Un error general
El gobierno de Michelle Bachelet comete con esto un error de proporciones y aleja la posibilidad de un entendimiento entre nuestros pueblos. Se argumenta por los expertos chilenos y por extensión de la clase política nacional “la incapacidad del tribunal para revisar tratados previos a 1948” año en que se firma el denominado Pacto de Bogotá. Con ello se echa por tierra la posibilidad de sentarse a dialogar, de “obligar a Chile a discutir sobre la salida de Bolivia al mar” es decir, se echa por la borda el pedido boliviano de discutir seriamente el tema de recuperación de su cualidad marítima. Bolivia solicita y Chile le cierra la puerta que de buena fe se discuta sobre los derechos expectaticios (un derecho latente no perfeccionado) que La Paz dice tener de Chile, por promesas dadas de discutir una vuelta al Pacífico.
Pero, no me detendré en este trabajo a analizar las razones jurídicas, ni los argumentos sesudos desde el punto de vista de las leyes y de lo que se debe hacer o no frente a un tratado firmado en 1904 y no posterior al año 1948. No me detendré frente a los diplomas, los doctorados en derecho internacional de los agentes que defienden a Chile en La Haya. No caminaré por el argumento manido y que desprecio profundamente que aquí los tratados no se tocan o como lo ha dicho con toda las soberbia que podría tener un Canciller de la República “La puerta de una salida soberana al mar para Bolivia está cerrada para siempre” como lo dijo, sin que le temblara la barbilla el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile Heraldo muñoz. Un mensajero, por tanto, de malas noticias para nuestro vecino.
La demanda presentada por Bolivia en la Haya es inconducente sostuvo el alto funcionario público chileno “la posición de Chile es hoy y ha sido así por mucho tiempo, que Bolivia no tiene derechos y una demanda como la que ha planteado no conduce a nada, probablemente muy larga, muy onerosa para ambas partes. Es una demanda que no tiene sustento jurídico. Uno quizás nunca debería decir nunca pero la posición de Chile hoy y ha sido así por mucho tiempo, es que Bolivia no tiene derechos”.
Para que no quedarán dudas que la teoría de las cuerdas separadas tan arraigada en el seno de piñerismo no ha salido del ADN de la cartera de exteriores, Muñoz sostuvo en esa entrevista dada a CNN Chile el pasado mes de junio, cuando se avizoraba que Chile se decantaría por la incompetencia de La Haya que “con Bolivia hay que seguir buscando grado de cooperación, independientes de esta demanda”. Es decir negociar, negociar, ganar dinero, aspirar al gas boliviano y a sus aguas que tanto necesita el norte chileno pero, las puertas al Pacífico están cerradas. Socios sí pero no me pidan que los considere hermanos se lee tras las palabras del heraldo de la presidenta.
En el marco de los vínculos entre Chile, Perú y Bolivia existen asuntos de clara connotación geopolítica, considerados como intransables, sobre todo en el campo de los límites territoriales, sean estos continentales o marítimos, ensombreciendo la búsqueda de las buenas relaciones vecinales. Que error estimada presidenta, que error frente a la posibilidad de buscar el acercamiento con nuestros hermanos bolivianos. Pues sí¡¡¡son nuestros hermanos aunque a la mestiza sociedad chilena, influenciada por décadas de argumentos, de discursos, de conductas de desprecio a nuestros hermanos del norte, les parece mejor mirar el norte brutal y revuelto que nos desprecia a acercar sueños, esperanzas y desarrollos sostenible con aquellos que son nuestros vecinos y con quienes compartimos una historia común.
Entender los procesos actuales de relación entre Chile y Bolivia es remontarse históricamente, es refrendar la máxima que no hay peor ciego que el que no quiere ver y en ello Chile, ha dado palos de ciego en sus vínculos regionales inmediatos y la imperiosa necesidad de solucionar sus querellas. En el caso específico de Perú, parte importante de ese contencioso quedó definido y enmarcado en el dictamen de la Corte Internacional de Justicia de la Haya dado a conocer a inicios de este año. Considerado un fallo de carácter salomónico, ha logrado descomprimir uno de los problemas limítrofes que tenía el Estado chileno, a pesar de su negativa a considerarlo, históricamente, un tema necesario de resolver, bajo el crónico argumento que era un tema netamente jurídico, ya definido y acordado por acuerdos y tratados firmados entre ambos gobiernos.
La decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya resolvió en el mes de enero del año 2014, modificar lo que era, hasta entonces, la frontera marítima entre Chile y Perú, mediante una sentencia de carácter inapelable. En una salida jurídica, que para algunos analistas de derecho internacional, sigue la doctrina de la justicia contextualizada, que siguió la lógica de una salida en que ninguna de las partes puede sentirse enteramente perdedora o ganadora, por ello hablamos de “salomónica”.
Perú consiguió un triángulo exterior que hasta enero del 2014 era enteramente chileno, cuya línea de equidistancia se fijó en las 80 millas náuticas y no en las 200 pretendida por Chile y menos aún se tuvo en cuenta la pretendida insistencia chilena que con respecto a límites y tratados estos eran inmodificables. Bolivia al presentar su memoria en La Haya ha hecho lo que haría cualquier pueblo que ha visto truncado su desarrollo por una mediterraneidad injusta e impuesta a punta de bayonetas y corvos, los mismos que hoy se regalan por participar en competencias de futbol.
Un poco historia no le hace mal a nadie
135 años atrás, en la denominada Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre según la historiografía que se consulte, tres naciones sudamericanas se enfrentaban: Chile contra Perú y Bolivia. La contienda finalizó con el triunfo del ejército chileno sobre la coalición, que significó para Chile la incorporación de los actuales y ricos territorios de la Primera y Segunda Región (Tarapacá y Antofagasta respectivamente). Bolivia, en aquella contienda, acabó aislada y en condición mediterránea al perder su acceso a los puertos del Pacífico. Esta situación ha sido una reivindicación centenaria del vecino país y bandera de lucha de todos y cada uno de sus políticos. Para Perú, la Guerra significó la pérdida de la ciudad de Arica e Iquique, actuales polos de desarrollo económico de la primera región chilena y centro de salida del 70% de las exportaciones bolivianas.
En ese mismo período y aprovechando la Guerra en el norte, la República Argentina ocupó militarmente el área al sur del Río Negro y obligó al gobierno chileno de la época, dirigido por el presidente Domingo Santa María, a firmar un Tratado de Límites que entregó ese amplio territorio a la soberanía argentina. Más de 1 millón de kilómetros cuadrados, ricos en yacimientos de hidrocarburos, gas natural y de placidez alimentaría para millones de cabezas de ganado. Todo esto confirmado en la actualidad pero que en aquellos tiempos se suponía, bajo el influjo de los estudios del naturalista Charles Darwin, que eran territorios sin ningún valor.
El mes de marzo representa para el pueblo boliviano, un período de recuerdos dolorosos, pues se conmemora la pérdida de su cualidad marítima y con ello el comienzo de 135 años de enclaustramiento mediterráneo. El 23 de marzo del año 1879 las tropas chilenas, en pleno desarrollo de la Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre, según la historiografía que se consulte; atacaron el pueblo minero boliviano de Calama, muriendo en la defensa de ese enclave el considerado héroe nacional altiplánico, Eduardo Abaroa Hidalgo. Desde ese momento el mencionado 23 de marzo deviene en el hito histórico por excelencia de Bolivia, que significó no sólo el retiro de las tropas de ese país del denominado en ese entonces Departamento del Litoral, sino también el impedimento para volver a ocupar territorio con acceso al Océano Pacífico y con ello el inicio de un contencioso, a estas alturas crónico y poco beneficiosos para las relaciones entre ambos pueblos.
Con Bolivia, el tránsito de demanda, por una salida soberana al Océano Pacífico, pérdida en una Guerra sostenida contra Chile entre los años 1879 y 1881 ha sido un camino duro, un diálogo de sordos, en muchas ocasiones y esperanzas de lograr acuerdos, en otras. Búsqueda de arreglos, que fracasaron con gobiernos civiles e incluso dictaduras militares como la de Augusto Pinochet en Chile y Hugo Banzer en el país altiplánico, que paradojalmente supuso el momento de mayor cercanía para lograr el ansiado deseo boliviano de retornar al Pacífico en el denominado abrazo de Charaña en el año 1978. Un año complejo, pues ese mismo año la Dictadura Militar chilena estuvo a punto de enfrascarse en una guerra con la Dictadura Militar Argentina en los mares del sur – por el dominio de las islas, Picton, Nueva y Lenox ubicadas en el Canal Beagle – y que supuso la intervención del Vaticano, en una mediación que detuvo una contienda bélica ad portas.
