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Martes 11 de agosto 2015 10:19 hrs.


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La actitud del gobierno boliviano no resulta fácil de entender. Ahora las emprende contra el representante consular chileno, ni más ni menos que acusándolo de conspirar contra el gobierno y la estabilidad política de Bolivia. Entiendo que un hombre que juega al izquierdismo se sienta inquieto porque el gobierno de Chile envía como su representante a un hombre de confianza de la derecha (funcionario en los 17 años de la dictadura – cuando muchos jóvenes diplomáticos eran expulsados por sus ideas políticas -, jefe de gabinete del Ministro en tiempos de Piñera y luego embajador en Argentina del mismo Presidente) y no a alguien que, con igual o mayor experiencia y nivel, pueda conversar desde las posiciones oficiales del régimen chileno.

Es verdad, como dice el Canciller Muñoz, que las relaciones con Bolivia son una política de Estado y que no hay grandes diferencias según sea una mirada política u otra. Eso en teoría, pues cuando un canciller, como los hubo en gobiernos precedentes, se olvida de los vecinos y de la importancia de América Latina, las políticas de Estado pasan a segundo nivel. O cuando un Embajador, como lo hubo hace muchísimas décadas, se involucra con la esposa de un alto funcionario boliviano y debe ser declarado persona no grata en el país, no depende de la política de Estado. O yendo al otro lado, cuando un embajador es capaz de tener relaciones de simpatía con las autoridades del país ante el que actúa, las cosas resultan más fáciles. No puedo, sin negar el orgullo que siento, dejar de mencionar que el papel que desempeñó mi padre, Alejandro Hales, como embajador en Bolivia, es recordado y validado hasta hoy como el mejor tiempo en la relaciones de ambos países.

Más allá de que Evo Morales puede estar justificando cuestiones de política interna o quizás busca una confrontación armada para alinear a sus opositores en torno a una sola cuestión como es el mar soberano, es necesario que Chile actúe asertivamente y no se exponga a situaciones que luego se puede lamentar. Cambiar al Cónsul, por alguien de más experiencia o de ideas más claras, de mayor capacidad de empatía y formación sólida, puede resultar ser una buena medida. Darle mayor nivel al Consulado, poniendo como su representante a alguien que esté en la misma línea política de la Presidencia de la República y que en ello no haya dudas.

No digo que las cosas hoy se manejen mal, sino que es insuficiente e inexplicable que una Presidenta que se dice de izquierda mande como representante ante un gobierno de la misma tendencia a un hombre de la derecha. ¿No será esa una señal de que algo no se está haciendo bien? Por lo menos se requiere un diplomático que sea capaz de dialogar en un lenguaje similar, que ambos gobiernos entiendan y compartan, representando no sólo la mentada política de Estado sino también la línea política.

Es evidente que si bien Bolivia pone hoy el tema de la soberanía del territorio como una cuestión fundamental, el esfuerzo de Chile debe estar en demostrar a los bolivianos, al pueblo boliviano, a los políticos bolivianos, a los empresarios bolivianos, que el actual estatus de la situación tiene a Bolivia con un acceso expedito y privilegiado al mar. Si los bolivianos, más allá del Ministro y del Presidente, asumieran esa realidad, la paz activa sería posible. Pensar en un proceso integrador con los vecinos es un esfuerzo que no puede llevar adelante un simple funcionario si acaso no es verdadero representante del gobierno. Cuando se nombró a Pérez Yoma, hace muchos años, se cometió el error de nombrar a un político sin experiencia en la materia. Ahora se ha nombrado a un funcionario sin relevancia política. Es decir, se va de un extremo a otro.

Es necesario buscar, mediante acciones concretas, que la representación chilena actúe y no se limite a otorgar papeles y certificados o a reunirse con uno que otro empresario.

Chile necesita mejorar el nivel de sus relaciones con los vecinos.