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Un pueblo que se celebra

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Lunes 19 de septiembre 2011 23:31 hrs.


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Cuando los objetivos y aprendizajes esperados por parte del Ministerio de Educación para la asignatura de Castellano se relacionaban con aprender y memorizar obras de carácter patriótico, los niños memorizaban largas poesías alusivas a la bandera, al copihue y a cuanto símbolo representativo de nuestra chilenidad hay en nuestra literatura. Tanto la tarea de repetir al pie de la letra como la asignatura que hoy se denomina Lenguaje y Comunicación, son cosa del pasado. Los tiempos cambian, menos mal, y también la manera de comprender nuestra historia.

Durante 17 años, el 18 de septiembre fue una festividad cargada de símbolos militares, donde la Parada jugaba el rol principal. Era el
momento en que el General y sus soldados henchían sus pechos al ver desfilar a destacamentos de regimientos con los trajes más variopintos en medio de la exhibición de las nuevas adquisiciones de armamentos. Los aviones surcaban los cielos con sus piruetas en medio de las exclamaciones de profundo regocijo de la “familia militar” y de un pueblo adoctrinado a disfrutar con todo el espectáculo como si en eso se jugara su chilenidad.

La larga Transición no ha logrado quitarles a las celebraciones de nuestra independencia toda la simbología militar. Casi por el
contrario, quedan en la memoria las imágenes de una Michelle Bachelet vestida de verde oliva en un tanque y las de los sucesivos ministros de defensa concertacionistas en similares atuendos, lo que majaderamente quedó en las retinas y en la historia audiovisual reciente. Como si mantener todo el modelo neoliberal y jurídico no hubiese sido un homenaje suficiente a la dictadura, y hubiera además, que “bendecirles” sus despliegues armamentistas a quienes siguen sintiéndose como “los garantes de nuestra institucionalidad”…haciendo caso omiso que todo el arsenal que se ostenta es pagado con ese 10 por ciento de las ventas de Codelco que tanto hiere a  estudiantes que reclaman una mejor educación y que algunos afiebrados sesenteros piensan que es un cuestión ideológica desconociendo que se trata de una cuestión de un profundo sentido político y republicano , y que se resume en el lienzo que exhibe un colegio del barrio Bellavista: “El cobre por el cielo y la educación por el suelo”.

Y si bien no estaría nada de mal que las nuevas generaciones aprendieran de memoria algunas de las poesías alusivas a nuestra
emancipación y símbolos patrios, ya es hora también de ir desasiéndonos de cargas dictatoriales atávicas. Como en todas las
luchas independentistas, la nuestra fue librada por un Ejército, sin embargo, fue un Ejército Libertador que vino desde Argentina a Chile, para luego partir hacia el Perú. Sin embargo, no se trata del mismo Ejército que tenemos hoy. Eso no lo sabíamos. Esta parte de la historia la hemos ido conociendo en las últimas décadas, ya que los historiadores no se habían dado a la tarea de aclarar cuestiones tan esenciales y aún de reducidísima difusión, aunque uno de sus impulsores haya ganado el Premio Nacional de Historia, como se le concedió a Gabriel Salazar. Sigue siendo, entonces, una asignatura pendiente la de entender por qué este Ejército creado bajo la hegemonía portaliana no se condice con los nuevos tiempos por los que tienen que transitar las Fuerzas Armadas al servicio de un país que fortalece su civilidad. Y como la idea, en un mundo globalizado como en el que estamos insertos, es examinar las experiencias de otras latitudes, otra tarea pendiente sea la de observar cómo lo han hecho naciones que han tenido gobiernos dictatoriales, como un Hitler, por ejemplo,  y donde hoy, es el pueblo el que se celebra, y no el pueblo el que celebra a sus Fuerzas Armadas. Una distinción nada de nimia.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.