Charaña representó un Acta Histórica, que permitió restablecer las relaciones diplomáticas entre Chile y Bolivia, suspendidas desde el año 1962, sentando, además, las bases para la elaboración de un diseño político internacional, que permitiera concretar una solución aceptable para Bolivia en materia de su recuperación de la cualidad marítima. El gobierno chileno propuso, en aquella ocasión el ceder una franja de tierra a lo largo de la frontera que se tenía con Perú, que iba desde el Océano Pacífico hasta la frontera con Bolivia. Esta idea fracasó estrepitosamente, principalmente porque uno de los actores en las negociaciones – que no estuvo presente en aquella ocasión – se negó a aceptar una partición de territorio que supusiera el dejar de tener frontera con Chile, apelando para ello a lo estipulado en el Tratado del año 1929. Efectivamente, como Bolivia exigía una salida soberna al mar y ante la posibilidad que Chile se la diera cediéndole territorios anteriormente peruanos, el gobierno peruano que firmó el tratado de 1929 con Chile exigió la incorporación de un protocolo complementario en la que se estipularía que Chile no cedería ningún territorio que hubiese sido peruano a Bolivia sin consultar primero al Perú.
Existe una fecha anterior al Acta de Charaña, tres décadas antes, que también permitió vislumbrar un acuerdo favorable a Bolivia. Me refiero a las conversaciones llevadas a cabo, entre Santiago y La Paz, en el período que va desde el año 1947 al 1950, para otorgar una salida al mar a Bolivia, bajo la idea de un corredor terrestre que tendría como contrapartida, una serie de compensaciones en el área económica, fundamentalmente vinculadas a la utilización de las aguas del lago Titicaca, para un norte chileno sediento en materia de agua para seres humanos y la industria minera en pleno desarrollo.
Dichas tratativas quedaron estancadas, por dos razones principales: negativa recepción de la parte peruana a la idea de llegar a un acuerdo chileno-boliviano que se negaba a otorgar su voto positivo, para que Chile ocupara las aguas del lago Titicaca unido a una percepción de las sociedades chileno-boliviana y peruana poco favorable a consensuar un acuerdo que para unos y otros implicaba ceder “demasiado”. Medio siglo después, para Ollanta Humala, actual presidente peruano, frente a la posibilidad de ceder un corredor a Bolivia al norte de Arica ha sostenido, que respalda la reivindicación boliviana de salida al mar y que está plenamente de acuerdo con ese corredor pero que sea al sur del puerto de Arica. Cualquier mecanismo de negociación bilateral entre Chile y Bolivia involucra, necesariamente, al Perú, sus intereses y su política de Estado. Y, si ello no se considera y planifica así, “cualquier mesa de negociación será una mesa coja” ha sostenido el mandatario peruano.
Política de Estado en materia exterior
Cuando en Bolivia el MAS aún definía cuál iba a ser la fórmula presidencial para enfrentar las elecciones del año 2005 – que finalmente le dieron la victoria a Evo Morales – este articulista entrevistó en su departamento de la capital boliviana, a quien sería finalmente vicepresidente: el sociólogo y ex guerrillero Álvaro García Linera quien ante la interrogante sobre el cómo mejorar las relaciones con Chile sostenía “ el mundo innegablemente ha cambiado y ello implica mudar las viejas formas de entender las relaciones entre nuestros pueblos. Relaciones que deben avanzar de manera franca, abierta y honesta y ello obliga a resolver el viejo tema del acceso marítimo de Bolivia. Tema que está inmerso en la identidad cultural de nuestro pueblo.
El boliviano se define como boliviano a partir de las expropiaciones que considera que ha sufrido, tiene una carga histórica victimizada muy fuerte. Pensar que es posible articular relaciones de colaboración, integración y de hermandad entre países que nos necesitamos, soslayando una carga hereditaria tan fuerte, es muy difícil. Hay que avanzar en la integración, paralelamente al reconocimiento de nuestra demanda centenaria y esa señal debe venir de vuestro gobierno, de éste o del que venga”
Para García Linera esa aspiración no cambiará (y no ha cambiado en absoluto desde aquel entonces) y hace imposible integrar a nuestros pueblos sin que ello vaya acompañada de solucionar la reivindicación boliviana centenaria de recuperar el mar “La posibilidad de integración con Chile en el plano energético, hídrico, económico, político u otros pasa, obligatoriamente, por dar una solución al enclaustramiento marítimo boliviano. No lo ponemos como paso previo a los temas que enumeré, no se trata de no poder hablar sin antes tener salida soberana al mar. Puede ser un trabajo paralelo, con avances simultáneos. Con Chile lo que queremos tener no es una relación entre empresas petroleras transnacionales, sino que una relación de Estado a Estado, de dueños de sus riquezas naturales a otros dueños de sus riquezas. Queremos relaciones con Chile, sin empresas que consideran a los pueblos donde se instalan, sólo como mano de obra barata. Ya tuvimos la amarga experiencia de los acuerdos del año 2001 iniciados por Banzer y continuados por Tuto Quiroga, asumidos por Sánchez de Losada y que generaron la denominada Guerra del Gas. Eso en Chile lo tienen que recordar y no cometer los mismos errores creyendo que hay que negociar con transnacionales en lugar del Estado Boliviano y en eso seremos inflexibles”
Las palabras de García Linera, tras nueve años de pronunciadas, están más presente que nunca, concretadas incluso con una presentación ante la corte internacional de Justicia de La haya, mostrando con ello que Bolivia está dispuesto al uso de todos los instrumentos legales de que se dispone para sentar a Chile a la mesa de negociaciones para que “de buena fe se discuta sobre los derechos expectaticios (un derecho latente no perfeccionado) que La Paz dice tener de Chile, por promesas dadas de discutir una vuelta al Pacífico.
Para el abogado e internacionalista boliviano, Fernando Salazar Paredes este derecho expectaticio más que la idea de un oxímoron definido por algunos cientistas chilenos, es un pleonasmo, entendido éste como una especie de redundancia de palabras distintas que sirve para intensificar, resaltar o destacar el concepto que se quiere transmitir. Los derechos expectaticios de Bolivia están librados a la buena voluntad de dos países hermanos, uno más que el otro. Para este intelectual boliviano los derechos expectaticios de su país tienen, por ahora, más validez política que jurídica; son para ser esgrimidos en las negociaciones políticas, no ante una Corte que juzga en derecho; éstos, lamentablemente, carecen de una legitimidad jurídica ‘per se’, aunque sí tienen un valor ilustrativo y de convencimiento de primer orden.
En aquellas fechas, igualmente, tuve la oportunidad de entrevistar a quien sería pocos meses después el primer presidente indígena de Bolivia: Evo Morales Ayma. En esa ocasión, Morales expresó su deseo que Chile tuviera un cambio sustancial en la manera de llevar adelante su relaciones con Bolivia.
Algo de ese deseo se ha ido cumpliendo. ¿La posición chilena de no ceder en el tema marítimo puede ocasionar un conflicto en la región? pregunté en aquella ocasión, Evo respondió “Chile tiene miles de kilómetro de costa, nosotros tenemos millones de metros cúbicos de gas y agua. Podemos compartir nuestros recursos naturales pero a cambio de recuperar nuestra cualidad marítima” Esas palabras siguen tan vigentes hoy como ayer, a pesar que la propia miopía política de la política exterior chilena y las presiones políticas internas condujeron al gobierno boliviano a dirigir su mirada y sus legajos de documentos a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Es este tipo de miopía lo que hace concluir que Chile tiene una mirada soberbia, de sostener la vista en el norte y tener escasa habilidad y voluntad de solucionar contenciosos en el ámbito vecinal.
Al asumir su primer período presidencial, en marzo del año 2006, el mandatario boliviano Evo Morales se planteó trabajar por dotar a su país de una política exterior profesional y enfocada, principalmente en acercarse a Latinoamérica y tener como eje prioritario el retorno al Pacífico, como permanente aspiración de la sociedad boliviana, radicado en su ADN político y social. Fue así que al poco tiempo de asumir el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores, el canciller boliviano David Choquehuanca se reunió en las riberas del lago Titicaca, con la plana directiva de la Cancillería boliviana, además de diversos representantes de instituciones y sectores de la sociedad civil boliviana, para comenzar a definir lo que se denominó como eje estratégico “necesidad de dotar a Bolivia de una nueva política exterior”.
