracia, pero la primera idea que quisiera expresar es que la democracia está demostrándose muy poco capaz de resolver ciertos problemas, pero los sistemas alternativos de organizar la sociedad todavía mucho menos.
Entiendo por sistema democrático aquellos en los cuales hay división de poderes, primacía del derecho, circulación libre de la información, libertad de expresión, respeto a los derechos humanos, etc. En esas sociedades lo que se pone de manifiesto es que el sistema político es muy resistente frente a los intentos de subvertirlo.
Aunque ha habido recientemente episodios muy inquietantes, estoy pensando en el asalto al Capitolio en Washington o los triunfos de las extremas derechas en diversos países del mundo, lo que se ha puesto de manifiesto es que la democracia como sistema político resiste bastante bien el paso de los malos gobernantes.
La cara menos amable de esto es que esa democracia tan resistente, al mismo tiempo es un sistema político bastante poco eficaz a la hora de proceder a las transformaciones que hoy en día, enfrentados a problemas como el cambio climático, la digitalización de la sociedad, la inestabilidad financiera del mundo, tenemos que abordar.
– ¿No habrá algo si estamos en presencia de un nuevo tipo de sociedad en la cual la democracia ya no será la manera de gobernarse y que parte de las crisis no solo provienen de los anti demócratas, sino también de cuestiones estructurales en la sociedad?
Mi convicción desde ya hace bastantes años en lo que resumiría ha sido mi trabajo intelectual es que la democracia nació hace 200, 300 años dependiendo de cómo lo consideremos para un tipo de sociedad que tiene muy poco que ver con la sociedad en la que estamos ahora.
He titulado en mi (libro) “Teoría de la democracia” una teoría de la democracia compleja, porque fundamentalmente mi hipótesis era que, si analizamos los principales conceptos de la democracia en una ciudad democrática, poder, soberanía, Estado, territorio, esos conceptos son muy diferentes en el momento en que nacieron que en el momento actual.
Tengo la impresión de que, así como ha habido una evolución, la ciencia ha hecho una evolución enorme en estos 200, 300 años; en la economía, la cultura, (pero) la política es muy conservadora en sus usos, en sus tradiciones, sus rutinas y tiene muy poca capacidad de hacerlo y, cuando no lo hace, lo que se encuentra es entre la disyuntiva de para resolver un problema prescindamos de los principios democráticos o simplemente sigamos con la administración del mero estancamiento. Yo me revelo contra esa disyuntiva.
Creo que es posible salvar el núcleo normativo de la democracia, derechos libertades, solidaridad, justicia, adaptándolo al nuevo contexto del mundo contemporáneo, es decir, es posible combatir el cambio climático sin renunciar a los valores de la democracia, es posible hacer justicia a las nuevas formas de individualización sin renunciar a la primacía del derecho.
– ¿Cuáles son a tu juicio los miedos de la sociedad actual, comparado con la sociedad industrial de Estado nacional?
Más que los miedos concretos, porque el miedo tiene que ver con la pérdida del puesto de trabajo, con la precariedad laboral, muchas cosas, diría una distinción previa, que es que hay gente que desprecia los miedos de los demás porque realmente no se juega nada.
Un ejemplo, si yo tuviera menos de 50 años estaría, a propósito de la digitalización, manejando el típico discurso con el cual esto de la digitalización es fabuloso, lo que nos va a exigir es una transformación, hay que adaptarse al nuevo entorno. Esto para una persona menos de 50 años no representa ninguna dificultad, pero para una persona de más de 50 años hacer una operación bancaria, digitalizar un negocio es sencillamente algo imposible.
Entonces, los miedos nos dividen en este caso simplemente con la edad, tener más de una determinada edad hace que la adaptación al nuevo entorno sea muy difícil. El tema de los nuevos feminismos hay que entender que, para una parte significativa de la población, la transformación de unos roles de género a los que estaba habituado va a suponer un esfuerzo. Esa transformación la tenemos que hacer, pero hemos de entender que, para ciertos grupos sociales, aferrados a una idea tradicional de familia, a una asignación de géneros muy claros, va a generar resistencias.
En el mundo del trabajo y en el mundo de la migración y la sociedad multicultural, qué duda cabe que la migración se está convirtiendo en un asunto caliente, en que la izquierda no termina de saber cómo gestionar y la derecha gestiona de una manera muy torpe. En este contexto, la gran división no es tanto derecha o izquierda como gente para la cual la multiculturalidad no representa ninguna amenaza.
Para determinadas élites el tema de la inmigración no supone ningún problema, todo lo contrario. Mientras que para determinadas capas de la sociedad la inmigración representa un problema porque ven ahí amenazados sus puestos de trabajo, tiene una situación social precaria. Esto explica que, por ejemplo, en Francia los trabajadores ya masivamente estén votando a la extrema derecha.
Yo no digo esto para dar la razón a nadie, porque detrás de estos miedos hay muchísimas cosas que discutir, simplemente para que entendamos que las grandes divisiones sociales hoy en día tienen que ver con los miedos colectivos y que hay que trabajar precisamente en ellos, elaborarlos de forma razonable, mostrar que a lo mejor no es razonable conductas histéricas en relación con esto, pero que deberíamos abandonar ese tono paternalista según el cual quien tiene miedo en el fondo es un ignorante, es un inculto, es una persona extremista de derechas. Eso no nos va a ayudar, sino todo lo contrario.