“Una gloriosa victoria para el pueblo iraní”, dijo el presidente Hasan Rohani tras confirmarse que se levantan de inmediato las sanciones económicas impuestas a su país desde 2006.
El acuerdo nuclear entre Irán y el Grupo 5+1, significó un duro revés para los sectores belicistas de Occidente, como también fue un golpe difícil de sobrellevar para Israel y Arabia Saudí; tradicionales enemigos de Irán.
La decapitación de un influente líder y clérigo chiita en Arabia Saudita despertó el conflicto latente entre las naciones. El desequilibrio es un obstáculo para el proceso de paz cuyas negociaciones empiezan este mes.
¿Con qué moral una Monarquía como la Saudí puede presentar proyectos de condena contra Rusia, Irán o el gobierno sirio en materia de defensa de los derechos humanos? Si algo de seriedad se les puede exigir a los organismos internacionales como la ONU es que no actúen con una doble moral.
El escenario político-militar que nos muestra Oriente Medio, representa la expresión nítida de un planeta, que a inicios del cuarto lustro del siglo XXI, enfrenta posiciones diametralmente opuestas en la forma de encarar las relaciones internacionales.
El papel que cumple la Monarquía Wahabita se inserta en los planes más amplios de Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – y el régimen sionista respecto al Magreb, Oriente Medio y Asia Central, que pretende contender contra dos adversarios a quienes temen por su creciente influencia, sobre todo en la zona del Levante Mediterráneo, tratando de cercarlos política, económica y militarmente: La República Islámica de Irán y la Federación Rusa.
Parte importante de esta visión que Arabia Saudita se encuentra regida por una Monarquía tullida y rancia que deriva de su incompetencia, no sólo para manejar sus políticas de relaciones internas e internacionales o someterse a los dictados de occidente y participar de un alianzas con el enemigo más enconado con que se enfrenta el mundo musulmán como es la entidad sionista, sino también su incompetencia frente al deber que le asiste como refugio de ciudades, sitios y mezquitas sagradas para el Islam.
La presencia de asesores militares rusos en territorio sirio y de modernas armas fabricadas por el gigante euroasiático, ha gatillado la alerta de los países occidentales y una oleada de titulares alarmistas, además de la condena de Estados Unidos.
Siria se ha sumado con fuerza a las iniciativas diplomáticas destinadas a buscar soluciones políticas al conflicto, sin descuidar la defensa de su soberanía. Ello, con resultados positivos que han ocasionado grandes bajas a las fuerzas terroristas. La ofensiva política siria ha sacado a colación un tema que debe motivar un análisis serio con perspectiva histórica, aseverando que los ataques contra Siria sólo sirven a los intereses de Al-Qaeda y otros grupos takfiríes como Daesh, que en definitiva ayudan a los objetivos del régimen de Israel.
Las conversaciones sobre el programa nuclear iraní terminaron sin acuerdo este lunes pero, aparentemente, a las puertas de una posible solución este martes. Según los analistas, haber llegado a este punto de avance sólo es posible debido a un cambio de mirada de Occidente sobre Irán, antes acusado de ser una amenaza nuclear y de violar los Derechos Humanos. Esto en medio de una inequidad en la forma en que Naciones Unidas y Estados Unidos ponderan a los distintos países de la región, según su funcionalidad a Occidente.
Venir desde el sur del mundo, específicamente desde Latinoamérica y aterrizar en la República islámica de Irán implica recorrer medio mundo. Cruzar el Atlántico, el Mediterráneo y adentrarse en la cuna de la civilización y asombrarse frente a una cultura milenaria pero, sobre todo comprender y reafirmar que la vida tiene más de una mirada. […]
Suele decirse que no hay mejor solución para descomprimir los problemas políticos y económicos internos de un país, que exteriorizar esas dificultades – sacarlos de las fronteras – y ojalá con una guerra que frene las críticas a esos problemas domésticos en función de la defensa de la patria, de la seguridad nacional o en apoyo de los llamados de auxilio de un gobierno amigo en peligro. Arabia Saudita no es la excepción, el problema radica que Yemen está muy cerca, el radicalismo takfirí puede significarle un dolor de cabeza más que un paliativo y tenerlo a las puertas de sus fronteras y tensionar aún más el precario equilibrio al interior de la familia de la Casa al Saud.