Una política que estableciera, tal como lo sostuvo el vicecanciller René Dorfler “una revisión y un estudio de la agenda bilateral que tiene Bolivia y Chile. Desde hace 180 años que Bolivia viene persiguiendo el establecimiento de una política exterior de Estado y llegó el momento de definirla”. Uno de los participantes a dicho encuentro confidenció a este articulista que “uno de los puntos coincidentes en dicha reunión fue el considerar la política exterior chilena como una política de Estado: permanente y coherente, que debía ser la aspiración de nuestra política en aras de poder enfrentar a Chile en su propio terreno y ello implica profesionalizar nuestra cancillería y plantearnos objetivos estratégicos posibles de concretar, sin dejar de lado nuestra aspiración de recuperar nuestra cualidad marítima”
Mirada bastante generosa pues sostengo que Chile no ha tenido una política de Estado en estas materias de relaciones vecinales, sino más bien miradas coyunturales, poco asertivas y sobre todo soberbias y distantes de la necesidad de estrechar vínculos. Podrán coincidir los partidos políticos, el Senado y la Cámara de Diputados pero ello, en modo alguno refleja una mirada de Estado, sino que intereses particulares, ciegos y sordos a la necesidad de integración latinoamericana. Si la obsecuencia, el mirar para el lado o alejarse de los vecinos es considerado por la clase política como “una política de Estado”, esta visión debe ser modificada. Difícil hoy que el poder ejecutivo, sujeto a enormes presiones ha decidido impugnar la competencia del Tribunal internacional de La Haya.
Como parte de las conversaciones dirigidas por Choquehuanca – considerado un duro con Chile, dentro del núcleo cercano a Evo Morales y crítico de la escasa recepción que han tenido la reivindicación boliviana ante las diversas autoridades chilenas – se concluyó que la reintegración marítima sigue siendo el objetivo irrenunciable de Bolivia. El tema energético también estuvo en la tabla de discusión ante la posibilidad cierta de vender gas a Chile, a pesar de lo catalizador que significó en la salida del ex presidente Carlos Meza el año 2003. La nueva política exterior boliviana comenzó a ser definida a partir de la necesidad de dotarse de ella. No existía, a no ser la consabida argumentación que no se hablaría con Chile, no se restablecerían los vínculos mientras no hubiese una solución a la mediterraneidad. Dicha idea ha sido mediatizada a partir de la decisión, ya consensuada con Chile que Morales se reuniría con Michelle Bachelet en una reunión privada, para abordar todos los temas de la agenda bilateral.
Las declaraciones de David Choquehuanca después de la reunión ampliada del año 2006 , sentaron las bases para entender que Bolivia comenzaba a transitar, efectivamente, hacia la conformación de una nueva política exterior, visionada en la perspectiva clara de no vincular como única y estricta decisión, la política de gas por mar establecida en el gobierno del ex presidente Carlos Mesa. El gobierno del ex mandatario Eduardo Rodríguez y el de Evo Morales en ambos períodos presidenciales, han emitido señales potentes, encaminados a la normalización de nuestras relaciones. Lo más nítido a partir del análisis de la política exterior boliviana de la última década es que aquella línea discursiva y práctica de gas por mar, establecida suicidamente por Mesa, no ha sido el eje dominante de Palacio Quemado. El tema de la salida al mar para Bolivia tiene mérito en sí mismo, es suficientemente sustantivo para la reivindicación del pueblo boliviano como para ser vinculada a un mecanismo de intercambio.
El análisis del primer período de gobierno de Evo Morales y su periplo internacional indicaron, que a inicios del siglo XXI, se convertiría en un gobierno dotado de un nivel de simpatía sin precedentes, con gran interés internacional, ya sea por la amplitud de su política: en materia de cumplir sus promesas respecto a la propiedad de los hidrocarburos o la constitución de una asamblea constituyente, sino también por el origen de su mandatario y su base social de apoyo. De todo este proceso, Chile debía tomar buena nota, pues todo indicaba que el tema de la reivindicación marítima boliviana generaría un vasto campo de apoyo tanto de Estados como de opinión pública mundial. Eso permitirá que Bolivia colocara, como parte de una normalización estratégica de las relaciones con Chile el tema del mar sin precondicionarlo discursivamente y eso, desde ya, era dotarse de una nueva política exterior. Lo que quieren algunos políticos, aupados con empresarios y sectores militares, tanto en Chile, como en Bolivia y Perú es simplemente dividir para reinar y eso lo tiene que entender Chile y no seguir con una política económica expansionista, creyendo que las soluciones son sólo monetarias y no políticas. Los gobiernos chilenos deben dejar de lado su actitud egoísta ante sus países vecinos y hermanos. Los conflictos de hoy son producto de nuestra falta de entendimiento, de escalada de declaraciones y acciones que no conducen a nada bueno. En conclusión, Chile no ha tomado nota en absoluto del proceso político vivido en Bolivia en la última década.
La bipolar trilateralidad
El diseño de construir política interna, con temas de política exterior, suele dar buenos resultados, pero coyunturales. Por un lado, la diplomacia del gas con Bolivia y su apoyo tácito a su reivindicación marítima con Chile, el desarrollo de Camisea en el Perú y el diferendo marítimo encauzado hacia La Haya, son componentes de una misma opereta. Es legítimo que Chile y Perú hayan tenido diferencias sobre un tema tan técnico como es la delimitación de las millas marítimas, como también que Bolivia reivindique su centenaria aspiración de volver al Pacífico, pero constituye un peligroso precedente, que la forma de enfrentarlo se encuentre gobernada por la conveniencia coyuntural de la política interna. Eso genera un cuadro de tripolaridad bipolar, que generalmente termina en episodios de sicosis declarativas y acciones de las cuales solemos arrepentirnos dramáticamente.
Chile debe construir una predisposición nítida clara de buena vecindad, emitir señales respecto a que su agenda exterior es una agenda múltiple, que no excluye ningún tema. Eso implica profundizar los acuerdos comerciales, establecer un profundo acercamiento en los terrenos culturales, intelectuales, de la sociedad civil, de los flujos migratorios, estableciendo leyes más acogedoras y también hablar sobre el acceso boliviano al Pacífico. Por el lado boliviano Evo Morales dio en su momento claras señales lo suficientemente poderosas y positivas que buscaba encontrar una solución al diferendo con Chile, tal vez porque en ello se marque la impronta de su gobierno que incluye la posibilidad cierta de reestablecer relaciones diplomáticas plenas con Chile. Esto a pesar de haber sido un fustigador acérrimo de la política exterior chilena y que sin embargo hoy, en su papel de jefe de Estado exige otra mirada y otra conducta.
La política exterior chilena, en materia de relaciones con los países vecinos ha diferido entre oposición y gobierno, marcado sobre todo, por la mediocre política exterior del ex Presidente Sebastián Piñera y su equipo de Cancillería encabezado por el ex Ministro Alfredo Moreno, que nos alejó claramente de Latinoamérica, enfocándose en acuerdo como la Alianza del Pacífico o centrando nuestra política regional en la poco asertiva política de las cuerdas separadas. Creyendo que más enfocados y motivados por lograr la mayor cantidad de acuerdos en el ámbito comercial, lograríamos sortear los intrincados vericuetos políticos donde políticos aficionados como los que gobernaron Chile entre el año 2010 y 2014 se pierden como en el laberinto del Minotauro.
En Bolivia, en cambio, su clase política, analistas y el propio gobierno coinciden en la visión estratégica respecto a su relación con Chile: exigir la recuperación de su cualidad marítima y eso une transversalmente a la clase política y a la sociedad boliviana en general. Sea mediante la ratificación de la agenda de los trece puntos iniciada con Bachelet – y a la cual se le exigirá en su segundo mandato que se trabaje en ella, al margen de La Haya – o una nueva agenda, que surja hipotéticamente de la cancillería chilena presidida por un hombre con mirada más norte que sur: Heraldo Muñoz. Bolivia sabe, que como nunca antes el tema del mar está unido a factores económicos que no pueden ser soslayados por Chile sin que ello explote de forma catastrófica: gas boliviano, las aguas del Silala y el comercio exterior boliviano que en un 70% transita por puertos chilenos (Arica-Iquique y Antofagasta) que implica un mutuo beneficio, pero que Bolivia está explotando hábilmente.
Chile necesita a sus vecinos y estos a Chile. Estamos inmersos en un barrio pequeño, frágil, donde cada uno cumple una función y que puede ser potenciada si el ánimo, la voluntad y el deseo de ser más que uno logra imponerse sobre el chauvinismo, el egoísmo y los conflictos que sólo desunen. Mientras no se entienda que tres son más que uno y que la integración política, económica y comercial es posible, necesaria e ineludible, seguiremos anclados en un pasado que se resiste a liberar nuestras mentes y acciones. Seguir pensando como aquel empresario chileno quien sostenía que nuestros vecinos – en especial Perú – no son de fiar, es dar pié para que los proyectos de integración se queden sólo en el papel y eso es el suicidio para nuestros pueblos. Entre el Mar y La Haya hay puentes que construir y ese es un imperativo.
