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Análisis económico

Siria: Tan lejos, tan cerca

Según diversos analistas, las tensiones derivadas de la crisis siria podrían impulsar el precio del petróleo más allá de su marca histórica de US$ 147 el barril de julio de 2008, durante el apogeo de la crisis financiera.

Roberto Meza

  Domingo 1 de septiembre 2013 21:08 hrs. 
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Aunque el precio promedio de las gasolinas en Chile observará una baja a contar del jueves de esta semana, en los próximos meses es previsible que éstos vuelvan a subir, luego que en los últimos días el valor del petróleo se disparara a sus máximos a raíz de las amenazas de un ataque militar norteamericano a Siria, hecho que aumentaría la inestabilidad en la zona, haciendo subir aún más los valores del crudo.

Según diversos analistas, las tensiones derivadas de la crisis siria podrían impulsar el precio del petróleo más allá de su marca histórica de US$ 147 el barril de julio de 2008, durante el apogeo de la crisis financiera. Por que bien la producción siria no es significativa para el mercado global (unos 150 mil barriles diarios a Europa, contra 10 millones de barriles diarios de Arabia Saudita), su posición geopolítica genera incertidumbre dado que se podrian interrumpir dos de las principales tuberías terrestres que transportan el privatizado petróleo iraquí hacia Europa y Asia Central, así como rutas marítimas clave, como represalia de países vecinos a Siria contra la intervención occidental, entre las que no se descartan recortes de producción.

Por lo demás, Siria posee reservas de petróleo que ascienden a unos 2.500 millones de barriles, cuya explotación está reservada a firmas estatales, tal como en Irak en el 2000. Estos yacimientos no están en explotación, pero podrían explicar en parte la presencia en la zona de buques de guerra estadounidenses, portadores de misiles. El gobierno religioso iraní ha estado dando apoyo militar y financiero al régimen laico socialista nacional de Bashar Hafez al-Assad, gracias a su postura anti-israelí, no obstante que fuerzas islámicas son parte de la oposición armada al Gobierno sirio. De allí que, si Irán bloqueara el Estrecho de Ormuz, por el cual circulan 18 millones de barriles diarios de petróleo, el precio podría alcanzar a los US$150. El Estrecho de Ormuz es el único acceso al Golfo Pérsico y su cierre cortaría el suministro del 20% del petróleo mundial.

Aunque aún no hay pruebas de que fuera el régimen sirio el que provocó la muerte por armas químicas de 355 personas, el Presidente Obama parece estar dando los pasos de su predecesor, George Bush, quien como excusa de la invasión acusó a Irak en 2003 de poseer armas de destrucción masiva. Dicha guerra costó a EE.UU. más de US$ 3 millones de millones, casi 4.500 soldados muertos y sobre 30 mil heridos, mientras que el “botín de guerra” –el petróleo privatizado- no sólo no está produciendo al ritmo que tenía Irak en tiempos de Saddam, sino que su productividad ha caído a menos de 2 millones de barriles diarios, desde casi 3 millones.

La volatilidad de los mercados que ha producido la  incertidumbre provocada por el anuncio de Washington ha aumentado los precios del oro (2% a US$ 1.419 la onza) y del crudo, mientras los índices de bancos y empresas caen, a excepción de los de las firmas de armamentos. En estas situaciones, los inversionistas huyen de activos de riesgo hacia otros más seguros, haciendo caer las bolsas, fenómeno que observamos la semana pasada en casi todos sus indicadores principales: DAX alemán (-2,3%); IBEX hispano (- 3%); Londres (-2,34%) y Dow Jones (-1,14%), mientras las primas de riesgo mostraron significativo repunte. Es decir, lo normal es que los inversionistas escapen de países que apuestan por la guerra y se vuelquen al oro, el petróleo o el yen japonés, tres recursos que mostraron alzas significativas.

En 2003, The Wall Street Journal y The Guardian filtraron un documento de la USAID (Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional) en el que revelaron que la agencia había enviado una invitación secreta a cinco grandes empresas constructoras de EE.UU. para que presentaran ofertas en la reconstrucción de edificios, puentes, hospitales, caminos, aeropuertos, puertos, plantas para tratamiento de agua, y otros en Irak (Halliburton Company, a través de Kellogg Brown & Root; Bechtel Corp, Parson Engineering, Lewis Berger Group y Fluor Corporation). El piso ofrecido por el gobierno a esas empresas fue de US$ 900 millones, con la promesa de que los trabajos se realizarían de todas maneras, aunque implicaran la ironía de que fueran contratos para reconstruir obras que aún no eran destruidas por la guerra. De esa forma, los costos del ataque fueron cubiertos con fondos públicos, aumentando la deuda pública de EE.UU. de 6 a 16 millones de millones de dólares en 10 años, mientras los beneficios de la reconstrucción y la explotación de petróleo iraquí quedaron en manos privadas norteamericanas y europeas.

El 3 de junio de 2003, The London Times, medio que alertó del escándalo, se preguntaba con qué derecho “sólo las empresas de EE.UU. serían las beneficiadas de esta guerra”. Para Washington., el control de Irak significaba manejar las segundas mayores reservas de petróleo mundial, donde de 70 campos petroleros, solo 15 eran explotados. Así, las británicas British Petroleum (BP) y Shell conseguían un acuerdo que permitió el cambio en la ley de hidrocarburos que otorgaba a la Compañía Nacional de Petróleo de Irak (CNPI) la supervisión de dichos campos. Aunque el convenio reiteró que el crudo era recurso estatal y que debía ser explotado por el Estado, se indicó que la supervisión de la CNPI sería sobre “campos existentes”, es decir, sobre menos de un tercio del petróleo iraquí. Con ello, el 70% de los campos “no existentes” fueron abiertos a las trasnacionales Exxon, Chevron, Shell y BP, con un costo de explotación que no superaba los US$ 0,60 el barril, mientras que el precio de mercado en 2003 promediaba US$ 25 el barril. Pingüe negocio.

Previamente, la administración Bush había asegurado al Congreso que la guerra sería rápida y con pocas bajas y que se pagaría sola. El subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, dijo que los ingresos petroleros de los próximos dos a tres años (2004-2007) aportarían a Irak entre 2 a 3 mil millones de dólares, lo que sería suficiente para reconstruir el país y establecer la democracia. Sin embargo, Chicago Tribune (el 20 de marzo de 2003) denunció que el gobierno mentía, afirmando que el costo de la invasión podía superar los US$ 100 mil millones y que en una década el costo total podría superar los US$ 600 mil millones. El 2008, cuando se cumplían cinco años de la invasión, Joseph Stigliz calculó los costos en US$ 3 millones de millones. Y según el Instituto Watson de la Universidad Brown de Estudios Internacionales, la guerra de Irak ha costado US$ 1,8 millones de millones, que se incrementan a US$ 2,2 millones de millones cuando se agregan los costos futuros del cuidado a los veteranos de guerra y a US$ 3,9 millones de millones cuando se incorporan los intereses de la deuda nacional hasta el 2053. Es decir, mal negocio para EE.UU.

Con tales resultados y sabiendo que las utilidades de la guerra suelen ir a pocas manos y endeudar a muchas ¿caerá Obama en la tentación de una nueva aventura militar en Siria o preferirá el camino menos luctuoso de negociaciones políticas que terminen con el desangre de esa nación del medio oriente? Y aunque veamos el tema tan lejano -más allá del dolor de la muerte y exilio de millones de sirios- de su decisión y las oscuras presiones de los poderes fácticos en los fríos pasillos del Congreso norteamericano dependerán, en lo sucesivo, los precios de miles de productos y servicios en Chile.

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