En mayo de este año, la OMS advirtió que Chile es uno de los países latinoamericanos con los índices más altos de contaminación atmosférica.
La medición contempló los principales factores de este fenómeno como el tráfico, los sistemas de refrigeración y calefacción, la producción industrial y los residuos de basura.
Dentro de este estudio, los índices a tomar en cuenta sobre la contaminación atmosférica fueron el PM 10 o material particulado menor o igual a 10 micrones y el PM 2,5 o material particulado menor a 2.5 micrones.
Ambos afectan directamente a la salud, siendo el último indicador –que entró en vigencia en nuestro país en 2012-, el más perjudicial dado a su tamaño cuatro veces más pequeño que el PM 10, lo que incide en enfermedades relacionadas al corazón y propicia el riesgo de padecer cáncer broncopulmonar.
Respecto de las ciudades con más altos índices de contaminación, Coyhaique se coronó como la más contaminada del país y de América Latina con un PM 2,5 de 64 μg/m3 anual, mucho mayor que el estándar normal de la OMS de 10 μg/m3 anual.
En tanto, ciudades como Padre las Casas, Rancagua, Andacollo y por último Santiago bordean en promedio un PM 2,5 de 31 μg/m3, también superior al estándar mundial.
Contaminación y calefacción
Frente a los alarmantes resultados de la medición, el presidente del departamento de Medio Ambiente del Colegio Médico, Andrei Tchernitchin, sostiene que en Chile las normas son permisivas, por lo que es difícil combatir la contaminación, sobre todo cuando las medidas de prohibición total solo se enmarcan en la contingencia.
“Desde hace mucho tiempo que se privilegia en el país el crecimiento y no los estándares de contaminación de diversas empresas. Por ejemplo, hay dueños de buses o de camiones que no cumplen con las normas de ajuste y afinamiento de motor, por lo que si no se hace esta revisión con frecuencia los vehículos con diésel contaminan más. Además, autorizar el uso de estufa a leña aunque sea con doble cámara, no garantiza que no se use leña húmeda, por lo que podría contaminar igual o más que una estufa a leña sin especificación. A todo esto se suma la escasa fiscalización”.
Para el doctor Tchernitchin tampoco se ha fomentado suficientemente el uso de energías como el gas licuado o electricidad para la calefacción, que podría mejorar considerablemente la calidad del aire en los meses invernales. “Las estufas a leña debiesen prohibirse siempre, no solo por la contingencia. Hay que comenzar un recambio de estufas, por ejemplo a gas licuado. Si hay recursos del Estado, es preferible el gas licuado a las estufas de dos cámaras. Eso como medidas en el corto y mediano plazo”.
Estas medidas no son nuevas: ya en el Plan de Descontaminación Atmosférica para el país 2014-2018, presentado en el primer año de mandato de la Presidenta Michelle Bachelet, el gobierno puso énfasis en la voluntad de reducir las emisiones domiciliarias mediante un programa de recambio de calefactores que tendría un presupuesto de cinco mil millones de pesos. El objetivo del proyecto era que la población de manera paulatina obtuviera medios de calefacción seguros y no contaminantes, a un costo accesible.
Sin embargo, Coyhaique, la ciudad más contaminada de Chile, según la planificación de este programa estaría recién en la fase de consulta pública, por lo que para finales de 2016 tendría que estar el proyecto de descontaminación definido e implementado en 2017, un año más en que la población se expondría a material particulado dañino para la salud.
Muerte silenciosa
La constante exposición a un ambiente de altos índices de contaminación atmosférica, puede producir consecuencias en la salud de las personas en un corto, mediano y largo plazo.
Andrei Tchernitchin expresó que las constantes preemergencias ambientales pueden repercutir, a futuro, en la población adulta que sufrirá más enfermedades graves.
“Existen tres tipos de exposiciones: están los efectos agudos que se producen varios días después tales como crisis asmáticas, enfermedades pulmonares obstructivas y enfermedades infecciosas respiratorias bajas, tanto para los niños como la tercera edad. Estos efectos pueden llegar a aumentar la mortalidad principalmente a expensas de enfermedades cardiovasculares, ya que el material particulado fino que pasa por el torrente circulatorio puede producir una contracción en las arterias de mediano calibre y eso, sumado a algún antecedente personal, puede producir un infarto, terminando en la muerte”.
También está la exposición crónica que aumenta las probabilidades de cáncer broncopulmonar y también las insuficiencias inmunológicas, que significan mayores infecciones y graves cuadros virales.
Según un informe del Ministerio de Medio Ambiente, en 2012 se estimaba que más de cuatro mil personas mueren prematuramente al año por enfermedades cardiopulmonares asociadas a la exposición crónica a altos índices de PM 2,5.
Por último, los niños son los requieren mayor cuidado cuando se trata de convivir en ambientes contaminados. Para el académico Tchernitchin, “van quedando secuelas a temprana edad de tal manera que tendrán mayor probabilidad de tener problemas de asma de forma permanente, alergias o tener enfermedades autoinmunitarias. Además, muchas enfermedades que se van a desarrollar más tarde en la vida pueden depender de las exposiciones a temprana edad”.
Respecto de las enfermedades respiratorias, el médico broncopulmonar, Mauricio Ruiz si bien recalca que es difícil saber metodológicamente el impacto de la contaminación ambiental en las enfermedades respiratorias, de igual modo existen ciertas patologías que han aumentado por la contaminación atmosférica en el mundo. “Uno tiende a pensar intuitivamente que, por ejemplo la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es una de las pocas enfermedades crónicas que va en aumento, que produce altas tasas de invalidez o muerte en el mundo, y es una de las que no se ha podido controlar en el mundo hasta ahora”.