Cristóbal Rovira por ultraderecha: "Se está enraizando socialmente aún con tasas de rechazo muy amplias"

El profesor en Ciencia Política de la PUC e investigador asociado COES señaló que sociodemográficamente el electorado de derecha puede tener cierta heterogeneidad, pero que es a nivel ideológico donde se encuentra mayor coherencia.

El profesor en Ciencia Política de la PUC e investigador asociado COES señaló que sociodemográficamente el electorado de derecha puede tener cierta heterogeneidad, pero que es a nivel ideológico donde se encuentra mayor coherencia.

¿Dónde residen las similitudes y diferencias entre el electorado pro o anti fuerzas de ultraderecha? Es la interrogante a la que da respuesta el estudio “Apoyo y rechazo a la ultraderecha“, un análisis comparado del perfil de votantes en Argentina, Brasil y Chile, coordinado por el académico del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica, Cristóbal Rovira, quién detalló algunos de sus principales resultados en conversación con Radio y Diario Universidad de Chile.

El estudio, que se realizó en base a sondeos, entregó tres grandes conclusiones para los tres países: solo un tercio del electorado se inclina a favor de la ultraderecha y casi un 70% se muestra en contra, en términos sociodemográficos no es simple encontrar patrones comunes entre quienes están a favor o en contra, pero sí en ideológicos y, finalmente, que sus votantes muestran menores niveles de apego a la democracia.

Con los altos niveles de rechazo evidenciados en la investigación, ¿se puede mantener la tesis de que estamos ante una “ola de ultraderecha”?

Sí y no. ¿En qué sentido yo diría que sí estamos observando una ola de ultraderecha? Pensemos que Javier Milei hace dos o tres años nadie tenía idea de quién era y hoy en día es el Presidente de la República. Pensemos que José Antonio Kast, si bien es cierto que es un conocido político por nosotros, creó un partido nuevo y ha crecido mucho electoralmente. Entonces, por un lado, sí es cierto que estamos viendo la articulación de estos nuevos liderazgos, que muchas veces tratan de construir partidos políticos y que logran movilizar un segmento importante de la población. Entonces, desde ese punto de vista, sí es verdad que estamos experimentando una ola, que están apareciendo estos liderazgos a lo largo de la región.

Ahora bien, y ahí viene la otra parte, es que yo creo que muchas veces nosotros nos hemos enfocado en tratar de entender quiénes son estos liderazgos, por qué surgen, lo cual es muy valioso, pero, que le hemos puesto mucha menos atención, de decir de que más allá del éxito relativo que tienen que bordea el 25% o 30% del electorado según nuestros datos, hay tasas de rechazo que son muy amplias que son cerca del 60% y una de las cosas que nosotros también enfatizamos en el estudio es que este es un hallazgo que también lo encontramos en el continente europeo, donde vemos una situación similar, donde si bien es cierto que en Europa hablamos de como una ola de ultraderecha porque han venido creciendo estos partidos, los datos que tenemos para Europa también reflejan que una gran parte de la población, sobre el 50%, en Europa están en contra de esos partidos políticos.

Considerando los últimos “buenos” desempeños electorales de la ultraderecha en los tres países de la región, ¿Cómo se explican los porcentajes de animadversión?

Ahí yo creo que lo importante sobre todo es la comparación entre Europa y América Latina, que va un poco con la paradoja. Tasas de apoyo que inclusive son un poquito más bajas en Europa bordean el 20, o 25% y tasas de rechazo del 50% o 55%, y en América Latina tenemos tasas de apoyo del 30% y de rechazo del 60%, pero entonces ¿cómo explicamos que en Europa no llegan al poder y en América Latina sí? Y ahí yo creo que tenemos que tener en consideración los diseños institucionales.

En Europa tenemos regímenes parlamentarios y en América Latina tenemos regímenes presidenciales con segundas vueltas electorales. Javier Milei en su primera vuelta ganó con un poquito más del 30% de los votos que es justamente lo que nos decía nuestra encuesta. Si tú tomas el porcentaje de José Antonio Kast, que nosotros decimos que es alrededor de un 30% que lo apoya, y tomas los votos de Kast en la primera vuelta no es muy distinto el número de personas que lo votaron porque tenemos que considerar que la primera vuelta electoral en Chile hubo una participación bajo del 55%.

Entonces lo que pasa en América Latina es que en la segundas vueltas electorales, nosotros los electores nos vemos confrontados a tener que escoger por el mal menor. Entonces, cuando Milei pasa a la segunda vuelta, la gente tiene que tomar la decisión de si apoya un candidato de ultra derecha o apoya a su contrincante que en ese caso era alguien del partido peronista, del mundo de la centro izquierda, que era el ministro de Economía en un país que tiene una inflación sobre el 100%. Entonces, mucha gente termina votando por Javier Milei no porque comulguen con el ideario ideológico y programático que él tiene, sino por un hastío con la alternativa que existe. El éxito a su vez de Jair Bolsonario, yo creo que no lo podemos entender sin los estándares de corrupción que afectan muy seriamente a Brasil, a la clase política en general y al Partido de los Trabajadores.

