En Trance: Leve, pero eficiente hipnotismo

Danny Boyle está de regreso, poniendo todo su al saber audiovisual al servicio de una historia de robos, hipnotismo y desamor. Aunque lo rocambolesco del guión puede poner las cosas difíciles, la formalidad de la cinta mantiene la atención, por lo menos durante lo que dura la película.

Danny Boyle está de regreso, poniendo todo su al saber audiovisual al servicio de una historia de robos, hipnotismo y desamor. Aunque lo rocambolesco del guión puede poner las cosas difíciles, la formalidad de la cinta mantiene la atención, por lo menos durante lo que dura la película.

Desde su primera película, “Tumbas a ras de suelo” (1994), e l inglés Danny Boyle ha sido reconocido por su destreza a la hora de construir visualmente situaciones límite. Su éxito con su segunda película “Trainspotting” (1996) dejó la vara bastante alta para los realizadores de su generación y para sí mismo. Y aunque, hasta el momento, ninguna de sus películas posteriores ha logrado superar esa notable cinta sobre adictos a las drogas, con películas como “28 días después”, “127 horas” y “Slumdog Millionaire”, que recordemos  ganó varios Oscars, Boyle ha logrado hacerse un nombre como eficiente elaborador de atractivos relatos visuales.

Su nueva película “En Trance” hace uso de esos recursos permitiendo al espectador entrar en un guión que puede ser difícil de tragar, y lo hace gracias a un muy elaborado montaje y a una coherente creación de atmosferas.  El argumento se mueve alrededor de Simon (James McAvoy, “Expiación”) un joven subastador que es acosado por un grupo de criminales liderado por Frank ( Vincent Cassel, “El cisne negro”) para que les entregue una famosa pintura de Goya que el joven escondió de los ladrones y que, por un fuerte golpe en la cabeza, olvidó donde dejó. Para poder tener acceso a ese recuerdo, recurren a Elizabeth (Rosario Dawson, “Sin City”) una hipnoterapeuta que podría tener la capacidad de ayudar a Simon a recuperar su memoria.

Como es de esperarse, las relaciones entre protagonista, inquietante villano y guapa terapeuta se complican y, como suele suceder cuando parte de la trama se vincula a las profundidades del cerebro humano, llega un momento en que el espectador ya no sabe con mucha claridad que es lo que está viendo, ni quién es el culpable.  Que este enredo mantenga al espectador confundido, pero aún interesado  depende – por lo menos- de dos cosas básicas. Primero: que el espectador haya entrado en el acuerdo tácito con la película de no discutir su trama y rendirse a que la realidad al interior de la película es la ficción que le presentan –y por lo tanto que todo lo que vemos es posible en este contexto- y segundo, a la eficiencia de la construcción de todo el entramado visual que permita que el público esté tan entretenido que no haga preguntas.

“En Trance” logra mantener cautivo al espectador que se entrega a sus premisas, lo hace gracias a su tono visual, a su montaje preciso y a un trío de actores atractivos y eficaces. Y aunque – para mi gusto- en algunos momentos la película se torna excesiva en sus soluciones, si logra que la audiencia sea seducida por su parafernalia visual, se entretenga y se mantenga bajo su influjo por lo menos durante el metraje de la cinta aunque, probablemente, esta experiencia y la película no permanezcan en la memoria mucho más allá, una vez abandonada la sala de cine.





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