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Salud mental y trabajo

¡No estamos tan locos!

Al contrario de lo que comúnmente se cree, Santiago no es una de las ciudades cuyos habitantes requieren de un mayor número de atenciones de salud por problemas mentales. Esa es la primera buena noticia. La segunda, como lo destacó la prestigiosa revista británica The Lancet, contamos con cobertura sicológica a nivel de centros de salud primaria que ya se querrían los países desarrollados.

Vivian Lavín

  Lunes 9 de noviembre 2009 14:58 hrs. 
Radio-Uchile

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Al contrario de lo que comúnmente se cree, Santiago no es una de las ciudades cuyos habitantes requieren de un mayor número de atenciones de salud por problemas mentales. Esa es la primera buena noticia. La segunda, como lo destacó la prestigiosa revista británica The Lancet, contamos con cobertura sicológica a nivel de centros de salud primaria que ya se querrían los países desarrollados.

La salud mental o "estado mental" es la manera como se conoce, en términos generales, al estado de equilibrio entre una persona y su entorno socio-cultural y, se le denomina  así,  “salud mental", como analogía de lo que se conoce como "salud o estado físico", pero en lo referente al aspecto sicológico.

La  Organización Mundial de la Salud (OMS), sin embargo, no establece una definición "oficial" sobre lo que es salud mental, ya que siempre se ve influenciada por diferencias culturales y asunciones subjetivas.

Hay consenso, sin embargo, en que "salud mental" y "enfermedades mentales" no son dos conceptos opuestos, es decir, la ausencia desorden mental  determinado no indica necesariamente que se tenga salud mental. Y es que la salud mental hay que entenderla como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.

Cuando los recursos para cubrir las enfermedades físicas escasean, aquellos destinados para sanar las dolencias síquicas se hacen aún más precarios. Este uno de los grandes problemas que enfrenta el mundo de hoy, y particularmente los países más pobres y en vía de desarrollo.

Sin embargo, Chile es una excepción y para enterarnos, debimos esperar a que la prestigiosa revista británica The Lancet así lo estableciera. Nuestra dudosa costumbre de mirarnos desde los ojos del extranjero nos lleva a constatar que, según esta publicación, una de las más importantes en el mundo, Chile es prácticamente el único país del mundo que integra como política pública el tratamiento de enfermedades de salud mental. El aspecto positivo de esto es que el artículo fue escrito por tres siquiatras chilenos, Ricardo Alvarado, Rubén Alvarado y Alberto Minoletti.

¿Será acaso ésta una manera de paliar un mal que nos acosa particularmente a los chilenos?

Y es que particularmente difundido ha sido un estudio de la Organización Mundial de la Salud de principios de la década de los 90, que estableció que Chile sería uno de los países con mayor prevalencia de enfermedades mentales, especialmente depresión y que los chilenos afectados debían gastar cerca de $100 mil pesos mensuales para su tratamiento.

Este estudio, en verdad, ha sido tergiversado, puesto que no se trató de una investigación realizada sobre la población en general, requisito indispensable para concluir que “Santiago es una de las ciudades más estresantes del planeta”. Lo que estableció, finalmente, la investigación era que de las personas que acudían a centros de atención primaria, lo hacían en mayor cantidad solicitando una atención de tipo mental, cuestión que en otros países no sucedía. Y es que claro, son estos Centros de Atención Primaria los que han sido citados como ejemplos a nivel mundial, dada la cobertura mental que poseen.

“Chile tiene una experiencia que es muy importante en América Latina y en los países en vías de desarrollo y es que en el año 2001 se montó un programa para atención de la depresión en la atención primaria. El 2004 y 2005 se extendió por todo el país. Este es un programa que cuando a una persona se le diagnostica una depresión, hay un equipo que ha sido entrenado y, de acuerdo a la intensidad de la depresión puede que se le indique tratamiento farmacológico, atención psicológica, ambos disponibles en todos los Centros de Atención Primaria de Chile, y además se hacen grupos de apoyo. Si es que fuera una depresión severa, se deriva al servicio especializado. En esto somos pioneros porque Chile es el único país que ha llegado a tener un programa con extensión nacional, donde la gente que se atiende y que no deja sus controles, logra un buen resultado, es una experiencia que ha sido reconocida a nivel internacional para un país en vías de desarrollo como nosotros”, explica el psiquiatra, académico e investigador de la escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, Rubén Alvarado.