Una herida abierta
Para el analista paceño Jorge Zambrana Jiménez, con la ocupación chilena del litoral boliviano “se le ha cercenado a Bolivia un pedazo de territorio, que constituía la verdadera válvula de su vida, pues hemos quedado completamente aislados del mar y con un carácter tributario de las naciones limítrofes…la invasión chilena fue una acción filibustera que agredió, ocupó, degradó y comenzó a dominar nuestro litoral por la fuerza militar y la violencia usurpadora…la obligada mediterraneidad a que Bolivia ha sido sometida clama pronta reparación… Lo que ha hecho Chile con Bolivia no tiene antecedentes en la historia mundial. Ningún Estado ha condenado a la asfixia perpetua a otro, como en el presente caso, cercenándole sus únicos vitales pulmones habilitados”
Para Zambrana con la pérdida de Antofagasta, Tocopilla, Mejillones y Cobija – 400 kilómetros de costa y 120 mil kilómetros cuadrados de lo que sería después la principal región minera chilena (actual II región de Antofagasta) Bolivia perdió parte importante de su posibilidad de desarrollo, por ello “Chile tiene la obligación moral, política y ética de restituir a Bolivia su acceso propio y soberano al mar, terminando con el funesto tutelaje que ha imperado hasta hoy… El Gobierno transandino debe aceptar que persiste el problema y que no tenemos una “aspiración” a conseguir algo que es suyo sino un derecho a recuperar nuestro mar, el litoral y los puertos soberanos que nos fueron arrebatados” concluye el mencionado analista boliviano.
Pongo en extenso esta expresión de sentimientos, porque de una forma u otra, con bemoles más o menos, la opinión de Zambrana es la opinión de gran parte de la clase política –al menos en el discurso – de los historiadores y el sentido común de la sociedad boliviana, que ha sido sopesada y conocida, a su vez, por la clase política chilena, sus fuerzas armadas y todo aquel que de una u otra manera ha tratado en escritos, opiniones o en relaciones bilaterales este contencioso chileno-boliviano con relación al tema marítimo. Las negociaciones entre Bolivia y Chile, de la última década tuvieron un salto cualitativo en julio de 2006, bajo el primer gobierno de la presidenta chilena Michelle Bachelet y el primer período presidencial del mandatario boliviano Evo Morales. Ello, sobre una agenda de 13 puntos (pie de página 1). Puntos de discusión que incluyeron variados temas, entre ellos el tema marítimo, los recursos hídricos, la integración fronteriza, la complementación económica, la seguridad y materias de defensa entre otros.
En consonancia con la política denominada de “diálogo sin exclusiones”, inaugurado el 2006 entre Chile y Bolivia, coincidente con el inicio las administraciones de Evo Morales y Michelle Bachelet (con el puntapié inicial dado por el ex presidente Ricardo lagos), Bolivia y Chile han iniciado una política basada en un “diálogo sin imposiciones”. Se trata de una agenda de 13 puntos que incluye el tema marítimo.
La Agenda de Trabajo incluye trece puntos a discutir dividida en dos áreas de trabajo
AREA N° 1
El desarrollo de la confianza mutua.
La integración fronteriza.
El libre tránsito.
La integración física.
La complementación económica.
Recursos Hídricos (las aguas del Silala)
AREA N° 2
El tema marítimo.
La lucha contra la pobreza.
Seguridad. y Defensa
Cooperación para el control del tráfico ilícito de drogas y precursores.
Educación, Ciencia y Tecnología.
Culturas y otros temas.
Esa claridad de puntos de discusión acercó a Santiago y La Paz en forma muy positiva, después de muchos años de desencuentros y declaraciones y acciones belicosas. Los encuentros bilaterales en reuniones internacionales entre la Bachelet de su primer período presidencial y Morales llamaron la atención pro el respeto, delicadeza y prudencia con que se llevaron a cabo. Como ratificación de la excelente sintonía entre Chile y Bolivia, el 30 de junio del año 2007 las cancillerías de ambos países lograron un preacuerdo sobre las aguas del Silala.
Esta “cesión” fue criticada por cívicos de Potosí, ex cancilleres, expertos en el tema y el ex presidente boliviano Carlos Mesa Gisbert quien sostuvo que “nunca vio un Gobierno tan entreguista como el de Morales”. Otros guiños bolivianos a Chile se dieron cuando Morales afirmó que la demanda limítrofe peruana ante La Haya, perjudicaba a la salida marítima de Bolivia e incluso aseguró en su momento, que tenía información que el mandatario peruano sabe que perderá el proceso. Esto hizo arder Troya y Evo Morales fue duramente criticado por políticos del vecino país que lo acusaron de injerencia en los asuntos internos del Perú.
Tanto el gobierno de Evo Morales como el de Michelle Bachelet negaron, por separado, en su oportunidad que se haya llegado – bajo el marco de la agenda de los 13 puntos – a un acuerdo para dar salida al mar a Bolivia. Tales afirmaciones no convencieron a Lima, que siguió insistiendo y ratificó sus sospechas, sobre un presunto pacto “bajo la mesa” entre ambos países, por lo que demandó participar en cualquier decisión de Chile sobre una eventual salida al mar para Bolivia por territorios que fueron peruanos, porque así lo establece el tratado de 1929. Así lo declaró, el ex canciller peruano José Antonio García Belaúnde quien reiteró que “cualquier solución soberana por (la ciudad fronteriza chilena de) Arica, tiene que ser de común acuerdo entre Perú y Chile”.
El embajador boliviano en Perú, Franz Solano, salió a la palestra afirmando que “el diálogo con Chile, sobre los 13 puntos, no es nada secreto y nuestras conversaciones para acceder a una salida al mar se encuentran bastante avanzadas” Según la agencia peruana de noticias Andina, Solano señaló que entre las posibles fórmulas de solución, se contempla la salida boliviana al mar a través de la Línea de la Concordia. El diplomático boliviano precisó que existirían otras fórmulas que se están buscando y otros esquemas que se vienen evaluando a favor de Bolivia como son los enclaves y la supremacía territorial”.
Desde Chile se optó por la cautela, pero sin dejar de lado firmes declaraciones frente a las denuncias peruanas. El Ministro de Relaciones Exteriores chileno de ese entonces, Mariano Fernández, sostuvo que “con relación a Perú y las declaraciones de su presidente ya hemos contestado lo que correspondía y no tenemos nada más que decir. Nosotros optamos por dar prioridad a cuestiones determinantes en su relación con los países, y en el caso de los vínculos con Perú, optamos por relaciones inteligentes que no obstaculicen materias fundamentales como el comercio bilateral y las inversiones…la pretensión peruana de modificar el actual límite marítimo entre ambas naciones, crea situaciones que “inhiben una mayor creatividad en cosas que serían muy positivas para los dos países y para el conjunto de América Latina”.
En su oportunidad el profesor Pedro Godoy, Presidente del Centro de Estudios Chilenos (CEDECH) y un profundo conocedor de la realidad política de Latinoamérica señaló a este articulista una reflexión hoy más vigente que nunca “los excesos de declaraciones empapadas de nacionalismo tiene su explicación, pues el chauvinismo como conducta episódica es una muestra que las heridas de la Guerra del Pacífico aún perduran. Sostener que no hay nada pendiente con Perú y con Bolivia es un error trágico, pues impide el desarrollo armónico de nuestros pueblos, paraliza el avance de estas repúblicas y bloquea una idea integradora como son los corredores bioceánicos. El disponer de un enclave portuario boliviano implicaría un vigoroso polo de prosperidad, necesario para superar la decadencia de nuestro norte. Chile padece de hambruna energética y déficit de agua dulce. Por ello estamos obligados a negociar y nuestra cancillería tendrá que terminar su añoso maridaje con el dogmatismo patriotero”.
En febrero del año 2011, tras un año de gobierno del ex presidente derechista chileno, Sebastián Piñera, el presidente boliviano Evo Morales señaló a pocos día de la celebración del Día del mar, , que esperaba que el día 23 de marzo el gobierno chileno entregara una propuesta “concreta” sobre la centenaria demanda marítima del país altiplánico que permitiera recuperar lo que nuestros vecinos denominan “su cualidad marítima” y a cuyo enclaustramiento achacan sus males crónicos en materia de desarrollo económico. “que bueno sería que el día 23 de marzo haya una propuesta concreta del gobierno de Piñera. Sería una enorme satisfacción para el pueblo boliviano – expresó Morales a medios periodísticos en Palacio Quemado – pues valoramos positivamente los encuentros que hemos sostenido en el ámbito de nuestras cancillerías”
Morales no desconoció que se habían logrado avances en materia de normalización de relaciones diplomáticas con Chile desde la Agenda de los 13 puntos y los primeros y escasos acercamientos con el gobierno del saliente presidente chileno Sebastián Piñera (recordemos que son relaciones diplomáticas suspendidas a nivel de embajadores desde el año 1978) “Siento que hemos logrado avances con estas reuniones y pienso que sería bueno entonces tener respuestas frente a nuestra aspiración de retornar al Pacífico. Tal vez la presentación de la propuesta no será la solución al conflicto pero sería un avance. Cuando hay confianza se pueden resolver los problemas y no sólo estancarnos en el tema del mar, que es por supuesto un tema histórico, que estoy seguro que avanzará hasta lograr acuerdos” declaró Morales a inicios de ese año 2011. Declaraciones que no encontraron eco alguno en la Moneda, más interesada en acercarse a Perú, Colombia y México a través de la Alianza del Pacífico, vía influjo de Washington.
