Las últimas jornadas han sido tensas en Ucrania debido al refugio que otorgó Rusia al depuesto presidente Víctor Yanukovich.
El ex mandatario pidió a Vladimir Putin proteger su vida y la de su círculo cercano, luego que recibiera amenazas por parte de la oposición extremista.
Esta situación ha generado una crisis en las relaciones entre Kiev y el Kremlin, acentuadas por las históricas divisiones étnicas y geopolíticas al interior de Ucrania.
La denominada “revolución naranja” ha acentuado las diferencias entre la zona suroriente, de mayor vínculo con la ex URSS, y la zona norponiente, que quiere un país adscrito a las reglas de la Unión Europea.
El ministro del Interior, Arsén Avákov, acusó a Rusia de “invasión militar y ocupación” por la supuesta presencia de tropas en las cercanías del aeropuerto de Sebastopol, cercano a la sede de la flota rusa en el Mar Negro.
La tensión se produce en un contexto de corrupción interna y descrédito de la clase política en su conjunto, desconfianza que han intentado disminuir mediante la instalación de un gobierno de transición.
En este escenario, el nuevo primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, se dirigió a los parlamentarios en el Congreso para aclarar la misión del gobierno interino: “Quiero informales que las arcas del Estado de Ucrania fueron robadas y están vacías, es por ello que desde esta tribuna estoy diciendo que no prometo una mejora ni hoy, ni mañana. Nuestra tarea principal es estabilizar la situación en el país”.
Así como se registran protestas en la capital Kiev, grupos armados se tomaron el Parlamento y dos aeropuertos en Crimea para manifestar su cercanía a Rusia y su rechazo al nuevo gobierno transitorio.
Además, en Crimea rechazan la primera medida de las autoridades de transición, que abolió la ley aprobada en 2012 que reconocía el ruso como lengua regional.
El analista internacional Mladen Yopo explicó que además de la disputa económica en torno al valor con que Rusia le vende el gas a Ucrania, están en juego las áreas de influencia identitaria:“Es un tema que tiene que ver, por un lado, con la disputa del área de influencia y los sentidos de pertenencia, y por otro lado, con disputas nacionales internas en términos de independencia, de elementos identitarios y lo que ocurre con esta república autónoma que está dentro de Ucrania con cierto nivel de autonomía que tenga un parlamento que juegue un rol distinto”, dijo Yopo.
Desde la república autónoma del sur, colindante al Mar Negro, exigen mayor independencia. Incluso algunos sectores piden incorporarse a Rusia.
Sin embargo, el mismo Yanukovich, desde su asilo en Rusia, señaló que Crimea debe mantenerse aliado al Estado ucraniano.
Para Paz Milet, académica del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, la salida a este conflicto debe buscar la mayor representación posible de la ciudadanía y bajo un diálogo interno: “Hay que dar la mayor cantidad de garantías de que no va haber ninguna influencia de un actor externo. Creo que en el último tiempo han ido saliendo muchas voces de distintos intereses en ese país y, lo que es fundamental, el involucramiento de organismos internacionales que apoyan este proceso de reconstrucción interna de la convivencia en Ucrania”, señaló Milet.
La zona en cuestión es de vital importancia geoestratégica para Rusia. Por esto, el presidente Putin decretó alerta militar para proteger sus intereses, mientras negocia con el gobierno de transición el valor de comercialización del gas. La dependencia económica es una arista más del proceso de desestabilización agudizado en noviembre de 2013.
Por el momento no se avizora una salida expedita para la crisis que afecta a los más de 50 millones de habitantes que tiene Ucrania.