Y este sitial de pioneros es el que ha permitido que un tercio de los 800 mil chilenos que padecen depresión puedan atenderse en el sistema público de salud y acogerse al plan AUGE, siendo este trastorno el que ocupa el cuarto lugar entre las atenciones más requeridas en este plan. Por cierto que es una cuestión para destacar que en el 90 por ciento de los consultorios se cuente con un psiquiatra, un lujo que ni siquiera países del primer mundo se pueden dar. Sin embargo, existe un enorme contraste entre esta cifra y la que del gasto total en salud es utilizado para cubrir las enfermedades mentales y que sólo asciende a un 2,1 por ciento.

A pesar de este buen escenario, hay aspectos bastante oscuros y se refieren a la relación que existe entre enfermedades mentales y el trabajo. No es un dato para despreciar el hecho de que la misma depresión sería la causante de un tercio de los días laborales perdidos y que generaría un 40 por ciento de las polémicas licencias médicas de nuestro sistema de salud.

¿Debemos concluir con esto que la salud mental está debidamente explicitada y cubierta por la legislación chilena en lo que se refiere a las enfermedades laborales? Los especialistas dicen que no, que por el contrario, que la ley más bien considera a las enfermedades físicas que a las síquicas, ignorando, de paso, los enormes cambios que se han dado en el mundo laboral y sus consecuencias en la salud humana.

El marco normativo laboral chileno coloca al empleador en una posición de garante y en una actitud muy activa respecto de la salud física y mental de sus trabajadores, como se establece en el artículo 184 del Código del Trabajo y en la Ley de Seguro Social de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales, que también considera un régimen de prevención, atención y reparación de accidentes ocasionados debido al trabajo.

El académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y Doctor en Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad de Valencia, España, Claudio Palavecino, explica que “los órganos de control de la ley tienen una visión muy industrializante del accidente y la enfermedad profesional, y son muy restrictivos en la interpretación de las enfermedades mentales”.

“Hay un déficit en toda la patología asociada al mobbing, acoso psíquico laboral, allí hay un debe de parte de la legislación en el sentido de flexibilizarla. Esa patología asociada puede llegar a ser muy grave y no ha encontrado suficiente cobertura en la ley de accidentes del trabajo, pese a que el estrés laboral ha sido recogido en las enfermedades mentales. Siempre se mira lo mental como menos grave que lo físico” agrega Palavecino.

Pareciera que mientras no se ve la dolencia, ésta no existiera. Una opinión que también comparte la jefa del programa de Salud Ocupacional de la Escuela de Salud Pública de la Universidad  de Chile, Nella Marchetti, quien señala que “en la ley sobre accidentes y enfermedades del trabajo no existe un equivalente para las de factores sicosociales del ambiente laboral”.

Esta situación de nula claridad respecto de las condiciones de tipo sicosocial que pudieran establecer cuándo la salud mental de un trabajador estaba en riesgo, como sucede en el campo físico o químico, es lo que llevó a la profesora Marchetti y al doctor Alvarado a realizar un estudio pionero en nuestro país, cuyos resultados no han sido lo suficientemente conocidos, pero cuyas consecuencias en el campo laboral son enormes y aún escasamente exploradas por quienes defienden los derechos de los trabajadores.

El estudio denominado Factores Sicosociales en el Ambiente Laboral y Riesgo a Desarrollar Trastorno Mental en Empresas de Servicios, se convertirá en breve en un trabajo de antología.

Dentro de los agentes que determinan la salud mental de un trabajador, de acuerdo a esta investigación, se encuentra, por ejemplo, que “algunos trabajadores tienen que estar al mismo tiempo de lo que pasa en su trabajo y de lo que sucede en su casa, eso es mucho más habitual en las mujeres”, según acota el doctor Alvarado.

Este trabajo corresponde a la validación de un instrumento internacional, una encuesta realizada también en España, donde se analizaron e identificaron los factores de riesgo sicosocial en el trabajo, que tuvo como objetivo establecer criterios de referencia para los organismos administradores de la ley, pero también para las empresas y sindicatos, según contó la profesora Nella Marchetti.

La validación de este instrumento por parte de de la Superintendencia de Seguridad Social permitirá calibrar el ambiente que se vive al interior de las organizaciones, más allá de lo que digan sus empleadores, explica el doctor Alvarado.

“Era importante ver si la mayor cantidad de demanda sicológica, de menor control sobre el trabajo, la presencia de un bajo apoyo social o malas relaciones en el trabajo, se asociaban con el estado sicológico de las personas. Efectivamente, mientras más altos eran estos riesgos sicosociales, más alto era el distress sicológico en las personas. Estos factores sicosociales son posibles de medir, y ya contamos con un instrumento nacional, se asocian con problemas de salud mental, por lo cual, así como se está haciendo en otros países, es posible desarrollar estrategias para disminuir este tipo de riesgos”.