El recurrente tema marítimo volvió a tener un salto comunicacional, cuando el vicepresidente de la cámara de diputados, en ese entonces, el derechista Iván Moreira señaló que durante la administración de la presidenta Michelle Bachelet se habló “claramente con el gobierno de Evo Morales, de una cesión de territorios por parte de Chile y también por parte de Bolivia como compensación”. Tal afirmación, desmentida en los círculos cercanos a Bachelet, como también por las autoridades diplomáticas bolivianas, parece haber sido sacada por Moreira de informes dados a conocer por el ex vicecanciller de Bolivia Hugo Fernández. Éste, reveló días antes del discurso de Morales, que el gobierno de la ex presidenta Bachelet ofreció al gobierno de Evo Morales un enclave sin soberanía de 28 kilómetros de costa en la zona ubicada al sur de la Quebrada de Camarones y al norte de la ciudad de Iquique, por un tiempo estimado de 99 años.
El canciller David Choquehuanca, a nombre del gobierno boliviano desmintió tajantemente dicha versión, que además iría contra toda lógica de cumplimiento de Tratados firmados con Perú. Convenios que establecen, expresamente, que el Gobierno de Chile no podrá ceder a un tercero, territorios que hayan sido peruanos, tal como acontece en esa zona, conquistada al Perú tras la Guerra del Pacífico entre los años 1879 y 1884. Y aquí es donde surge el problema principal, en cualquier negociación que se tenga entre Chile- Perú y Bolivia, en materia de conceder una salida al mar para este último país: el concepto de soberanía y la viabilidad de llevar a la práctica una cesión de territorios que suele levantar los más encendidos ánimos chauvinistas.
Así lo corroboró el diputado socialista chileno Marcelo Díaz, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la cámara baja, quien señaló en aquella oportunidad, que el tema de la soberanía hace compleja la negociación marítima, sugiriendo una negociación gradual. “El problema está en la soberanía –a afirma Díaz- Ya el gobierno del ex presidente Lagos exploró la fórmula de un denominado enclave exportador, pero al hablar de soberanía se traban las conversaciones pues no es una decisión fácil para ningún gobierno.
Este tema no se va a resolver en un solo acto se requieren varios actos y buena voluntad de las partes. Lo importante es llegar, más temprano que tarde a un acuerdo entre las relaciones chileno-bolivianas que ponga fin a este asunto pendiente y nos permita un camino de cooperación estratégica entre ambos pueblos”.
El deseo boliviano, a la luz de las conversaciones sostenidas por este articulista con asesores de gobierno y analistas políticos del vecino país, era el mismo: tener en la mesa de negociación una propuesta clara y concreta del gobierno de Piñera, que se había metido en un callejón de difícil salida en su afán de ser recordado como el presidente que logró solucionar los contenciosos con sus vecinos. Evo Morales a su vez tenía prisa por mostrar avances en una reivindicación que une a moros y cristianos, a collas y cambas y tener una respuesta del gobierno chileno, traspasándole así la presión que puede derivar en un impasse diplomático de marca mayor.
Es lo que temía la cancillería chilena, que trató con todos los medios posibles de bajarle el perfil a la exigencia del día 23 de marzo como fecha tope anunciada por La Paz para tener una propuesta a la pretensión boliviana de volver al Pacífico. Astutamente, Palacio Quemado dejó la pelota dando bote en el área chilena, lo que mostró la impericia del equipo que había conformado el millonario ex canciller chileno Alfredo Moreno.
Al no obtener la respuesta deseada se volvió a fojas cero en el diálogo Santiago- La Paz y con ello se comenzó a tejer la red que desembocaría finalmente en la decisión boliviana de seguir los pasos de Perú: llevar el tema marítimo a la Corte internacional de justicia de La Haya. Recordemos, que el diferendo limítrofe marítimo, que enfrentó en la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) a los gobiernos de Chile y Perú encontró en los alegatos jurídicos, la presentación de memorias, contramemorias, replicas, dúplicas y fases de defensa oral de los argumentos esgrimidos por uno y otro país, el espacio menos sangriento donde dirimir un contencioso que se arrastraba ya por 27 años. Hablamos de casi tres décadas, pues el año 1986 Perú, por primera vez, a través del fallecido ex Canciller Juan Miguel Bákula presentó el 23 de mayo del año 1986 ante su par chileno de la época (el ex canciller Jaime del Valle) la exigencia de proceder a la delimitación de los espacios marítimos entre Chile y Perú.
Tal presentación se conoce como el memorándum Bákula y fue exhibido por Torre Tagle (la sede de la cancillería peruana) como una muestra que la exigencia de delimitar la zona en disputa estaba presente en la política exterior peruana. Y en ayuda de esa postura el dictamen de la CIJ en favor de Nicaragua contra Colombia vino a allegar más agua al molino favorable a la pretensión peruana de acceder a 35 mil kilómetros cuadrados de mar frente a sus costas.
En el caso boliviano, el propio mandatario Evo Morales en su discurso por el Día del Mar, el 23 de marzo del año 2013 explicitó – convencido ya que bajo el gobierno del ex presidente chileno Sebastián Piñera nada se podría conseguir en materia de acceso al Pacífico que “en pleno siglo XXI, Chile no puede continuar siendo un mal vecino”. Palabras calificadas como inamistosas por parte de la Cancillería chilena, que nuevamente se quedó sólo en la forma de los argumentos bolivianos, sin profundizar en los deseos profundos de ese gobierno y su sociedad. Las afirmaciones de Morales fueron defendidas por altos funcionarios de su gobierno, como es el caso del responsable de la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima (DIREMAR) Juan Lanchipa quien señaló que “sobre la mala vecindad, es evidente y demostrable la declaración del presidente Morales ¿cómo puede un Estado considerarse un buen vecino si primero usurpa territorios, incumple tratados y llega a minar toda su frontera?”.
El Director de Diremar, el organismo creado especialmente por Morales para llevar adelante todas las estrategias de Bolivia destinadas a conseguir la salida soberana al mar sostuvo que la calificación de “mal vecino se ajusta a la realidad. No son declaraciones ofensivas.
Somos un país pacifista y de ninguna manera pretendemos generar actitudes de ofensas a otros Estados” Con esta declaración, Lanchipa daba respuesta a las afirmaciones del ex canciller chileno, Alfredo Moreno, que calificó las palabras de Evo Morales “como una versión interesada de la historia que distorsiona el presente y que utiliza expresiones ofensivas y hace cargos infundados que no coinciden con la buena vecindad que Chile ha ofrecido”. Ofrecimiento basado en la derruida política de las cuerdas separadas – es decir separar los manejos políticos de las relaciones comerciales con nuestros vecinos especialmente – como si ambas materias no tuvieran una clara cercanía.
La expresión de Morales, las opiniones de historiadores y la sociedad boliviana en general, aparentemente tan extrema, no se diferencia mucho en mucho del otro extremo argumentativo surandino, cuyo ejemplo son las palabras del ex Canciller Moreno o la clase política chilena en general, , que suelen desconocer tener cualquier problema con su vecino altiplánico e incluso desmerecen sus reivindicaciones bajo argumentos como “ganamos una guerra y los triunfadores ponen las condiciones” “Los Tratados son inmodificables” o aquel que afirma que “no existe temas pendientes con Bolivia”.
Mismo argumento sostenido con Perú a lo largo de las últimas décadas y que obligó, finalmente a Torre Tagle (sede de la cancillería peruana) a presentar su demanda ante la CIJ de La Haya con los resultados ya conocidos. La teoría de las cuerdas separadas, el diálogo de sordos no pueden ser una política de Estado. Con los vecinos se conversa, se llega a acuerdos, se piensa en un desarrollo común, se discrepa pero, obligatoriamente se deben establecer canales de comunicación que evite recurrir a instancias que suelen separar a los pueblos, más por la impericia del manejo estatal de sus gobiernos, que el deseo de sus sociedades.
Únase a ello la percepción de la masa social, aquella que suele responder a eslogan, llamados patrioteros y soflamas nacionalistas, respecto a cierta condición de inferioridad de nuestros vecinos, que expresan cierto desdén de vivir en el mismo barrio regional, con los vecinos que tenemos. Ideas que suelen expresarse sin tapujos en cuanto chat, foro o declaraciones públicas que alientan el decir lo primero que les viene a la cabeza en un sentido de chauvinismo extemporáneo y que desmerece los esfuerzo de unidad latinoamericana.