Hagamos ciencia ficción e imaginemos que en América Latina tuviésemos regímenes parlamentarios, similar a los europeos, lo que pasaría es que la Libertad Avanza de Javier Milei tendría un 25 o 30 por ciento de los votos, José Antonio Kast tendría un 25% o un 30% y tendría que formar una coalición con alguna otra fuerza política para poder conquistar el Poder Ejecutivo y eso es lo que está pasando en Europa. Entonces yo creo que por eso es que aún cuando tenemos tasas de aprobación y rechazo similares, en América Latina pueden llegar al poder y en Europa es mucho más difícil porque tienen que armar esa coalición.

Es una pregunta que emerge al leer el estudio…

Una de las cosas que hacemos al final del estudio es como un tirón de orejas para el mundo progresista porque, uno también puede invertir el argumento de que el triunfo de, por lo menos, Bolsonaro y Milei es en parte por las fallas de la centroizquierda, o sea sin los escándalos de corrupción del PT, sin el mal manejo económico del peronismo, es muy difícil que alguien como Bolsonaro en Brasil o como Milei en la Argentina hubiesen llegado a una segunda vuelta electoral. Aquí yo creo que también hay una cuota de responsabilidad del mundo de centro izquierda de no saber gobernar y eso es lo que facilita que, en segundas vueltas electorales, por hartazgo en el fondo, por castigar al incumbente, la gente termine votando por estos liderazgos de ultraderecha, pero eso no implica de que el grueso de esos votantes sea necesariamente de ultraderecha ideológicamente hablando.

El estudio destaca que la ultraderecha genera o mucho rechazo o mucho apoyo, sin variables intermedias. ¿Son los tipos de liderazgo los que generan esta polarización electoral?

Si uno revisa los estudios más bien de los liderazgos, lo que sí encontramos es que aún cuando todos esos líderes tienen una agenda programática relativamente similar; muy conservadora en temas morales, énfasis en temas de mano dura, en general muy neoliberales económicamente, los estilos de liderazgo son diferentes, y para nosotros que conocemos el caso de Chile es bastante evidente que José Antonio Kast no es lo mismo que Milei aún cuándo tengan una agenda programática parecida.

No olvidemos que José Antonio Kast viene de dentro de un partido establecido, es un personaje de la élite chilena que decide construir su propio vehículo partidario, pero Javier Milei, como se dice en términos politológicos es un outsider, alguien que viene de fuera del sistema político, que no tiene conexiones con la clase política y que, por lo mismo, tiene un discurso mucho más agresivo.

Entonces, también hay que distinguir que los tipos de liderazgos no necesariamente son equivalentes. Lo que sí es cierto es que como las agendas programáticas son similares eso tiende a polarizar al  electorado porque hay gente que realmente se siente identificada con esa gente, pero hay muchos que ven con temor este tipo de liderazgo por las ideas que levantan y eso es lo que termina polarizando al electorado.

En otros indicadores, se menciona que son los jóvenes los que más apoyan a la ultraderecha en el caso de Argentina, como voto castigo, mientras que en las generaciones mayores en Chile y Brasil la rechazan, ¿qué nos dice esa brecha?

Una de las cosas que nosotros queremos hacer con el estudio es justamente desmitificar o complejizar esta idea de que existe algo así como el votante en singular de ultraderecha, sobre todo pensando en las características sociodemográficas, y ahí aparecen datos que son bastante llamativos. En el caso del voto de Milei es muy joven y, claramente, la gente de mayor edad tiende a rechazar a Milei, o sea claramente hay un elemento generacional, pero esa es una historia argentina que no necesariamente es lo que estamos replicando en los casos de Chile o en los casos de Brasil y con varias de esas variables sociodemográficas.

Lo que nosotros encontramos era bastante heterogeneidad y eso lo que nos está diciendo es que estos liderazgos logran en el fondo movilizar a segmentos de la ciudadanía, que sociodemográficamente tienen determinados grados de heterogeneidad, a veces un poco más de clase baja, a veces más de clase alta, a veces niveles educacionales más bajos o más altos.

Sin embargo, lo que sí mostramos es que a nivel ideológico la coherencia entre estos tipos de votantes es mayúscula, o sea son personas que siempre tienen el mismo ideario político. Tú podrías encontrar un votante joven de Milei y lo juntas con un hombre de 55 años en Chile y van a pensar exactamente lo mismo, pero sociodemográficamente hablando no son sujetos idénticos.

Llama la atención que en el caso de Chile no se genere tanta diferencia en electorados de mujeres…

Aquí hay dos elementos importantes de considerar. Estos liderazgos aún cuando tienen ideas similares, sus estilos son diferentes. El estilo de Milei o de Bolsonaro es un estilo mucho más machista, abiertamente machista, versus el de Kast que es más de un conservador clásico. Entonces, desde ese punto de vista me parece relativamente coherente de que las tasas de rechazo hacia Milei o Bolsonaro sean mayores desde el mundo femenino que hacía José Antonio Kast.

