En el Estadio del Soldado en la ciudad de Chicago, se llevó a cabo la segunda semifinal de la Copa América Centenario. Las expectativas eran altas y los equipos no defraudaron. En un entretenido y bien jugado encuentro los chilenos se impusieron por dos goles contra cero a la selección de Colombia y sellaron su paso a la final. Ahora tendrán la posibilidad de defender en la cancha el título obtenido en Santiago hace justamente un año.
El comienzo del partido fue inmejorable. Chile se paró muy bien en la cancha y con toques veloces y de alta precisión descontroló a la defensa colombiana. El equipo de Juan Antonio Pizzi encontró ventaja por el costado izquierdo de la defensa rival, donde la proyección conjunta y sin restricciones de José Pedro Fuenzalida y Mauricio Isla, les permitió ganar permanentemente la espalda del lateral Frank Fabra. Ese movimiento contó con la complicidad de Edwin Cardona quien nunca entendió que debía apoyar el resguardo defensivo de su sector. Así, los chilenos encontraron ventaja, espacio y profundidad por dicho costado. Entonces vino la jugada veloz de Fuenzalida y el centro que posteriormente Juan Guillermo Cuadrado le dejara servido a Charles Aránguiz para decretar el tempranero uno a cero.
Colombia sintió el golpe y en medio de la confusión intentó recomponer la forma y el esquema. Sin embargo, la jugada del segundo gol fue determinante. Apenas unos minutos más tarde, vino el balonazo largo de Claudio Bravo, Alexis Sánchez peleó un balón profundo con determinación y venció sin esfuerzos la resistencia de Santiago Arias para rematar fuerte y ajustado al primer poste de David Ospina. El lanzamiento terminó golpeando el vertical, pero el rebote lo recogió un solitario Fuenzalida que no tuvo más que empujarla al fondo. En doce minutos Chile superaba a su rival con total justicia y lo hacía además en todas las facetas del juego. Colombia parecía derrotada.
Esta dinámica se mantendría inalterable hasta el fin del primer tiempo donde los chilenos fueron amplios dominadores del juego. Porque ante la ausencia de Arturo Vidal y sobre todo después de la lesión de Pedro Pablo Hernández (que cumplía un correcto partido), fue Aránguiz quien asumió el rol protagónico del mediocampo. A la precisión en la entrega y la lucha incesante en la recuperación, Charles le agregó esta vez manejo de los tiempos, profundidad y presencia de área. Cumplió en todas las facetas del juego y su destacada participación pone en evidencia su recuperación definitiva. Su descollante labor fue un desequilibrio permanente en el juego y permitió ventajas claras en favor de los chilenos.
A su lado Francisco Silva pudo cumplir muy bien las responsabilidades defensivas del puesto e intentó sumarse al juego de posesión dentro de sus posibilidades. Siempre estuvo bien ubicado y apoyó con acierto al bloque defensivo cuando los colombianos sumaron más gente en ataque. Buen partido del volante defensivo aunque, pese a su esfuerzo y correcto desempeño, hay que reconocer que la presencia de Marcelo Díaz le brinda a la selección mayores alternativas para la construcción de juego. Su regreso al cuadro estelar debe enriquecer la propuesta chilena y acercarla al nivel de su próximo rival. Finalmente, el ingreso de Erick Pulgar aportó solidaridad en la recuperación y sumó esfuerzo en la zona defensiva, sobre todo una vez que Colombia equiparó el juego y buscó con ahínco la portería chilena. La inclusión de nuevos nombres siempre es vista con buenos ojos.
En el arco, Claudio Bravo cumplió un partido excelente. Su seguridad y concentración ayudaron en gran medida a que Chile mantuviera su arco en cero cuando Colombia mejor jugaba. Mostró personalidad y liderazgo para guiar y ordenar a un correcto bloque defensivo. Siempre estuvo sereno y atento para jugar con los pies y dar tranquilidad al origen del juego. Si se había sembrado alguna duda sobre su rendimiento, con el partido de semifinales ha quedado absolutamente despejada.
La defensa tuvo dos caras, un primer tiempo de excelencia y un segundo tiempo con errores e imprecisiones atribuibles quizá al estado del campo. En todo caso preocupa que esos errores ocasionan oportunidades directas de gol y que con el nivel de los delanteros argentinos (particularmente Lionel Messi) eso puede ser muy peligroso y definitivo. Se corren riesgos para jugar de este modo y eso es inevitable, pero hay circunstancias específicas donde los errores individuales sabotean el trabajo grupal y deben ser erradicados. No se trata de sacrificar la salida pulcra sino de elaborar mayores variantes para ella. En todo caso, el trabajo de Gary Medel es fantástico y Gonzalo Jara lo hace muy bien a su lado. Si sumamos a Mauricio Isla y Jean Beausejour, se completa un bloque sólido y de buen pie en el que descansa y se funda gran parte del juego chileno.
En ataque el nivel de los delanteros ha sido alto y aunque esta vez no les ha tocado anotar, su despliegue y esfuerzo son el pilar de la recuperación del balón y del ataque vertical. Alexis Sánchez y Eduardo Vargas pelearon infatigablemente en todos los sectores y su esfuerzo ha sido fundamental para el éxito del trabajo colectivo. Frente a una defensa muy fuerte físicamente ellos encontraron siempre la forma de imponerse y llevar peligro. Lo del delantero del Arsenal de Inglaterra es llamativo porque ha jugado una copa a alto nivel y su rendimiento físico no sufre merma alguna.
La larga suspensión por la tormenta y las condiciones del campo alteraron el desarrollo de la segunda mitad. Pese a las inclemencias ambos equipos dieron una lucha digna y equilibrada. Chile administró la ventaja y bregó sin descanso por imponerse. Colombia subió el nivel y equilibró el juego sin mucha fortuna en la definición. Al final, el marcador en contra, la imposibilidad de batir a Bravo y el gran juego colectivo chileno agotaron todos los esfuerzos del rival, que con un hombre menos (tras la expulsión de Carlos Sánchez a los 57 minutos) vio imposible torcer la historia y privar a Chile de pelear por su segundo título continental. Lentamente los chilenos fueron gestionando el marcador y controlando el juego lejos de su propia área. Los minutos pasaron y ya no hubo tiempo para más.
La selección cumplió y ha llegado a la final mostrando, después de las vacilaciones iniciales, un fútbol de alta calidad y complejidad técnica. Ya son finalistas y ese lugar lo han ganado por merecimiento propio. Dos finales seguidas establecen el nivel de este equipo y sus brillantes alcances. Casi una década peleando en lo más alto es motivo suficiente de reconocimiento, celebración y orgullo. Justo un año después se repite la historia y lo que pase ahora es difícil de adelantar. Sea lo que sea Argentina y Chile siguen estando en lo más alto del continente y eso no resulta menor. Ahora que gane el mejor y ojalá, otra vez, sean los nuestros.