El progreso de nuestros pueblos exige que los países, sobre todo si estos son vecinos y complementarios, logren acuerdos en múltiples planos, más allá de las diferencias históricas que suelen matizar sus relaciones. La política externa suele estar teñida de los avatares internos pero, no puede ser la causa de los problemas, sino más bien la posibilidad de buscar soluciones comunes.
El enclaustramiento boliviano indudablemente debe inquietarnos como latinoamericanos, al Cono Sur latinoamericano y, lógicamente, a Chile pues el no resolver esta reivindicación boliviana de recuperar su cualidad marítima, seguirá tiñendo cualquier posibilidad de lograr otros acuerdos. Más aún cuando la riqueza hidrocarburífera del país altiplánico y el líquido elemento – que ellos poseen en abundancia y fronteriza con Chile y que requieren con vital necesidad las minas y ciudades del norte chileno – han implicado la presencia de personajes nuevos en la mesa de negociaciones: Gas y Agua, como elementos a tener muy presente en los futuros acuerdos chileno-bolivianos.
Para analistas chilenos y bolivianos consultados por este articulista, existe una clara coincidencia respecto a entender las relaciones entre Chile y sus vecinos, en especial con Perú y con Bolivia no sólo entre gobiernos y estados, sino que imbricar también en esta correspondencia la rica y extensa relación entre los pueblos, que establecen consonancias sociales, económicas y culturales. Por tanto, para hacer un balance de las relaciones bilaterales chileno-bolivianas debemos mirar esta relación desde la globalidad, desde la complejidad de dos pueblos hermanos, con sus diferencias pero también con sus similitudes y no caer en ello en una visión reductiva y coyuntural.
Las tensiones aumentan, porque las diferencias, en primer lugar deben ser procesadas por canales diplomáticos y si los organismos y los seres humanos que manejan este canal tienen visiones y conductas radicalmente distintas, difícilmente exista un encuentro. Por otra parte, la forma en que se han manejado las relaciones diplomáticas, los deseos bolivianos de volver al Pacífico y las respuestas de los gobiernos chilenos han contribuido a aumentar el ruido político internacional entre ambas naciones. El mundo dejó de ser ese espacio pequeño, mezquino de resolver diferendos a partir de la negación o del mero ámbito bilateral. Las sociedades modernas se han dado instrumentos y formas de diálogo que implican la multilateralidad y ello implica entender al otro en su globalidad, no a partir de nuestro concepto y realidad local meramente.
El 24 de abril de 2013, tras seis años de negociaciones fracasadas al amparo de la denominada agenda de los 13 puntos (impulsada por el primer gobierno de la presidenta Chilena Michelle Bachelet el año 2006) el gobierno boliviano pidió formalmente a la Corte Internacional de Justicia de la Haya que se pronuncie y dictamine sobre la necesidad de obligar a Chile a “negociar de buena fe” una solución a su centenaria demanda marítima, en el sentido de recuperar su cualidad oceánica. El objeto central de la demanda boliviana es que la CIJ de La Haya obligue la gobierno chileno a sentarse a negociar por una salida al mar y no que La Haya resuelva este diferendo.
Y esta línea de trabajo ha sido muy inteligente por parte de la diplomacia boliviana, pues La Paz se ha cuidado mucho de no considerar el tratado de 1904 como inválido, lo que hubiese sido una estrategia fallida en el seno de la haya donde se hubiese considerado que tal tratado siguió las formalidades del derecho internacional, que es anterior al Pacto de Bogotá del año 1948 y que estaba, por tanto plenamente vigente. Bolivia más bien le ha dicho a la CIJ que aquel tratado se firmó con la promesa de Chile de otorgar una salida al mar a Bolivia y tal promesa ha sido incumplida, con lo cual, lógicamente, se entra en la discusión sobre un Tratado desnaturalizado en esencia. Y es aquí donde los derechos expectaticios, que se unen a las conversaciones de 1950, 1978 y la agenda de los trece puntos firmados con el primer gobierno de Michelle Bachelet adquieren relevancia.
Una memoria que se hace presente
El día martes 15 de abril del 2014 , el mandatario boliviano, Evo Morales, acompañado de su canciller, David Choquehuanca y el grupo de jurista británicos, Suizos, españoles, argentinos y de la propia Bolivia que defenderán la posición boliviana en la CIJ entregaron el documento denominado memoria. Este legajo político-legal recoge, en esencia los argumentos históricos y jurídicos de lo que reclama Bolivia a Chile en materia de volver al pacífico.
La Corte Internacional de La Haya fijó el 17 de abril como plazo máximo para que Bolivia entregara la documentación que fundamenta su demanda marítima contra Chile y lo obliga a negociar. Con dos días de anticipación, Bolivia cumplió con el trámite presentando un texto de más de 200 páginas. Morales sostuvo en aquella oportunidad que tenía muchas esperanza y confianza en la justicia internacional, al igual que en la presidenta Michelle Bachelet. Para Morales, en declaraciones efectuadas a la prensa internacional “El mar para Bolivia con soberanía no solamente es un tema bilateral, sino es un tema de carácter multilateral. Si pensamos en una verdadera integración, una paz plena pues ese tema debe resolverse, no solamente tomando en cuenta a la hermana República vecina de Chile, sino también a todos los países que tenemos que ver con las soluciones pacíficas y duraderas para nuestro continente” “ ¿qué pensará hoy?
Una vez que se conoció la presentación boliviana las declaraciones altisonates, las frases clicjhés comenzarón a iunundar la Moneda, la cancillería y cuanto micrófono se puso en labios de los voceros de la enemistad. Podemos resumir esas impresiones en la que el propio Canciller chileno señaló “ “esta acción- la memoria boliviana – convoca a nuestro país a asumir con la mayor unidad, convicción y serena sobriedad una demanda artificiosa, que carece de fundamento jurídico, y que revierte un proceso de diálogo constructivo y de generación de confianzas mutuas que Chile ha privilegiado, con total respeto al derecho internacional y a los tratados que lo unen con el Estado Plurinacional de Bolivia”.
“Venimos a Holanda para entregar esa Memoria histórica con mucha esperanza y confianza en el trabajo que pueda realizar la CIJ” Palabras que complementan el discurso pronunciado en la localidad de Tarija previo a su viaje a Holanda, donde Morales señaló que “viajamos a Holanda, no sólo confiados en la justicia internacional sino también confiados en los pueblos, en nuestra madre tierra, en nuestros dioses, convencidos de que esta injusticia debe ser reparada desde la Corte Internacional de Justicia. Esperamos que muy pronto Bolivia vuelva al océano Pacífico con soberanía después de 130 años de diálogo infructuoso hemos consultado a los ex presidentes y ex cancilleres, al pueblo boliviano, de acudir con mucho respeto y con mucha confianza al tribunal internacional para que un daño histórico se resuelva mediante la Corte Internacional de Justicia”, agregó.
Tanto en Bolivia como en los sectores más progresistas de la diplomacia chilena se expresaba la expectativa que el canciller chileno de la nueva administración de Michelle Bachelet proviniera del mundo progresista, que conociera de mejor forma el mundo latinoamericano, de tal forma de expresar un mayor énfasis en el mundo vecinal y multilateral. La designación de Heraldo Muñoz como Ministro de Relaciones Exteriores y el democratacristiano Edgardo Riveros (vinculado a la fundación alemana Konrad Adenauer) fue percibida en Palacio Quemado, a lo menos por ahora, como la continuación de la lógica chilena de seguir privilegiando el marco de entendimiento fundamentalmente económico, una política exterior centrada en la firma de los TLC y el énfasis en la liberalización y a los mecanismos de extensión comercial. Muñoz y Riveros y lo que será la política exterior chilena son vistas con cautela “habrá que darle una oportunidad al tándem” afirman en La Paz.
Chile, ya sea en gobiernos dictatoriales, de la Concertación, hasta marzo de este año 2014 de derecha y hoy, nuevamente con la mandataria Michelle Bachelet, sigue sosteniendo como política de Estado que sólo el ámbito bilateral es el marco de discusión adecuado en materia de relaciones diplomáticas, sobre todo si se trata de diferendos de límites. Y se ha mostrado reacio a aceptar que la Corte Internacional de Justicia de La Haya se inmiscuya en temas que cree son de resorte gobierno-gobierno (sólo la decisión hábil y política de Perú fue el resorte obligado para que la Moneda tuviera que aceptarlo sí o sí). Y el hecho de estar en La Haya, nuevamente con Bolivia, contratar abogados para la defensa de sus argumentos, entrar en la fase de presentar una contramemoria a los documentos presentados el día 15 de abril, personalmente por el presidente boliviano Evo Morales ante la CIJ de La Haya y estar convencido que nuevamente nos enfrentaremos a los dictámenes salomónicos, son la constatación más nítida que Torre Tagle (sede de la cancillería peruana) y palacio quemado en Bolivia, han sido más hábiles que la miope política exterior chilena, que sobre todo en los cuatro años de gobierno derechista dio pasos en falso que le han costado a Chile imagen y credibilidad, sobre todo ante sus pares latinoamericanos.