Ahora, no olvidemos que para la segunda vuelta electoral en Chile, cuando teníamos voto voluntario, si vimos que una mayor movilización en la segunda vuelta era de mujeres, sobre todo jóvenes contra José Antonio Kast que terminaron votando a Boric. Entonces, yo creo que ese elemento femenino está ahí, pero obviamente es un tema de cómo se moviliza.

¿Son efectivamente los temas morales los que más dividen en estos electorados tales como el feminismo, el aborto y el matrimonio homosexual?

El votante en términos ideológicos es muy coherente respecto a cuáles son las ideas fuerzas que levantan, yo diría que es una combinación de las temáticas culturales donde aparecen temas de feminismo, de género, de matrimonio igualitario, de aborto, tendiendo a ser muy conservador, pero simultáneamente eso va de la mano con la cuestión de mano dura y de delincuencia, y también con temas de ser muy neoliberales en la dimensión económica.

Eso es interesante porque si lo analizamos en perspectiva comparada, por ejemplo, el voto de ultraderecha en Europa es similar en la dimensión cultural, tienden a ser muy conservadores sobre todo en la dimensión de inmigración, también en general en la cosa más feminista y de derechos sexuales en un sentido amplio, pero la dimensión económica el votante de ultraderecha en Europa tiende a ser un poquito más de centro y no tan neoliberal como el votante latinoamericano que nosotros vemos, por lo menos, para Argentina, Brasil y Chile.  Yo creo que tenemos una amalgama de las dos dimensiones, como la dimensión conservador cultural y simultáneamente muy libremercadista.

¿Cuánto influye el tema religioso y los vínculos del mundo evangélico, por sobre el católico?

Justamente los evangélicos son los que están sobre representados, pero no necesariamente los católicos, de hecho, hay contextos bajo los cuales la mayoría de los católicos son anti ultraderecha antes que pro ultraderecha, pero los evangélicos siempre están sobre representados.

En Argentina tenemos que el votante pro Milei tiene, por un lado, sobrerrepresentación del mundo evangélico, pero simultáneamente una sobrerrepresentación del mundo laico y yo creo que eso tiene que ver con una peculiaridad de Milei y es el discurso libertario, que en el fondo logra movilizar a dos tipos de votantes, por un lado, el votante muy conservador moral que tiende a ser evangélico y, por otro lado, este votante que es mucho más libertario y que, por lo mismo, también tiende a ser más laico.

¿Qué destaca del auto posicionamiento ideológico entre izquierda y derecha, y la simpatía que puedan tener lo adherentes principalmente de ultraderecha a un partido político?

Lo que estamos observando aquí es como un proceso de realineamiento electoral ¿por qué? Porque, por un lado, recuerda que ese votante es ideológicamente muy homogéneo, o sea, son personas que tienen una coherencia ideológica, demandan determinadas cuestiones programáticas que en todos los ejes que uno podría pensar están siempre muy hacia la derecha y simultáneamente son personas que, en promedio en comparación a la ciudadanía y en comparación a los que son anti ultraderecha, tienden a simpatizar más con partidos de derecha.

Entonces, eso yo creo que refuerza esta tesis de lo que estamos observando es como un proceso de realimentación electoral y por eso, es que como esta idea de que puede que el líder de la ultraderecha desaparezca el día de mañana, pensando en el caso de Bolsonaro que no puede competir hasta el 2030, pero el bolsonarismo como proyecto político va a seguir existiendo.

El Milerismo llegó para quedarse porque eso es lo que nos están mostrando nuestros datos, o sea que hay un segmento electorado que es muy homogéneo ideológicamente que tiende a tener una identidad partidaria y, por eso, es que yo diría que este es un tema de largo plazo, no es que va a desaparecer la ultraderecha mañana, yo pensaría más bien lo contrario: se está enraizando socialmente aún con esas tasas de rechazo muy amplias que conversamos al inicio.

Sobre la relación con la democracia, ¿qué podemos decir respecto al votante de ultraderecha y el espacio para el crecimiento de fuerzas autoritarias?

Es una de las hipótesis centrales que también nos importa testear porque lo que dice la literatura académica es que la ultraderecha, en un sentido abstracto, mantiene una relación conflictiva con el sistema democrático. Sabemos que las ideas que profesan atentan justamente contra el componente liberal de la democracia y, si eso es cierto, lo que uno esperaría es que ese votante también tenga una relación conflictiva con el sistema democrático y en los distintos cruces que nosotros mostramos reflejamos de que en general el votante de ultra derecha tiende a tener menores credenciales democráticas, apoyan menos al régimen democrático o tienen mayor preferencia por un autoritario que la gente que está en contra de la ultraderecha.

Es verdad que no todos los votantes de ultraderecha son directamente autoritarios, pero están claramente sobre representados los que son más autoritarios, en comparación a los anti ultraderecha y al votante promedio, entonces ahí nuevamente hay un llamado de atención de que ese tipo de votantes no solo tiene un cemento ideológico, el cual conversamos anteriormente, sino que simultáneamente tienen una imagen del régimen democrático que claramente es problemática y eso implica de que si estos líderes llegan al poder, van a tener bases de apoyo que no tienen grandes problemas con erosionar ese sistema democrático.





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