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Copa Confederaciones: La ingrata final

Los chilenos pagaron muy caro el error personal de Marcelo Díaz. Y no se trata de buscar culpables porque en otras ocasiones hemos aplaudido su capacidad para salir jugando limpio y elaborado desde el fondo. Y esta vez tampoco fue la excepción pues defensivamente el equipo fue superior con la pelota dominada y en los mano a mano, también logró imponerse con claridad a su rival. Y Díaz fue parte de eso. Esta vez el error castigó al equipo que privilegio el juego asociado por sobre el pelotazo largo y que por tomar riesgos en pos de un ideal de juego, terminó regalando el gol fue determinante.

Francisco Cárdenas

  Lunes 3 de julio 2017 12:00 hrs. 
chile

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La final de la Copa Confederaciones se disputó en el estadio San Petersburgo Arena entre las selecciones nacionales de Chile y Alemania. En un partido bien jugado y disputado, los chilenos impusieron su forma de juego pero terminaron sucumbiendo ante un rival que convirtió en gol el único error defensivo y después protegió con fiereza su arco a lo largo de todo el encuentro. Y aunque la Selección fue sustantivamente mejor que su rival, no encontró nunca la ruta del gol y eso terminó por agotar las posibilidades de empatar e ir por el triunfo. Alemania defendió con todo su equipo la ventaja conseguida y ese ordenado esfuerzo terminó por entregarles el título de campeones.

Opciones para torcer la historia existieron pero en el tramo final de la Copa, los chilenos se quedaron sin la precisión necesaria para concretar en el marcador el enorme dominio demostrado. Lentamente Alexis Sánchez y Eduardo Vargas fueron agotando intentos y fuerzas; tampoco Arturo Vidal estuvo fino en sus llegadas desde atrás y Charles Aránguiz no encontró el espacio preciso para rematar acertadamente cuando logró sumarse con peligro al área. Todos buscaron pero la historia no estuvo de su lado esta vez. Si hacemos memoria, esta situación se ha repetido antes y ya podemos afirmar que a este equipo le ha faltado gol en las instancias importantes. Porque incluso en las finales ganadas no pudieron reflejar la superioridad en el marcador durante los 90 minutos y debieron decidirlo hasta los penales. Ahí hay evidentemente una tarea pendiente para mejorar.

Los chilenos pagaron muy caro el error personal de Marcelo Díaz. Y no se trata de buscar culpables porque en otras ocasiones hemos aplaudido su capacidad para salir jugando limpio y elaborado desde el fondo. Y esta vez tampoco fue la excepción pues defensivamente el equipo fue superior con la pelota dominada y en los mano a mano, también logró imponerse con claridad a su rival. Y Díaz fue parte de eso. Esta vez el error castigó al equipo que privilegio el juego asociado por sobre el pelotazo largo y que por tomar riesgos en pos de un ideal de juego, terminó regalando el gol fue determinante. Aún así, nos enorgullece la forma de jugar y el estilo elegido porque volvieron a tenernos ilusionados y al filo del asiento durante todo el torneo. El esfuerzo de los nuestros fue encomiable y no quedó nada por entregar. La única estadística en la que Alemania fue mejor fue en el marcador y aunque nos duela, esa sigue siendo la forma en la que se dirimen los ganadores en el fútbol. Por eso ellos celebran el titulo ahora.

Esta Alemania no es un equipo B, es el recambio formado y listo para competir en los mundiales que vienen. Sumando cinco o seis jugadores de reconocido prestigio, el resto estarán sin dudas en Rusia el año próximo. La estructura formativa del fútbol alemán debe estar satisfecha y feliz con este triunfo aunque un poco preocupada por la forma, pues fue llamativo que terminaran todos metidos atrás, pidiendo la hora y pegando tanto como parte de un sistema de juego. Desde hace rato que en Europa se impuso la táctica estructurada por sobre las libertades creativas. En ese contexto preocupa que los modelos colectivos, creados originalmente para atacar y elaborar con mayor presencia numérica de jugadores en campo rival, van siendo sustituidos por modelos defensivos basados en el derroche de kilómetros y en el abuso del juego brusco para detener los avances lejos del arco propio. Por ejemplo, fue sorprendente que Sebastian Rudy recién viera la tarjeta amarilla a cinco minutos del final del partido, después de haber realizado numerosas faltas que detuvieron de manera incipiente, los intentos del medio campo chileno. Esas faltas sin violencia pero que van mermando las oportunidades y los esfuerzos rivales debieses ser castigadas con mucho mayor rigor y determinación.

Mención a parte para el Video Assistant Referee (VAR) que la FIFA implementó en esta competencia y que dejó algunas lecciones. Primero que la tecnología debe estar a la mano para resolver situaciones puntuales de un partido y permitir la corrección de errores para imprimir mayor justicia a la disputa deportiva. Sin embargo también es claro que el mecanismo debe perfeccionarse para que no termine atentando contra la esencia misma del juego y su desarrollo. En todo caso la valoración final del VAR ha sido positiva y permite suponer que su uso llegó para quedarse definitivamente. A pesar de ello, no debe desatenderse el papel del arbitro principal y su orientación para dirigir el rumbo de un partido. Durante la Confederaciones la calidad del arbitraje ha sido baja y sorprende la poca experiencia y la deficiente lectura que tienen los jueces actuales. Parece que desconocen los enfrentamientos y disputas propias del juego y que carecen de capacidad para anticipar y descubrir los engaños de los jugadores. Da la impresión de que los árbitros ven menos fútbol del que deberían y que esa falta de dedicación no va acorde al ritmo y nivel del fútbol actual. Incluso con la tecnología a la mano cometieron errores groseros.

La participación chilena en Rusia dejará muchas lecciones positivas y la experiencia debe enriquecer a nuestra Selección y a nuestro fútbol. El plantel llegará bien preparado al final de las clasificatorias y, de no mediar fatalidades, enfrentará el mundial en el mejor momento posible. Por otra parte, el valor de los jugadores chilenos, de la liga y de la selección nacional se verá incrementado y eso traerá oportunidades para seguir mejorando. Será importante aprovechar estas opciones para fortalecer los representativos menores y para potenciar a la Selección en el futuro. Entre los pendientes fundamentales, nos queda construir un moderno centro de entrenamientos para las selecciones nacionales que albergue nuestro compromiso y dedicación con el fútbol del mañana. Que los triunfos y buenas actuaciones actuales se materialicen en obra para todos y no solo en premios individuales, burocracia y bolsillos privados.

Disputar la final ha sido una sensación grata y poco habitual para los chilenos. Y pese a la desilusión del resultado, debemos ser capaces de valorar lo alcanzado y la oportunidad de competir contra los mejores (eso no exenta de perfeccionar y corregir). En este sentido, todos deberíamos hacer los esfuerzos necesarios para mantener al país peleando ahí por mucho tiempo más. Que el talento, dedicación y éxito de esta generación sea la piedra inicial para desarrollar definitivamente el deporte más popular y practicado en nuestro territorio. Entonces, trabajemos desde todas las tribunas por ese objetivo y asumamos que cualquier otra perspectiva sería finita, mediocre y errada.

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