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Los miedos del Gobierno

Columna de opinión por Francisco Medina P.
Jueves 2 de abril 2020 16:25 hrs.


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Fue a mediados de enero, cuando se confirmó la transmisión de coronavirus de persona a persona,  ya a fines de ese mismo mes  China llegaba  a 800 casos de contagio y al menos 25 muertos. Lo anterior hizo  que las autoridades aislarán a la provincia de Hubei, una acción sin precedentes que afectó a  60 millones de personas. Ya a fines de febrero, y después que el número de afectados alcanzó 7.818 casos confirmados  y 170 muertos, la OMS declara alerta internacional.

El tres de marzo se detectó el primer caso en Chile, es decir tuvimos  9  semanas para escuchar, aprender y prepararnos tanto en materia de salud como en materia económica. Medidas que han resultado útiles en otros países  como el  garantizar equipo de protección al personal de salud,  ampliar el número y  disponibilidad de testeos, tener un sistema eficaz  de  trazabilidad de los contagiados  o estrictas medidas de aislamiento social, han sido ignoradas o bien adoptadas de manera tardía y en la medida de lo posible por el gobierno.

Adicionalmente, medidas como la de la Dirección de Trabajo que faculta al empleador al no pago de remuneraciones a quienes no puedan asistir al trabajo  producto de las medidas sanitarias decretadas por el gobierno, o el Plan económico ante el Covid-19 que deja a 3,6 millones de personas sin ningún tipo de ayuda[1], muestran  una preocupante incapacidad del gobierno para gestionar la crisis sanitaria y económica-social que afecta(rá) la sociedad chilena, en  donde conforme al informe de la OECD[2], las personas de de los quintiles 4 y 3  tienen una  alta probabilidad (28%) de retroceder al quintil 1.

Como elemento final a nuestros problemas se  suma la quebrada relación entre  gobierno y ciudadanía previo al Covid-19, agudizada por el contradictorio actuar del ministro Mañalich, muy bien graficado en la imitación de Kramer viralizada en redes sociales. Estamos en un clima en el que la aplastante mayoría de la sociedad  está convencida de que el Presidente no está respondiendo a los  intereses de Chile o bien  que está completamente desorientado  sobre la gravedad del coronavirus para nuestro país y el mundo. En redes sociales abundan quienes  piensan, razonablemente, que  para el gobierno  proteger la economía (grandes corporaciones) es prioritario frente a la salud de la población. Personalmente creo que la gestión negligente y mezquina de Piñera ha sido principalmente por pánico a dos miedos que no ha querido enfrentar.

El primero es  la recesión económica que afectará  su  patrimonio y el de su sector, los millonarios y  los privilegiados a quienes  efectivamente el chorreo neoliberal les funciona (1% de los chilenos con  ingresos mensuales iguales o superiores a  $15 millones por personas). Este miedo, hábilmente extendido hacia el resto de la sociedad a fin de ocultar la preocupación real, lo ha llevado a comportarse no como Jefe de Estado, sino como un Lobbista en búsqueda de   políticas públicas que disminuyan las inevitables pérdidas que tendrán las corporaciones y la elite económica, esto a costa de que sean los trabajadores y sectores más precarizados quienes asuman estas pérdidas, porque la pregunta al final del día es ¿Quien paga las pérdidas?. Yuval Noah en su libro “Homo Deus: Una Breve historia del mañana”  señala que el desarrollo de las sociedades ha sido resultado de la virtud del ser humano de trabajar cooperativamente a gran escala, y no mediante  el exacerbado individualismo que solo contribuye a la barbarie del sálvese quién y cómo pueda, un actuar recurrente de Piñera en su historia, como bien lo describió Manuel Ossandón.

El otro miedo, que se complementa con una  con arrogancia propia de su estilo gerencial, que no es solo de él sino de todo su sector, es su sobre-ideologización en torno  al mercado y Estado, pues esta pandemia ha demostrado dos cosas: por un lado lo dañino que es que  todas nuestras instituciones sociales se mercantilizan, y, en contraste con lo anterior,  la importancia de la acción pública en materia sanitaria, económica y social.  Gobiernos de derecha como  el de Inglaterra han entendido lo anterior y  han decretados medidas para cubrir el 80% de las remuneraciones de los trabajadores, sumado a un plan de apoyo a trabajadores independientes con un tope de  £2500 durante el periodo que duren las restricciones de circulación.  Sin embargo, a pesar de una consensuada, amplia y   documentada  literatura sobre las fallas del mercado, el gobierno insiste con un dogmatismo pro-mercado, en donde los problemas son resultado de una  sociedad que  no se adecua a sus castillos modelados en el aire.

Jonathan Portes, profesor de economía y políticas públicas  en King’s College London, afirma[3] que el foco debe estar en el PIB que tengamos 12 o 18 meses después, y no en la inminente caída del corto plazo. En esta línea  Ricardo Hausmann[4] señala que para contener el impacto del Covid-19 en el corto plazo y que no afecte drásticamente en el largo plazo a la sociedad  es necesario, entre otras medidas,  aplanar la curva de contagio y movilizar a máxima capacidad  los recursos fiscales a  mano  a fin de luchar contra COVID-19 y ayudar a las personas afectadas.

Por el interés colectivo del país es urgente que el gobierno supere estos miedos y deje de actuar como representante del 1%, pues, está en sus manos el minimizar los costos que el Covid-19 generara en la salud y bienestar de nuestros compatriotas.

 

El autor es director de Fundación Chile Movilizado.

 

[1] Marco Kremerman Strajilevich y Gonzalo Durán SanhuezaPor qué el plan económico ante el Covid-19 es insuficiente y lo agrava el dictamen que permite no pagar remuneraciones”. CIPER.
[2] OECD, A broken Social elevator? How to promote social mobility.
[3] Jonathan Portes, Don’t believe the myth that we must sacrifice lives to save the economy. The Guardian.
[4]Ricardo Hausmann, The Macro-Economic Implications of COVID-19 in our partner countries”. Harvard Kennedy School.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.