Bien sabemos que en Chile aquellos que se visten con el ropaje del nacionalismo, del chauvinismo exacerbado, de la defensa territorial a ultranza son, precisamente, aquellos que tiñen sus colores políticos de derecha, bien arropados también por políticos de la Nueva Mayoría e incluso de sectores considerados progresistas, que suelen olvidar que la cooperación, que la amistad entre los pueblos y no sólo entre empresarios y políticos, son los que garantizan buenas relaciones vecinales. La derrota que sufrió el gobierno chileno en La Haya, en el diferendo de límites marítimos con Perú bajo el concepto de criterio de equidad, que ya había sido mostrado en el contencioso entre Nicaragua y Colombio, es la clara señal que la decisión política de La Haya no se rige meramente por aspectos técnicos como repitieron como una letanía los juristas, políticos y diplomáticos chilenos. Lo más probables es que La haya determine que chile debe sentarse de buena fe a conversar con Bolivia respecto a los derechos expectaticios de recuperar su cualidad marítima.
La soberbia de una cancillería chilena dirigida por políticos poco hábiles en materias internacionales, bajo los gobiernos de la Concertación, luego por un ex gerente de retail, por un comerciante, por un empresario que supo hacer buenos negocios para sus jefes, pero que se mostró como un novato, inoperante y poco profesional frente a una cancillería peruana profesional, firme, clara, contundente, que llevaba años, con seriedad preparando sus alegatos fue un mazazo a un cuerpo diplomático chileno anquilosado y con poca visión latinoamericanista. La decisión de La Haya respecto a Perú fue un duro varapalo, para una clase política que se vio enfrentada a sus peores demonios: verse derrotado en la arena internacional y tener que decirle al mundo “aceptamos la decisión de la CIJ de La Haya porque así lo hemos anunciado a los cuatro vientos” si no es así este gobierno, su clase política, sus militares y el chauvinismo trasnochado quedarán en la peor de las vergüenzas. Mismo panorama que se enfrenta a hora con el gobierno boliviano y su clara, precisa y disciplinada presentación ante la CIJ de La Haya. Parece ser que el destino de la diplomacia chilena es entender que las relaciones con los vecinos se cultivan a punto de dictámenes.
Yo me inclino por la cooperación, por el desarrollo conjunto, por un puerto de Arica trinacional, por ejemplo, por un futuro donde el cobre, la infraestructura vial chilena, su apertura al mundo, junto a los recursos minerales, hídricos, comercial con Bolivia, se unan a las riquezas hidrocarburíferas peruanas, a sus migración que tanto bien le hace a un país que vivía encerrado entre cuatro paredes. El desarrollo es también aporte, generosidad, apertura de mentes y fronteras. No puede ser sólo aprovechar del otro sus riquezas y ponerle trabas con las nuestras. Nos necesitamos, peruanos, bolivianos y chilenos, somos vecinos hasta el fin de los tiempos y eso no lo cambia ni los campos minados ni las declaraciones militarotas, ni el chauvinismo trasnochado, ni los deseos de mandar a la Corte Internacional de Justicia de La Haya al baúl de los recuerdos sino dice lo que queremos.
El gobierno de Bachelet y su cancillería estaban preocupados, pues debían preparar antes de febrero del 2015 la contramemoria a la memoria presentada por Bolivia el pasado 15 de abril Y creo que esa preocupación le viene bien- porque creo que terminaran presentándola, igualmente – a la clase dirigente chilena y la sociedad chilena, que debe despertar de un letargo y del adormecimiento respecto a lo que deben ser las relaciones con nuestros vecinos, dejando en manos de políticos y diplomáticos la necesaria participación en hechos que involucran a nuestras sociedades. Pues la ceguera frente a las demandas de nuestros vecinos tiende a pasar la cuenta.
No podemos seguir sosteniendo que los Tratados son intocables cuando la propia dinámica de relación entre los pueblos muestra que los cambios deben ser considerados. El Chile de la Guerra del salitre es distinto al Chile del Tratado de Paz con Bolivia del año 1904 o con Perú respecto a Tacna y Arica del año 1929. Como también es distinto a los acuerdos pesqueros firmados con Lima los años 1952 y 1954 o lo señalado en Charaña, la Agenda de los 13 puntos o las promesas de entendimiento. Chile es diverso, ha cambiado, se ha abierto al mundo pero debemos hacerlo más allá de criterios económicos.
La derecha está preocupada, como también la clase política de todos los colores y me parece bien, que se preocupen pues sostengo que La Haya usará el Principio de Equidad para zanjar este asunto, que marca las relaciones entre los gobiernos y por extensión y deseos de sumar a la sociedad en sus razonamientos, suelen solicitar el apoyo ciego, destemplado, vociferante y chauvinista. Yo, no estoy para eso, no presto mi voto para conductas patrioteras.
Creo que el gobierno chileno comenzó tarde una campaña en defensa de sus argumentos recurriendo para ello a sus corifeos de turno para comenzar a despotricar contra Bolivia, para sostener que sus problemas internos desean tener salida vía chilena, que los tratados no se tocan que Chile debe desconocer la solución que determine La Haya, que nos salgamos del Pacto de Bogotá, que desconozcamos la competencia de la CIJ de La Haya para ver estos temas, que el mundo no nos entiende…y bla, bla, bla, bla, bla, palabrería patriotera e inconducente.
Sumando alguna opinión de ex Comandantes en Jefe, la noticia de la pronta compra de armas, modernización de armamentos y unidades navales y un correlé de declaraciones altisonantes e irresponsables que suelen desembocar en marchas hacia las embajadas de los países considerados inamistosos, la movilización de tropas a la frontera y un suma y sigue que ciega a nuestros pueblos y los pone en una vorágine peligrosa a la que me opongo con todas mis fuerzas. Como también a palabras de ese tenor expresadas en Lima, Piura o Tacna, por Diario como La Razón o semanarios incendiarios y políticos irresponsables al otro lado de la Línea de la Concordia o allende Visviri.
La responsabilidad exigida es para todos. Seguramente saldrán a relucir argumentos respecto a la sangre derramada en la Guerra del salitre, el ejército vencedor, jamás vencido que debe defender nuestras fronteras, que la Armada debe ir al norte y defender nuestra soberanía y todas esas barbaridades que se suelen decir de estos ejércitos gloriosos que me hacen bostezar. Pues a la hora del llamado a las armas los que van no son los acérrimos defensores del territorio nacional, ellos suelen esconderse en las faldas de sus familias y la carne de cañón es colocada, precisamente por aquellos que más alejados están de intereses económicos o de motivaciones patrioteras.
Ni una gota de sangre por una línea territorial ni por un pedazo de mar que podemos compartir, ni una gota de sudor por problemas que deben ser subsanados y no agravados, ni una lágrima por la “pérdida de un pedazo de territorio que luce en los mapas pero no en la posibilidad de futuro como vecinos” el obligar a las partes a sentarse a discutir de buena fe la recuperación de la cualidad marítima de un hermano. Acepto lo que diga La Haya, desde ya, tal como lo hizo con Perú.
Solución trilateral
“Es hora de hablar de efectiva integración vecinal. Hipótesis no descabellada, que puede ser el antecedente que permita transitar hacia caminos que conviertan el sur peruano, el norte chileno y el occidente boliviano en una zona de integración efectiva. Con un puerto de Arica convertido en Puerto internacional, una zona por definir pero que tendría a Arica como núcleo con carácter trinacional y que permita encontrar vías de solución al tema energético, étnico, hídrico, de infraestructura y despliegue de las conexiones Atlántico-Pacífico, como también de los temas vinculados a la biodiversidad y sobre todo el ámbito político, para una zona que no resiste las denominadas razones geopolíticas y que requiere, urgentemente, vías de solución creativas, eficientes y que ayuden a superar divisiones y disensos. Una zona integrada con soberanías compartidas, con complementación económica, política y cultural.
Uno de los puntos que el nuevo gobierno de Bachelet debería contemplar es la constitución de un equipo de tarea de alto nivel especializado en temas de integración latinoamericana, particularmente con relación a nuestros vecinos inmediatos. No es descabellado pensar en la posibilidad de elevar el rango de la Dirección Multilateral para temas latinoamericanos al nivel de Subsecretaría que le de peso político de la mayor relevancia a la necesidad de entenderse con nuestros vecinos.