El concepto de distress sicológico resulta especialmente interesante, puesto que si bien tiene una acepción amplia e implica una etapa preliminar al desarrollo de la enfermedad mental en sí misma, es vital para prevenir lo que después puede traer graves consecuencias, como explica el doctor Alvarado, tanto en el futuro paciente, el empleador y el estado, quien deberá costear el tratamiento.

“El concepto de distress sicológico es amplio, no se refiere a un trastorno mental, en el sentido de una enfermedad, pero para llegar a un conjunto de síntomas hay una fase previa donde hay pocos síntomas. Quisimos evaluar esta etapa previa e incluir a todas las personas, incluso a aquellas que están empezando a tener síntomas. Se manifiesta con una sensación de ansiedad, de malestar, de desgano, de desinterés por lo que uno hace, a veces uno empieza a tener un poco de  insomnio, a no querer levantarse en las mañanas, a sentir que el trabajo ya no le entusiasma, a veces a aislarse, a hablar menos, o al revés, a andar irritable, en fin. Todo este distress sicológico se va a asociar a un trabajo menos satisfactorio para la persona y menos productivo para la organización, finalmente la persona puede sentirse enferma y generar discusiones al interior de la organización”, sostiene.  

Por lo pronto, quienes tendrá que ir revisando sus climas laborales de manera urgente son los bancos, ya que según la Superintendencia de Seguridad Social los trabajadores bancarios concentran el 20 por ciento de las enfermedades laborales, y dentro de ellas, con un altísimo porcentaje de enfermedades mentales.

Pero no sólo los empleados bancarios serían los más afectados por enfermedades generadas producto de su trabajo,  sino que además los empleados públicos que acumulan otro 20 por ciento, siguiéndoles de cerca los del sector Transportes y Alojamiento.

Las instituciones bancarias como el resto de las empresas y organizaciones son parte de los enormes cambios que se han desarrollado en la actividad laboral en las últimas décadas. Nuestros padres vivían en una sociedad donde en la que gozaban de trabajos un contrato estable y de tiempo indefinido, con menos empleados y menos competencia… una transformación que ha permitido la precarización de los empleos y muchas veces, una presión y vigilancia muchísimo mayor en la producción de cada trabajador.

“El perfil las formas de producción han cambiado, los trabajos temporales, o trabajadores independientes o el tema de servicios, donde hay una alta demanda de trabajo y control propia del trabajador de su ritmo de trabajo, ese es uno de los principales factores sicosociales de presión en el trabajo que generan alteraciones mentales. Lo que generan es stress, que es precursor de una enfermedad mental. Muchas de esos factores no están directamente en el trabajo, tiene que ver con las condiciones de empleo”, aclara la profesora Nella Marchetti.

Esta disquisición resulta tremendamente importante, porque una cosa es el trabajo en sí y otro el clima o ambiente laboral y repercusiones de éste en un trabajador. De modo tal que como sociedad estaríamos pasando a una etapa superior en la protección de los derechos de las personas, ya que ahora no sólo es importante que la persona tenga un lugar digno para trabajar sino que además se sienta grato en su tarea.

Este aspecto es tan relevante, que está establecido que de las consultas que se realizan por enfermedades mentales un 30 por ciento de ellas se deben al ambiente o, como lo hemos denominado, a los factores sicosociales que rodean el trabajo. Para tener una idea más nítida de lo que sucede en el mundo laboral chileno, hay que esperar los resultados que entregue la Encuesta de Empleo, Trabajo y Calidad de Vida que está desarrollando el Ministerio de Salud.

Finalmente, una arista que ha sido poco considerada en todas las variables de salud mental y trabajo, es lo que sucede con aquellas personas que no habiendo sido ellas diagnosticadas por una dolencia de este tipo han tenido que renunciar a sus trabajos para quedarse al cuidado de un pariente, generalmente mayor, que sí la posee. Especialmente preocupante resulta el hecho de que muchas de ellas, además terminan desarrollando enfermedades mentales.

A nuestro país, a pesar de encontrarse en un sitial de privilegio por ser una de las pocas naciones del mundo que cuenta con el respaldo estatal para estas dolencias, aún le resta un camino largo que recorrer debido a la carencia de sistemas de prevención en estas materias.
Y lo más terrible: el diagnóstico de que a menor educación, existe una mayor prevalencia para desarrollar enfermedades cognitivas pone de relieve la importancia de la enseñanza y la mejor preparación que ésta entrega para enfrentar el mundo laboral. Una tarea que aún en Chile está pendiente.

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