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Luis Camnitzer: Más arte, menos educación

A esta artista no le interesa esto de “hacer obritas para ser colgadas en algún museo”, como dijo, ya que la misión del artista es una mucho más grande.

Vivian Lavín

  Miércoles 25 de mayo 2016 11:13 hrs. 
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Con la ironía que le caracteriza, Luis Camnitzer dice que los problemas que tuvo su avión procedente de Uruguay para desembarcar a los pasajeros en Pudahuel, seguramente se debía a las fuerzas reaccionarias que veían en su visita el peligro que reviste su voz en medio de las protestas estudiantiles.

Porque este  artista, crítico, educador y teórico del arte latinoamericano ha tenido, en cada una de las oportunidades que ha estado en suelo nacional, a los estudiantes en pleno fervor reivindicativo. Un marco ad hoc para quien busca estimular y provocar a su audiencia a través de su obra que a la vez es su propio pensamiento. Así lo hizo en el año 1969, en plena Reforma Universitaria, cuando expuso por primera vez en el Museo Nacional de Bellas Artes con su obra titulada Masacre en Puerto Montt, inspirada en una de las tantas matanzas perpetradas por nuestras fuerzas de orden, esta vez en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, y que la historia se encarga de olvidar. No así el arte y menos la voz de este artista uruguayo que cuando regresó a Chile, en el año 2006, en medio de la Revolución Pingüina, tenía nuevamente a los estudiantes, esta vez a los secundarios, como coro nacional exigiendo el término del lucro en la educación.

Cuando se cumplieron 40 años del Golpe de Estado, volvió a Chile y tuvo la oportunidad de mostrar su trabajo en una amplia retrospectiva exhibida tanto en el Museo de la Memoria y de los DD.HH. como en el Museo de Arte Contemporáneo. A partir de entonces, su voz quedó grabada en los muros más dolorosos de nuestra patria, como es el Museo de la Memoria, con una frase que es una obra que dice: El museo es una escuela. El artista aprende a comunicarse, el público aprende a hacer conexiones.

Lo de Luis Camnitzer es la ética a través de la estética, de modo que su trabajo intelectual y artístico se traduce en una línea de pensamiento que busca la redistribución del poder con consecuencias políticas. Decir que se trata de un artista incómodo es demasiado acotado para quien busca remecer los cimientos de la sociedad, cuando asume al arte como una forma de pensar que cuestiona a la realidad en todos sus planos. Y para esto, requiere de ciudadanos conscientes y resistentes al entrenamiento del que han sido objeto bajo las reglas de la educación actual, que ensalza la idea de la erudición y la acumulación de datos como un ideal. Para Camnitzer, en cambio, la educación es algo muy diferente. Se trata “de la habilidad de acceder a la información y de hacer conexiones y configurar esa información…la educación debería capacitar al educando en su acceso a la información y en la construcción de sus propios filtros y conexiones (…) en definitiva, la educación tiene que basarse en una posición y conciencia política”, explica.

Este reconocido artista conceptualista adopta su latinoamericaneidad como su identidad que, finalmente, “es un arma que para el amenazado por la colonización sirve como un instrumento de defensa”. Y es que en el imaginario de Camnitzer estamos en una guerra donde la pobreza que caracteriza a nuestro continente podría representar una cierta ventaja, y es lo que él denomina como el ingenio de la pobreza, donde “paradójicamente hay una flexibilidad básica en el sentido común del pobre que teóricamente lo capacita mucho mejor para funcionar en el mundo contemporáneo”.

A esta artista, como podrá imaginar, no le interesa esto de “hacer obritas para ser colgadas en algún museo”, como dijo, ya que la misión del artista es una mucho más grande, la de ser “un buen ciudadano en el sentido más amplio: no un ciudadano pasivo que respeta la ley, sino que uno que cuestiona críticamente todo lo que se presenta y desarrolla una estrategia para implementar lo que cree. Eso va a determinar su arte, que va a ser un arte útil”.

Su pensamiento, como el de Carlos Ossa, fueron escuchados frente a estudiantes y profesores, y también algunas autoridades en la inauguración de la

Semana de la Educación Artística que desarrolla el CNCA junto al Ministerio de Educación, la Universidad de Chile y Unesco, por cuarto año consecutivo. Intervenciones que abren ciertas cuotas de optimismo respecto de la manera cómo el mismo Estado o, al menos algunos de sus integrantes, permiten el flujo de otro tipo de información, para decirlo en lenguaje camnitziano, que instale en ellos la idea de una utopía, un territorio poblado por el permanente anhelo de conquista, construido con el objetivo de ser desplazado por otro, por otra utopía, que se instala más lejana, a medida que se descorren las barreras de lo conocido. El misterio es el gran océano que impide llegar a ella y la creatividad como resultado de buena educación, la ruta que nos acerca.

Se celebra la iniciativa de poner voces críticas como insumos básicos para la construcción de ese país que tanto anhelamos, como también que en el marco de esta Semana de la educación artística se haya dado a conocer el Movimiento Interdisciplinario y Social por la Educación Artística (MISEA) que agrupa a diferentes organizaciones gremiales que, bajo el lema “Sin Arte No Hay Reforma”, están realizando una campaña para “concienciar a la población de la importancia del arte en la educación”.

Les deseamos suerte.

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