Para el analista político Esteban Silva “Bolivia transita efectivamente hacia la conformación de una nueva política exterior, visionada en la perspectiva clara de no vincular como única y estricta decisión, la política de gas por mar establecida por gobiernos anteriores Lo claro, a partir de las propias declaraciones de diplomáticos bolivianos es que la política de gas por mar, no será su eje dominante. El tema de la salida al mar para Bolivia tiene mérito en sí mismo, es suficientemente sustantivo para la reivindicación del pueblo boliviano, como para ser vinculada a un mecanismo de intercambio”
Las ideas para buscar el retorno al Pacífico por parte de nuestro vecino se han sucedido, tal como antaño, lanzando a la mesa de negociación: ya sea un corredor al norte de Arica o un enclave situado en territorio chileno – un matutino nacional señaló que ese enclave estaría situado en la II región, cercano a Antofagasta, con toda la carga simbólica que dicha zona representa para el pueblo boliviano. Esto, porque la segunda región fue territorio boliviano, estaba allí su puerto – Cobija – y en una de sus ciudades – Calama – murió su principal héroe nacional: Eduardo Avaroa. Se ha mencionado, igualmente, la posibilidad de convertir el puerto de Arica en un puerto trinacional, toda vez que allí comparten terrenos y derechos tanto peruanos, bolivianos como chilenos.
Si el acuerdo – el menos imposible – implica un corredor al norte del puerto de Arica, el Tratado firmado entre Chile y Perú el año 1929 establece que cualquier cesión de territorio que alguna vez fue de Perú, requiere la aprobación de los del Rímac y esto, lo saben bien en el Palacio de Pizarro, tendría que ser condicionado a una solución del contencioso marítimo entre nuestro país y Perú o al veredicto que un probable arbitraje de la Corte Internacional de Justicia determine. “Bien sabemos, señala el analista Cristian Meneses, que a la hora de los contenciosos, de las especulaciones pero también de las decisiones todos – Chile, Perú y Bolivia – tratan de allegar agua a sus molinos de política interna y no agitar demasiado las aguas con cesiones que los presenten como débiles ante la contraparte”.
Los parlamentarios chilenos, transversales en cuanto a pertenencia a tiendas políticas han rechazado de plano cualquier opción de soberanía compartida con Perú, como fue el planteamiento del Embajador de Bolivia en Lima hace un par de semanas. Asimismo han sostenido que ningún territorio que se otorgue a Bolivia puede afectar la continuidad del territorio chileno. Por tanto ¿qué queda? Hoz de Vila ha señalado que en las conversaciones con sus colegas chilenos les han transmitido la necesidad de no interpretar el concepto de soberanía desde un solo punto de vista, de una posición indefinida de un territorio “sino ampliarla para llegar a una fórmula híbrida de uso soberano de una franja territorial que puede otorgar Chile a Bolivia, en usufructo por 100 años, que le devolvería a nuestro país su cualidad marítima.
Esta franja necesariamente tendría que estar ubicada en el norte de Arica, por debajo de la Línea de la Concordia. Allí – según Hoz de Vila – los bolivianos tendrían que poder adquirir propiedades, elegir autoridades para la región, establecer impuestos, regirse por leyes bolivianas. Las únicas restricciones que se establecerían en un nuevo tratado serían la prohibición de instalar plantas nucleares, bases militares y otras plantas que amenacen al medio ambiente”
Necesidad de pensar con visión de futuro
La realidad de las relaciones bilaterales escapan a esta radicalidad y señalan la necesidad de buscar mecanismos de cooperación, acercamiento y búsquedas políticas de solución a las demandas que tenga uno de los contendientes. Si eso no se entiende así y se sigue pensando que está todo zanjado por un Tratado, nos seguiremos enfrentado a reclamos territoriales y presentaciones ante organismos internacionales como ha sido el caso con Perú y la actual controversia en la Corte Internacional de Justicia de La Haya y la decisión boliviana de seguir el mismo camino en pos de recuperar su cualidad marítima. Resulta contradictorio que pensemos en abrirnos al mundo, de hablar de libre mercado, de fronteras que deben abrirse al comercio y nos cerremos al entendimiento con nuestros vecinos permanentes. Estamos en el barrio, estos son nuestros vecinos y debemos trabajar con ellos sí o sí.
Al cabo de 135 años de una guerra que enfrentó a Chile contra Perú y Bolivia, donde este último país perdió 400 kilómetros de costa y su acceso al Pacífico, el contencioso sigue más presente que nunca. Hoy, en una batalla verbal entre el gobierno de Bolivia y el Chileno a partir de las declaraciones de Evo Morales respecto a la condición de mal vecino de Chile y la respuesta chilena señalando que somos un buen vecino y no hay asuntos pendientes. Es decir, discursos paralelos y sin posibilidad de confluir en un punto de acuerdo que no sea continuar con esta política de dimes y diretes.
Pero, el fondo del asunto no está en una definición si eres mal o buen vecino, sino que las acciones que realizas para lograr esa consideración y al parecer Chile tendrá que revisar parte de su política con Bolivia y comenzar un serio proceso de escucha y de toma de acciones encaminadas a mejorar las relaciones bilaterales. En visiones más pragmáticas se han alzado voces como la del diplomático, historiador y ex Cónsul de Bolivia en Chile Ramiro Prudencia Lizón quien ha señalado que es hora de reflotar la idea de “Mar Por Gas” tal como lo señaló en su oportunidad el Jefe de la bancada de Senadores del MAS, quien propuso reconsiderar la decisión de no vender “una molécula de gas a Chile” alegando que Brasil pronto dejará de interesarse por este combustible, al comenzar a explotar grandes reservas en su propio territorio. Para Ramiro Lizón “nuestro país, en lugar de esmerarse tanto en llevar el caso marítimo con chile a tribunales internacionales – lo que demoraría mucho su solución, el gobierno nacional debería buscar nuevas negociaciones bilaterales en base al ofrecimiento de gas a Chile, porque debemos tener presente que si este país utiliza nuestro gas, estaría muy llano a buscar un arreglo satisfactorio a nuestro magno problema”.
Las autoridades chilenas y su sociedad debemos tomar en serio las demandas bolivianas y razonar en virtud de objetivos generales y no por intereses particulares pues, en el caso del puerto de Arica, su propia privatización influye en la manera en que se desarrolla el vínculo con las autoridades bolivianas incrementando su valores unilateralmente y dejando de lado el concepto de compensación que está establecido en el tratado de 1904. En el caso de las aguas del Silala hemos usufructuado por 100 años de un líquido vital que ha tenido su desviación hacia la producción minera chilena, esencialmente privada en desmedro de la población.
Sumen a ello los propios informes de organismo internacionales como el Instituto Para la investigación de la Paz (Sirifi) al señalar que los dos países que acumulan el 45% del gasto militar en Sudamérica son Chile y Venezuela, que avalan las críticas respecto a nuestra carrera armamentista. El siglo XXI debe ser un siglo de relaciones bilaterales pragmáticas, respetuosas y con capacidad de escuchar y acoger las propuesta del otro. Y en ese panorama el pensar en canjes territoriales o en determinar una posible solución al centenario enclaustramiento boliviano por el gas que ese país poseen abundancia es, a lo menos, una idea a considerar seriamente.
Opiniones más o menos radicales, guerrilla verbal inconducente, presentaciones ante tribunales internacionales u otros mecanismos que no sean en base al entendimiento parecen estar destinados al fracaso en las siempre difíciles relaciones chileno-bolivianas. Por tanto, el pensar una salida al contencioso entre nuestros países, que implique también una salida al mar para nuestro vecino es un imperativo ético e histórico. No entenderlo así es seguir prolongando el subdesarrollo de amplias regiones tanto de Chile como de Bolivia, que a pesar de tener enormes riquezas, no suelen entregarla para el beneficio de sus poblaciones. Pensar los vínculos entre países en el siglo XXI implica abrirse en confianza y avanzar en nuestras relaciones bilaterales y regionales con visión de futuro.
Pensar sólo con criterio jurídico es limitado, vago, peligroso, incierto, banal, pues las relaciones entre nuestros pueblos requieren miradas profundas: solidarias, políticas, de cooperación, de pensar el futuro con caminos de desarrollo que nos complementen y no que nos separen. La Haya era la oportunidad para el lucimiento de jurisconsultos, de políticos y de nacionalistas de uno y otro país pero, no la veo como la oportunidad de desterrar viejas rencillas, de enfrentar los desafíos del futuro en un plan común, de sepultar definitivamente a los muertos de la guerra del salitre y no hacerlos aparecer cada vez que los problemas acechan. La Haya era la oportunidad de pensar a nuestros pueblos unidos y decirle adiós a discursos y soflamas trasnochadas y chauvinistas. Si no es así que alguien nos pille confesados.