Las cinco naciones llamadas BRICS, que a inicios de siglo se constituyeron en una esperanza de cambios a la bipolaridad mundial, están en problemas y las expectativas sobre su papel en el concierto internacional parecen hoy en declinación. El bautizo correspondió al economista de Goldman Sachs, Jim O’Neill, en su informe: Building Better Global Economic BRICs, de 2001 y a sus originales Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, se le unieron luego México y Sudáfrica.
Países de pujantes clases medias, varios de los cuales no comparten valores de la tradición occidental en cuestiones como género o sobre el individuo frente al Estado, argüían a comienzos de los 2000 que India tenía mayor derecho que Francia o Reino Unido a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad, y/o que era una inequidad que Italia tuviera el mismo número de votos que China en el Banco Mundial.
China, refundada por Deng Xiao Ping, impulsor de una exitosa aunque opaca liberalización económica, mostraba sin reservas hasta hace poco su músculo militar, tensionando a sus vecinos y transformando el Mar de China en uno de los lugares más calientes del planeta. Y Rusia, empujada por el neo nacionalismo de Putin, amenazaba con hacer saltar las fronteras heredadas de la II Guerra Mundial, al invadir Crimea y se acercaba a China para evitar su progresivo aislamiento de Occidente.
Pero desde que los BRIC se veían a sí mismos como las futuras potencias económicas que podían quitar el protagonismo al G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá), han pasado catorce años y las últimas noticias económicas parecen poner a prueba ese futuro esplendor.
En 2001 y 2002, se esperaba que el crecimiento del PIB de los BRIC sería superior al del G7. Hacia fines del 2000, el PIB en términos nominales de estas naciones era, en conjunto, el 8 por ciento mundial, aunque en términos de Paridad del Poder Adquisitivo (PPP) alcanzaba al 23,3 por ciento. Con sus 3 mil millones de habitantes, los BRIC hoy representan el 20 por ciento del PIB mundial y 50 por ciento si se mide en PPP. El solo PIB de China ha superado al de todos los países del G7, salvo EE.UU. ubicándose como la segunda potencia del orbe.
Pero Brasil, no obstante su potencial y los millones de personas que ingresaron a las capas medias bajo el gobierno de Lula da Silva, enfrenta el estallido de su propia burbuja inmobiliaria, descenso en los precios de las materias primas, falta de confianza de los inversores tras los casos de corrupción revelados y vive, en consecuencia, una recesión del 1,3 por ciento, al tiempo que se espera un débil crecimiento del 1,1 por ciento y del 2 por ciento para los años siguientes. Mientras tanto, una inflación cercana a los dos dígitos y su deuda en niveles “basura” hace más difícil su desempeño.
Rusia, en tanto, está encarando la fuerte baja de los precios del petróleo y gas a raíz del fracking, y las predicciones son que su PIB bajará en 2,7 por ciento en 2015, crecerá 0,7 por ciento en 2016 y 2017 volverá al 2,5 por ciento. Mientras, tiene frentes abiertos en Ucrania y en Siria, lo que no atrae a los inversores. Deutsche Bank, por ejemplo, redujo su presencia de Rusia.
Aunque las predicciones de China siguen siendo buenas, con un crecimiento del 7 por ciento del PIB este año, 7 por ciento el que viene y 6,9 por ciento en 2017, sigue ralentizándose y ha debido enfrentar la situación mediante devaluaciones y privatización de empresas estatales, para evitar seguir sosteniendo una mayor implosión de sus bolsas, que le significó una pérdida de valor por casi 5 millones de millones de dólares en los últimos meses.
México y Sudáfrica no muestran mejores situaciones, por lo que sólo queda la India, posiblemente el que mejor perspectivas muestra, puesto que ha estado creciendo a un ritmo superior al 5 por ciento desde 1993 (salvo 1997, 2002 y 2008) y la previsión para este año es de 7,5 por ciento y aún mejor para los venideros: 7,9 por ciento para 2016 y del 8 por ciento para 2017.
Aunque la opinión de Jim O’Neil de que estos países deberían integrar el G7 debido a su creciente importancia en la economía sigue siendo válida, el haberlos considerado como un grupo homogéneo puede haber sido un error de perspectiva, dado que aquellos que dependen más de las materias primas y han tenido burbuja inmobiliaria, están más expuestos que los otros. Asimismo, falta ver como su desaceleración, o incluso recesión, influirá al resto de economías occidentales, no obstante que todas las previsiones afirman que se recuperarían en los próximos dos años, por lo que el fin de los BRIC talvez aún no ha llegado.
Sin embargo, todos estos países operan sobre factores complejos como la población, que crece en unos mientras disminuye en otros, migraciones forzadas por la guerra o la economía, el impacto de la tecnología, el creciente predominio de la economía sobre decisiones del debate democrático y la significativa pérdida de atractivo de formas democráticas de gobierno que muestra el último informe de Freedom House y que alienta nacionalismos, xenofobias y simpatías por gobiernos de “orden”.
Terminada la bipolaridad de la Guerra Fría y en peligro la hegemonía de EE.UU., pareciera que las condiciones económicas están empujando al mundo hacia una multipolaridad, caracterizada por una dura competencia entre Estados y/o bloques de Estados, a lo que se añade el peligro de no estar preparados para un multilateralismo colaborador y que faltan las instituciones internacionales que permitan una efectiva resolución pacífica de conflictos, adaptándose a las nuevas correlaciones de fuerzas que emergen de la nueva escena internacional.